Para ir cerrando el año, les recomiendo una joyita de F. Truffaut.
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Filmada con el irremediable amor-odio en las relaciones de pareja que consigue Jacques Becker en "Edouard et Caroline" y el encanto de patio vecinal que plasmó Renoir en "Le Crime De Monsieur Lange", la cuarta comparecencia de Doinel continúa con el tono de comedia romántica que tan buenos resultados cosechó en su última aparición "Baisers Volés". El magnífico ritmo que los grandes clásicos franceses conseguían en sus películas no está muy lejos del que Truffaut alcanza con este film, adorable intento de un cineasta honesto por mostrar desde su más sincera simpatía por el que ya es su personaje por excelencia otros retazos de la vida, en este caso, la convivencia en pareja, el capricho, el hastío emocional, y los encuentros finales con la amistad y como siempre, con la ternura.
Ahora antoine Doinel parece haberse establecido ya en su vida emocional casándose con Christine, pero en lo profesional no da señales de avance: continúa saltando de ocupaciones que van creciendo en su ridiculez. Nuestro contradictorio héroe definitivamente no es ambicioso, aunque es a él al que acuden a pedir un dinero que da gustoso, antihéroe que adora a su mujer aunque no tarda en correr tras una sofisticada oriental -encarnación exótica del capricho- consumando la infidelidad, y también es él quien pide auxilio a su despechada mujer para librarse de su aburrida amante a la que ya no soporta más. Situaciones que en manos de Truffaut cobran la dimensión de el estar contemplando emocionado la realidad, donde ningún personaje es excepcional pero todos nos sobrecogen, donde la gente habla, ríe, miente, discute, ama y se traiciona con naturalidad y acabamos por adoptarlos como lo que Truffaut pretende que sean: vecinos, amantes, amigos, neuróticos, solitarios...
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