Introducción
La propuesta de este trabajo es ofertar una lectura
sobre el amor, en tanto es un concepto clave en psicoanálisis.
Para ello consideraré
un corte en la obra de Lacan, en este caso tomando los seminarios La
transferencia y Otra vez. Del primero de estos, la referencia será El Resorte
del amor, y del seminario Otra vez, las primeras cinco clases. Ambos textos
tomados de la versión crítica realizada por Rodriguez Ponte.
En las clases iniciales del seminario Otra vez, amor
y goce aparecen disociados, si bien posteriormente vía la relación con el deseo
quedarán articulados, no voy a tomar ese problema.
La clave de este recorrido parcial por estos
seminarios, está en revisar la conceptualización del amor en tanto significante
y en tanto signo. Para pensarla conviene considerar algunas cuestiones que
hacen del lenguaje un uso particular en psicoanálisis y sus variaciones en su
relación con la lingüística. Si bien la
metáfora del amor es cronológicamente anterior a la especificación desarrollada
en el seminario Otra vez, me parece valido entrelazar los textos. La creación ex-nihilo,
es un dato que se puede leer en ambos seminarios, como así también el amor
sostenido por la realidad discursiva.
Sugiero suponer un movimiento moebiano entre el amor
como significante y como signo, dadas las diferencias entre El resorte del
amor, y las cinco primeras clases del Seminario
Otra vez.
De hecho también se podrían interpretar como dos
versiones diferentes de conceptualizar el amor. Donde la última, es decir el
amor como signo, dejara caer el amor como significante, por pertenecer a
distintos tiempos de la enseñanza de Lacan.
Pero no voy a tomar a este corte en su obra en términos evolutivos.
Se trata de un recorrido de la articulación entre
signo, sujeto y significante, y no de versiones superadoras. Es claro que son
dos momentos diferentes en su teorización, en los cuales jerarquiza distintas
cualidades del significante. Previo al seminario Otra
vez, un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante, y
en los años setenta, el significante no tiene otra definición más que la de una
diferencia con otro significante. Entonces, para dar cuenta del amor en
psicoanálisis, es necesario no perder de vista que en la conceptualización del
significante, la pura diferencia no se modifica.
Primera parte:
Del amor en el mundo griego al significante
Plantear el amor como significante es un movimiento
radical y novedoso, que realiza Lacan en la forma de abordarlo.
En occidente el texto referencial sobre el amor es El
Banquete de Platón, en el que se plantea cual es su naturaleza. Los elogios del
amor, señalan formas de relación, no entre los sexos sino entre personas. De
hecho el amor en la doctrina platónica, nada tiene que ver con vincularlo con
los dos sexos: erastés y erómenos (1) son neutros.
A partir del nombrado texto de Platón, se
desprende una modalidad particular para abordar a Eros. Como primera cuestión
se lo distingue de la función orgánica,
esto es la sexualidad desplazada de los límites de la biología, de hecho la
reproducción no es un tema en El Banquete. Eros articula, ciencia, saber y
subjetividad. No sólo el psicoanálisis toma esta vía, Michel Foucault indica
que en Occidente se ha generado una scientia
sexuallis (2). De hecho este autor de una de las interpretaciones de El
Banquete de Platón, señala la sustitución del impulso físico por el impulso de
saber en nuestra cultura. Inclusive como un saber silenciado.
La piedra de toque en El Banquete, es el amor como un
modo de valorar algo. Las dos formas de esta valoración se dan a través del amor como búsqueda, y del amor como
creación de valor. Está en juego el poder creacionista del lenguaje. Si
seguimos la idea de creación de valor, como un plus, rápidamente podemos
asociar con la metáfora.
Es notable que buscando comprender la naturaleza del
amor, se llega a formas de relación entre personas por el valor que
representan. Tomando unas palabras de Enrique Marí: “Se pasa de los discursos
centrados en lo perceptivo y la pasión, a una tensión racional del amor” (3).
En El Banquete, se trata de las historias del amor representadas por los discursos de Fedro,
Pausanias, Eriximíaco, Aristófanes y Agatón. Lo novedoso viene con Sócrates que
presta cuerpo a Diótima. Surge la diferencia entre los “discursos del amor” y “los
discursos sobre el amor” (4). Los primeros tienen como referencia el mundo
de los fenómenos, en tanto que el segundo caso se trata de Eros enlazado a la
verdad. En esta dirección es necesaria la figura de Sócrates, cuya su maniobra
le da al amor una posición pensada, al disipar los sentidos. El amor en El
Banquete está sostenido por la realidad discursiva y no por los personajes,
incluso pese a las reglas que propone Alcibíades de elogiar al que está
al lado. De hecho en El Banquete se reúnen a hablar del amor, a pronunciar
discursos y teorías de cómo reconocerlo, con la particularidad que le dan un
estatus ontológico. En cada elogio el amor queda sustantivado; en cambio la
maniobra de Sócrates va en el otro sentido. Lo reconoce solamente cuando se
produce. No da un discurso sobre cual es su naturaleza.
