jueves, 29 de noviembre de 2012

Psicoanálisis: El resorte del amor, o el Banquete de Lacan





Una estrategia para abordar tanto El Banquete como El resorte del amor que les propongo es hacer una división. Como primer movimiento, situamos  tres partes: A) los elogios del amor,  B) el discurso de Sócrates que implica hacerse hablar por Diótima,
 y por último C) la entrada de Alcíbíades y el cambio de las reglas.

Brevemente podemos ubicar algunas coordenadas de cada parte:

A)   Los elogios, llamamos así la primer parte, se caracterizan por tratar de aclarar cual es la naturaleza del amor, y que es lo que se debe apreciar. Cada invitado al banquete, dice su discurso en clave personal y desde lo que sabe y conoce. El conocimiento implica la vía de acceso a la naturaleza del amor. Paralelamente Lacan comienza a desarrollar su metáfora con las figuras del Erastés y el Erómenos.

B)    Sócretes –cuando llega su turno- se dieciza, se divide (Spaltung) y hace hablar a Diótima, que introduce el mito del Amor cuya clave es la falta y el no saber. Propone seguir la belleza en la búsqueda de cierta perfección, y el juego erastés y erómenos. Cuando más se desea, más deseable se vuelve quien desea. Sustituye la guía hacia el objeto de amor por la guía misma, la clave está en desear, pasar de erómenos  en erómenos.

C)    La entrada de Alcibíades, cambia las reglas ahora se elogia el otro al de al lado de la derecha. Entra el otro como objeto en el amor, cuestión novedosa. Dos cuestiones:  una el objeto en términos de agalma que es el pivote entre amor y deseo, no permutable, no intercambiable. Está en el interior, a la inversa que la belleza. El objeto es parcial, ninguna idea totalizadora. El sujeto en el amor es también nuestro objeto de deseo. La otra cuestión, es la intervención de Sócrates, que sabiéndose el erómenos de Alcibíades no responde a la demanda de este, es decir no se produce la metáfora del amor. Alcibídaes queda como erastés. En ese punto es que se produce la intervención de Sócrtes indicándole que en realidad desea a Agatón.

Bien con esta partición del texto, les propongo ahora una reducción a dos bloques: El primero agrupa, los elogios y el discurso de Diótima, y el segundo la entrada de Alcibíades. La clave de esta nueva forma de ordenar las cosas es el objeto en tanto agalma. El tomar al otro como objeto de nuestro deseo en el amor indica un giro radical. Ni en los elogios ni en Diótima surge la cuestión de agalma como centro del deseo humano.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Cultura: "Elogio del amor" de Alain Badiou




Portada de "Éloge de l'amour" de Alain Badiou



Portada de "Éloge de l'amour" de Alain Badiou

Por José Rosas

"Éloge de l’amour" (Elogio del amor), editado por la casa francesa Flammarion, es el nuevo libro del filósofo Alain Badiou que se convierte en un gran éxito de librerías, un fenómeno que ya ocurrió en 2008 con otro trabajo suyo, de análisis político, titulado "¿Sarkozy es el nombre de qué?". Ya en aquel libro se encontraba el germen de este Elogio del amor.
Alain Badiou no es uno de esos pretendidos “nuevos filósofos” mediáticos acostumbrados a indignarse teatralmente ante las cámaras de televisión. Profesor emérito de la Escuela Normal Superior, donde se forma la élite letrada francesa, autor de libros como "Deleuze: El clamor del ser", "El ser y el acontecimiento", "Breve tratado de ontología transitoria" y "Lógicas de los mundos: el ser y el acontecimiento", por citar sólo algunos de sus trabajos traducidos al español, además de al inglés y a otras lenguas, Alain Badiou anunciaba ya en "¿Sarkozy es el nombre de qué?" su preocupación por el tema del amor. Allí escribía: "el amor debe reinventarse pero también, sencillamente, debe ser defendido porque se encuentra amenazado por todas partes."Este "Elogio del amor", en forma de diálogo con el periodista Nicolas Truong, desarrolla, pues, la concepción del amor de un filósofo con claro compromiso social. Para empezar, algo que no le gusta a Badiou es la organización social del encuentro amoroso, la visión segura del amor, el amor protegido contra todo riesgo. Ese tipo de encuentros, le sustrae al amor toda “poesía existencial”. “Hay que reinventar el riesgo y la aventura, contra la seguridad y el confort”, dice Badiou. Luego, frente a la concepción romántica del amor que se centra en el éxtasis del encuentro, la concepción jurídica para la que el amor es un contrato y la concepción escéptica, según la cual el amor es una ilusión, Alain Badiou propone el amor como “una construcción de verdad”. Dice pues: “el amor es un proyecto, que incluye por cierto el deseo sexual pero también mil otras cosas, o sea, cualquier cosa siempre y cuando se trate de vivir una experiencia desde el punto de vista de la diferencia.” Y es éste, probablemente, el núcleo de la concepción del amor de Badiou: es un encuentro entre dos diferencias. Se añade a ello la duración: “un amor es sobre todo una construcción durable”, “una aventura obstinada”. “Un amor verdadero es aquel que triunfa durablemente, a veces con grandes dificultades, frente a los obstáculos que le proponen el espacio, el mundo y el tiempo”, dice el filósofo.Sin embargo, esta “aventura obstinada” que es el amor no tiene nada de fácil. “No siempre es pacífica”, precisa Badiou, “implica peleas violentas, verdaderos sufrimientos, separaciones que se superan o no”, “hay muertes por amor, suicidios por amor” ya que “una verdad no es algo que se construye como una novela rosa”. “El drama amoroso es la experiencia más clara del conflicto entre la identidad y la diferencia” y “decidir, sobre todo de manera unilateral, el fin de un amor es siempre un desastre.”Para concluir, esta frase de Sócrates a la que adhiere Alain Badiou plenamente: “quien no empieza por el amor no sabrá nunca lo que es la filosofía.”



