Tercer encuentro
Vamos a tomar la entrada de
Alcibíades, como la piedra de toque para completar el recorrido que habíamos
comenzado. Hay un cambio en el encuadre
de El Banquete; en lugar del elogio del amor, ahora se elogia el otro al de al
lado de la derecha. La clave es el
cambio las reglas anteriormente establecidas, hay un giro en tanto nadie
quiere compartir el eromenon y se
pasa entonces del elogio del amor al elogio del otro; en la traducción de
Rodriguez Ponte dice “amor en acto”.
Podríamos pensar que se subvierte
el orden de las cosas, dado que para entender que sucede en el amor cuenta el
otro. Entonces entra el otro como objeto –y no como sujeto- en el amor. Lacan
destina una clase al objeto, en la cual desarrolla la cuestión refiriéndose al agalma.
Retengamos algunos datos de dicha clase, la declaración de amor de Alcibíades a
Sócrates está dirigida a Agatón, lo que implica que en la escena hay tres. En
la naturaleza del amor la llave es el agalma.
Agalma significa adorno pero también que está
en el interior, lo supone cierta ruptura con la idea de belleza. El objeto en
términos de agalma es el pivote entre
amor y deseo, no permutable, no intercambiable. Se trata siempre del objeto
parcial, ninguna idea totalizadora. El sujeto en el amor es también nuestro
objeto de deseo. Ni en los elogios ni en
Diótima surge la cuestión del agalma como centro del deseo humano, podemos
situar aquí una ruptura necesaria para continuar con el hilo de lo que sucede
en el amor.
Si bien cuando Sócrates hace entrar
a Diótima, opera un giro respecto de la dinámica de los elogios, no se aborda
la cuestión del objeto como con la entrada de Alcibíades. En Diótima, se
identifica el amor con lo bello, que tiende al Soberano Bien. Propone un camino
por la vía del erastés, que pasando por distintos erómenon, se vuelve más
deseable. Se trata no tanto de tener
–cuyo caso paradigmático es Pausanías- sino de ser.
Es ese objeto, percibido por
medio de la voz y la palabra es el que pone a Alcibíades a los pies de
Sócrates.
Aclarado este punto vayamos a la intervención
de Sócrates: Este sabiéndose el erómenos de Alcibíades no responde a su demanda
de dar un signo de su deseo por él, pese a la insistencia y la manifestación
pública que Alcibíades le hace.
Es notable que Sócrates lo deje quejarse, no
calme la queja ni el reclamo, que recibe. Si le hubiese dado un signo de su
interés las cosas hubiesen tenido otro rumbo, lográndose la metáfora del amor,
pero como vemos no sucede.
El hombre del deseo -como lo
llama Lacan-, se pone demandante, termino más afín en este caso. Lo que ha
sucedido entonces es un cambio en la posición
de Alcibíades, se evidencia algo por él desconocido. Esto es que a él le falta…
en el amor. El efecto de la negativa a responder asumida por Sócrates, coloca a
Alcibídaes como erastés –aquel que no
sabe que le falta-. Consideremos que era figura que siempre tuvo lo que quería,
ahora queda descompletado, quejándose. En
ese punto es que se produce la interpretación de Sócrtes indicándole que en
realidad desea a Agatón.
En resumen, si el análisis, tiene
que permitir que alguien ame, dice Lacan que es como amante que aprenderá
aquello que le falta. Creo que esto es lo que nos hace ver el recorrido de El
Banquete.
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