Para concluir esta primera parte, podemos señalar
como esencial el pasaje del mundo perceptivo a una verdad en el amor, a la
necesidad de una legalidad, para considerar la propuesta de Lacan, al indicar
que va a tomar al Banquete como actas de sesiones analíticas.
En el Seminario La Transferencia , Lacan
va dando pistas para saber reconocer al amor. También sitúa su propia clave,
que es poner en juego todo el peso de lo inconciente. Propone al amor en el
campo del significante, en la dimensión discursiva determinada por el lenguaje,
y desarrolla la metáfora del amor. Establece como central la relación amante y
amado, en los términos neutros del griego erastés
y erómenos. Surgirá el amor en el
encuentro del deseo con lo inadecuado de su objeto. En términos de la lectura
de Lacan debe crearse la significación del amor como efecto de la metáfora. Decíamos que está en juego toda la
implicación de lo inconciente, en la relación del deseo y el objeto, dado que
hay un no saber en juego: no coincide lo que uno tiene con lo que al otro le
falta.
Para esta elaboración del amor como metáfora, como
creación de valor, de sentido, Lacan señala como núcleo al lenguaje, a la
creación ex -nihilo. La teoría del lenguaje en psicoanálisis, a través de
plantear una temporalidad distinta deja a la luz el poder creacionista del
lenguaje.
Poner al amor en el campo de significante dará lugar
a la conceptualización del amor como signo.
Entonces tenemos que el amor a partir de la teoría de
Lacan, es indisociable del lenguaje. Como quedó señalado antes, con la
interpretación lacaniana del Banquete, el amor sale de cualquier referencia
biológica, o de relación entre los sexos, ya desde los griegos se trata de discursos
y el problema de saber reconocer al amor.
En pocas palabras se trata hasta acá del
pasaje del amor tomado en un sentido naturalista y ontológico, al amor ligado a la realidad discursiva, cuya
máxima expresión es la metáfora del amor.
A diferencia de la idea de Bien del mundo Aristotélico, la particularidad del
discurso analítico, es que no hay ninguna existencia prediscursiva.
Segunda
parte: Del amor como significante al amor como signo
En el Seminario La transferencia, el amor es una
significación que se da por efecto de la metáfora del amor, sostiene la
relación entre dos con todo el peso de lo inconciente, uno no sabe lo que busca
y el otro no sabe lo que tiene. La metáfora se produce por sustitución entre
significantes.
El soporte de esta teorización es el lenguaje. Entonces
el lenguaje es considerando - más allá de las referencias-, en su poder de
creación. Tomemos una cita del Seminario La Transferencia , donde
Lacan al preguntarse a cerca del modo de tratar al deseo, traza un recorrido
que supone deshacerse del sentido, en términos del Bien común: “Digamos crudamente lo que quiere decir
salubre en el sentido de la experiencia freudiana. Quiere decir
desembarazado, lo más desembarazado
posible, de la infección que es a nuestros ojos -peor no solo a nuestros ojos,
los ojos, desde siempre , que desde que se abren a la reflexión ética- el fondo
pululante de todo establecimiento social en cuanto tal”(5).
Aquí podemos poner el acento en la idea de salubre
como desembarazado de la infección de todo establecimiento social, en tanto dicho establecimiento social está comandado
por algún sentido o idea del bien. Es decir que, para la experiencia freudiana
es necesario situar al deseo libre de la infección del bien común. Lacan destaca,
que es en el camino de seguir a Sade donde se encuentra la llave maestra de la
investigación de Freud. Entender al deseo implica deshacerse de toda referencia
del sentido común, haciendo de ese vaciamiento un operador clave. Se trata de
no comprender, de dejar de lado cualquier idea de bien, para dar lugar a la
articulación entre significantes.
El amor es considerado por Lacan en los años 60 como
significante. Posteriormente en el Seminario Otra vez como signo. Conviene
destacar que hay un deslizamiento en la teoría del significante que modifica la
forma de pensar al amor. En tanto el significante representa a un sujeto para
otro significante, el amor es un significante y Lacan desarrolla la metáfora
del amor. Luego acentuará en la teoría
del significante, que un significante se define solo en relación a otro significante,
ubicando al amor como un signo, y deja el significante para referirse al goce.
En el principio del seminario amor y goce quedan desconectados.
En el
Seminario Otra vez, es retomada la teoría de Jakobson. Hay una especificación
del uso del lenguaje en el psicoanálisis, que se distingue de la lingüística: “Lingüistería” es un neologismo producto
de la objeción de Lacan a Jakobson: “todo
lo que es del lenguaje sería del dominio de la lingüística”(6), para
indicar aquello que, del lenguaje, es dominio reservado del psicoanálisis. Pero
se trata de una objeción situada en la interterritorialidad del psicoanálisis
con la lingüística, y es allí donde se establece la definición de inconsciente en la
enseñanza de Lacan: “El inconsciente está
estructurado como un lenguaje”(7).
