Mi querida amiga, y ya colaboradora incondicional de este blog, Silvia Russo, me envía unas líneas que reflejan parte de su recorrido como analista de niños. A mi parecer es realmente una perla, que les sugiero no se pierdan.
Paradójicamente no se habla de ciertas sensaciones, vivencias, amores, odios en nuestra práctica; situaciones de las que desde ciertas teorías denominaríamos CONTRATRANSFERENCIALES.
Recordé hoy de pronto, dos expresiones muy especiales de mis primeros tiempos de atención con niños.
Ambas de niñas: una era "estoy pensatoria". La otra "estoy recordativa".
Hubiera sido difícil no enternecerme, de hecho, me produce aún ternura.
Aunque lo que más me retorna es la efusividad de la creativa acción lenguajera, personalizada y asentada en el ejercicio del análisis.
Muchos padres tardan en entender que mediante el juego, la charla, los dibujos surjan intercambios que hacen que sus hijos se integren a una terapia.
A veces no lo entienden, pero confían en ambos, y en nuestra conexión comprometida con el trabajo. Se ven los cambios y todo toma un sentido distinto al drama inicial.
Poder comentar sucesos de su semana, sus días en el cole, sus cuestiones familiares, sus frustraciones y sueños, hace que un universo nuevo se despliegue.
Había un pacientito que me decía hace añares, cuando yo le preguntaba cómo estaba: "un poco bien, un poco mal", con el tiempo esta frase dio para entender mucho de lo que funcionaba tan escindido en su psiquis y realidad. Esta respuesta mejoró su existencia, y se resolvió su sufrir, y se fue. Fue uno de los primeros a los que SENTÍ que ayudé. Me parecía mágico, el encuentro con la teoría en lo real del quehacer artístico analítico... y que, efectívamente, se iba contento y más sano.
Normalmente, cuando se van, eligen un juguete u objeto de los usados que sea significativo, hacemos un cierre del tipo balance y escucho con agrado que quién se va ya no es el que vino.
También hay escenas dulces y amorosas, incluso con sus padres, que han colaborado y hecho un lazo de confianza y modificado, no sin trabajosas batallas, a veces. También a veces, no hay logros, aunque han sido las menos, sobre todo a medida que oficio, supervisión y análisis propio se conjugan en un soporte de formación, a mi criterio, imprescindible y necesario.
De mi parecer inicial en la clínica a mi experiencia actual, muchos ideales y prejuicios se han derrumbado y he madurado junto con ellos,(con los pacientes adultos, también), un estilo que me ha sorprendido por su diferencia con el que había proyectado en mi ideal en la universidad.
Resguardo de mis pacientes sus identidades lógicamente, pero creo importante no resguardarme de anoticiarlos del aprendizaje y conmoción subjetiva que me brindaron.
Escenas de emoción, dolor, enojo, descontrol, dulzura, risueñas han acontecido de maneras imprevisibles y me descontracturaron de una modalidad, en la que lo era bastante.
Creo que por eso hoy hablo de los pequeños con más énfasis, el efecto de un niño, su convocatoria amable o rabiosa, su toma de conciencia al nombrar sus problemas o sentirlos solucionados; cimentaron el más agudo de los encuentros conmigo misma, además de con ellos.
Conmoción como decía, interrogantes, preocupación, cobijo, falta de certezas, aciertos... todo este combo dentro mío.
Así que... pensatoria y recordativa, emotívamente, me expongo habitualmente a sus preguntas e inquietudes, críticas y chistes... hasta pedidos de diván, que han resultado fabulosos!.
Puerilizarlos es no considerar su derecho a SER.
Son niños, y no inmaduros para todo.
Para el cierre, una última viñeta para narrar, elegida: un día yo pasaba por una situación de duelo, difícil. Atendí toda la tarde, y mi último paciente fue un niño.
No voy a someter a interpretación o explicación esta escena, sólo la voy a compartir, para que observen su sensibilidad y adecuación tan sutil.
- "Silvia, ¿vos estás triste?", pregunta al iniciar la sesión.
- "Si, Fulano".
Seguimos con nuestro juego y me pidió que le avisara cinco minutos antes del término de la entrevista.
Acepté, sin cuestionarlo.
Me pidió privacidad para un dibujo, valga aclarar, que no mirara hasta su permiso. Lo respeté, por supuesto.
Cuando se fue me dio el dibujo, era un sol muy grande y con colores cálidos... rojos, amarillos, naranjas. El sol era un elemento clínico de importancia, surgido de su creatividad y nos había permitido enlazar ciertas cuestiones de su singularidad.
- "Ojalá que te haga doler menos, como vos hiciste conmigo".
La agradecí y nos miramos a los ojos, profundamente.
Un niño puede captar el alma de uno, hábilmente.
Aún guardo el SOL, y el impacto de cuidado y atención de una delicadeza y percepción que a veces los grandes no tenemos...
Mi humanidad en falta, aceptada por ambos.
Idas y vueltas de esta profesión... y de mi alma que HOY, recordativa y pensatoria, les hace un sentido y profundo homenaje.