Fuente: rfi en español- 
Artículo publicado por Jueves 11 Marzo 2010 -



jueves, 1 de noviembre de 2012

Cine: Michael Curtiz



(Miháli Kertész; Budapest, 1888 - Hollywood, 1962) Director de cine estadounidense de origen húngaro. Formado en el teatro, rodó numerosas películas en Budapest, junto a M. Stiller y V. Sjöström, y en diversos países europeos desde 1919. Instalado en Hollywood en 1926, trabajó casi en exclusiva para la Warner y demostró un sólido talento de artesano capaz también de realizar grandes títulos, como Las aventuras del capitán Blood (1935), La carga de la brigada ligera (1936), Alma en suplicio (1945) y, sobre todo, Casablanca (1943), por la que recibió el Oscar a la mejor dirección.


Llevado a Hollywood por Harry Warner en 1926, durante los siguientes veinticinco años rodó más de cien títulos, muchos de ellos rutinarios, pero también otros en los que pudo desplegar su gran energía creativa. Para los críticos, su figura está íntimamente ligada al sistema de los estudios de Hollywood. A menudo ha sido calificado de técnico muy bien dotado que supo subordinar su personalidad a las exigencias de la maquinaria.
Sin embargo, algunas de sus películas de los años 40 y 50 contradicen esta afirmación simplista. Su ciclo con Errol Flynn dio al cine estadounidense aventuras románticas memorables, entre las que sobresale un gran clásico como Robin de los bosques (1938), en el que Curtiz y Flynn se reencontraron con Olivia de Havilland y Basil Rathbone, tras haber participado todos ellos en la filmación de otro título emblemático del cine de aventuras, El capitán Blood (1935). El realizador húngaro tuvo la habilidad de imprimir un ritmo trepidante a la historia y logró momentos memorables, entre los cuales merecen especial recuerdo la divertida lucha entre Robin Hood y Little John o el largo y accidentado duelo final a espada entre el héroe y el villano.
También rodó excelentes filmes con Humphrey Bogart, John Garfield y James Cagney. Casablanca (1942), por la que obtuvo el Oscar, es una obra de arte ya clásica y difícilmente puede definirse como "el más afortunado de los accidentes afortunados", en frase de Andrew Sarris. Curtiz supo engarzar a la perfección los heterogéneos elementos de un guión improvisado manteniendo en todo momento el suspense, encajó actores por cuya química nadie apostaba y manejó de modo magistral las atmósferas y los planos cortos, penetrando hasta las entrañas de los personajes.
El realizador húngaro cultivó todos los géneros cinematográficos: drama social, comedia musical, western, sagas marinas, comedias de capa y espada, melodramas de gángsters y de ambiente carcelario y películas de terror y de misterio. Otros títulos destacables de su filmografía son Ángeles con las caras sucias (1938), Yanqui Dandy (1942), Pasaje para Marsella (1944), Noche y día (1946) y No somos ángeles (1955).


Fuente: Biografías y Vidas