Como
consecuencias encontramos que plantea en campos diferentes la poesía y el
psicoanálisis, en oposición a la tendencia de cierta corriente del lacanismo. La teoría del amor de Lacan confirma la disyunción del psicoanálisis con la
vertiente poética de la lingüística planteada por Jakobson.
¿Dónde se produce
el impacto de esta particularización de los dominios?
En el decir y no
en los dichos. Lacan cita su
frase de L’etourdit, “que se diga queda
olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha”.
De hecho en el
Resorte del Amor cuando queda planteada la metáfora del amor se trata de un
cambio en la posición enunciativa, el pasaje de amado a amante, como condición
para que advenga un psicoanálisis.
El espacio
clínico es discursivo, es el decir el que da lugar a nueva temporalidad, futuro
anterior, que como señalamos antes destaca el aspecto creacionista del
lenguaje. En tanto no hay realidad prediscursiva, cae la búsqueda de una verdad
en términos de hechos inefables, o de una ontologización del ser. El campo de
lo posible y de lo imposible se desprenden de una lógica matemática y no de los
hechos como pre existentes.
En otras palabras el amor está sujeto a esta
condición discursiva, tanto sea considerado como significante o como signo. En
lo específico de la lingüistería, el amor es un signo. Un signo de que se
cambia de discurso.
Al final de la clase del 16 de enero de1973, Lacan
retoma que el significante representa a un sujeto para otro significante y
plantea la pregunta “¿De que se trata en el signo?”. La particularidad es que
el signo, es signo de un efecto. Para lo cual requiere del funcionamiento del
significante, propio del discurso analítico, por lo tanto separado de sus
efectos de significado, en lo leído e interpretado.
Los últimos párrafos de la nombrada clase, dice:
“Lo
que por lo tanto en el amor es apuntado, es el sujeto, el sujeto como tal, en
tanto que es supuesto a una frase articulada, a algo que se ordena, puede
ordenarse de una vida entera. Pero lo que nosotros apuntamos en el amor, es a
un sujeto, y no es nada más.(8)
Otra cita:
Un sujeto, como tal, no tiene gran
cosa que hacer con el goce, pero por el contrario, en la medida en que su
signo es algo que es susceptible de provocar el deseo, ahí está el resorte
del amor. Y por ahí, el camino que trataremos de continuar en las próximas
ocasiones para mostrarles dónde se juntan el amor y el goce sexual.”(9)
Para finalizar, habíamos propuesto un
movimiento propio del recorrido de la banda de Möebius como recurso en la
articulación del amor como significante y el amor como signo. Esto, decíamos es
por efecto de la permanencia de la teoría del significante. En tanto no hay
realidad prediscursiva, la conceptualización del amor en psicoanálisis queda
ligada al dominio del significante. En el Resorte del Amor, el amor es un
significante, y para que se produzca la metáfora se necesita de un cambio en la
posición enunciativa, pasar de erómenos a erastés. Lacan aún no introduce el
concepto de signo, para referirse al sujeto pero queda preparado el campo. En
el seminario Otra vez, cuando habla del amor en tanto signo para indicar al
sujeto y el deseo, establece que solo se dará en el dominio de la teoría del
significante, particularizada como lingüistería psicoanalítica.
Referencias:
(1) Jaques Lacan, Seminario 8, La Transferencia. La
Transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendida situación.
Establecimiento del texto, Traducción y notas Ricardo. E. Rodriguez Ponte.
(2) Enrique Marí. El
Banquete de Platón. El eros, el vino, los discursos. (Biblos,
Buenos Aires, 2001).
(3) Enrique Marí. El Banquete de Platón.
El eros, el vino, los discursos. (Biblos, Buenos Aires, 2001).
(4) Enrique Marí. El Banquete de Platón.
El eros, el vino, los discursos. (Biblos, Buenos Aires, 2001).
(5) Jaques Lacan, Seminario 8, La Transferencia. La
Transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendida situación. Establecimiento
del texto, Traducción y notas Ricardo. E. Rodriguez Ponte. Sesión del 16 de
Noviembre de 1960.
(6) Jacques Lacan, Seminario 20, 1972-1973, Otra vez.
Versión Crítica. Establecimiento del
texto, Traducción y notas Ricardo. E. Rodriguez Ponte. Sesión del 19 de
Noviembre de 1972.
(7) Jacques Lacan, Seminario 20, 1972-1973, Otra vez.
Versión Crítica. Establecimiento del
texto, Traducción y notas Ricardo. E. Rodriguez Ponte. Sesión del 19 de
Noviembre de 1972.
(8) Jacques Lacan, Seminario 20, 1972-1973, Otra vez. Versión
Crítica. Establecimiento del texto,
Traducción y notas Ricardo. E. Rodriguez Ponte. Sesión del 16 de Enero de 1973.
(9) Jacques Lacan, Seminario 20, 1972-1973, Otra vez.
Versión Crítica. Establecimiento del
texto, Traducción y notas Ricardo. E. Rodriguez Ponte. Sesión del 16 de Enero
de 1973.