jueves, 28 de julio de 2011

Cine:De dioses, de guerras y de hombres...Por Silvia Russo

La miseria, el miedo, la duda, la cobardía... son parte de nuestra humanidad. Tanto como la capacidad de amar, de solidaridad, respeto, conciencia de nuestros anhelos y contradicciones.
Ser consagrado religioso, no salva del tormento de ser hombre. No vuelve a un monje, DIOS.Y con ello vemos la imperfección, el sufrimiento, el conflicto ético, psicológico, político, religioso, moral... que se desarrolla en este imperdible film.
De un ritmo tan reflexivo como cuidadoso al mostrar y decir.
De un contraste de violencias, las armas y la muerte. La conciencia y seguir vivo, aunque muerto si no hay coherencia de búsquedas internas... es posible emocionarse, replantearse más allá de la situación histórica cuestiones que hacen a la limitación humana.
Honestidad, sacrificio, elecciones, deseos, ilusiones quedan plasmados en casi hora y cuarenta y cinco de película. Un grupo de hombres creyentes, que alternan entre su fe y su humanidad. En extremos contundentes que manifiestan la valentía de saberse fallidos, pero inquietos por no deslindar su cuestión nodal en el devenir de un destino definido por otros.
La posición ética nada tiene que ver con lo moral, es el deseo y sus consecuencias quienes marcan su decisión y posterior aceptación.
Un ejemplo para ver, independiente a credos, historias, y excusas de ritmo lento... para decidir y pensar y producir un ACTO; hay que tomarse su tiempo.
ANÍMENSE... un aprendizaje creíble de valor y entrega.
HUMANOS.

lunes, 25 de julio de 2011

Filosofía: Consideraciones sobre el concepto de genocidio como práctica social en el marco de los debates sobre los acontecimientos inenarrables

Lic. Adrián Ercoli
(IDIHCS –Agencia)

A partir de la lectura del libro "El genocidio como práctica social" de D. Feierstein, me interesó indagar el modo en que el autor da cuenta de los problemas filosóficos implicados en su propuesta, cuestión que aborda explícitamente. Al respecto me llamó la atención el modo en que se posiciona en el debate sobre la representación del pasado cuando incluye a Hayden White como parte de la estrategia para evitar las implicaciones del debate acera de la representación histórica del Holocausto, permitiéndole también una salida "legitimadora" para tratar al genocidio como práctica social. Escribo entre comillas legitimadora, pues aunque la cita de White no es el eje de su fundamento con relación al debate sobre el pasado, creo no obstante, es muy significativa dicha referencia. Apreciamos que Feierstein retoma la idea de la pluralidad de relatos –presente en los planteos narrativistas de la perspectiva de Hayden White- a fin de enfrentar la representación del pasado desde una opción opuesta principalmente a aquellas que postularon el silencio. Así, la pluralidad de relatos constituye un modo propicio para avanzar sobre una relación con el pasado sin pretender clausurar desde un reduccionismo “explicativo” la complejidad de los genocidios a vínculos causales directos. En este sentido el autor apunta a ciertas discurisvidades y efectos simbólicos como las generadoras de la idea de una objetividad sobre el fenómeno del genocidio que suele dejar separados por un lado, la reconstrucción individual de los hechos (testigo, testimonio), y por otro lado la reconstrucción macro o estructural de los mismos. De algún modo la propuesta de Feierstein con relación a los aspectos filosóficos del abordaje del genocidio se estructura con la pretensión de escapar a la interpretación del acontecimiento límite, sobre todo, en términos la sacralización ante el horror
En este marco me interesa plantear la siguiente hipótesis: la postulación del genocidio como práctica social no logra establecer una posición clara respecto del horror como cualidad esencial que hace de este tipo de acontecimiento el ser denominado único. Esto obedece a que en la búsqueda de evitar la sacralización del horror, éste (es decir, el horror) se desplaza subrepticiamente hacia la dinámica social que lo engendra, siendo ello más bien una variación de los modos en que se piensa la relación entre el saber y lo político que un modo, si se me permite la expresión, de conjurarlo.

A continuación presentaremos primero dos enfoques opuestos acerca del genocidio con el propósito sirvan de antecedentes para comprender desde dónde nos interesa pensar la propuesta del sociólogo Daniel Feierstein. Luego presentaremos el modo en que fundamenta y sostiene la propuesta de interpretar el genocidio como una práctica social. Finalmente concluiremos haciendo una consideración al modo en que dicha fundamentación no logra evitar la cualificación del genocidio como acontecimiento límite.


Antecedentes de la concepción del genocidio como práctica social

Antes de presentar el modo en que Feierstein expone su posición acerca del genocidio me gustaría brevemente ubicar contextualmente, en la medida de lo posible, algunos antecedentes relevantes para el tema que sirvan no sólo para comprender la exposición sobre el autor sin también el sentido de las consideraciones al finalizar el trabajo.
Uno de los autores que cita Feierstein en su trabajo como un pensador vinculado a la sacralización del genocidio es George Steiner, haciendo principalmente hincapié en su obra “Lenguaje y silencio”. La visión que podemos referenciar con George Steiner , es la del silencio como opción cuando el lenguaje no puede expresar la barbarie, cuando el lenguaje se encuentra con el fracaso de comunicar y representar el sentido de su época. Esto lo podemos apreciar en la siguiente cita: “Es preferible que el poeta se corte la lengua a que ensalce lo inhumano, ya sea por medio de su apoyo o por medio de su incuria. Si el régimen totalitario es tan eficaz que cancela toda posibilidad de denuncia, de sátira, entonces que calle el poeta (y que los eruditos dejen de editar a los clásicos a unos kilómetros de de los campos de concentración) Debido precisamente a que es el sello de su humanidad, al que es lo que hace de hombre un ser, un ser ávidamente inquieto, la palabra no debe tener vida natural, no debe tener un santuario neutral en los lugares y en el tiempo de de la bestialidad. El silencio es una alternativa.” Frente a esta perspectiva, encontramos una figura que Feierstein retoma para construir su alternativa al silencio, antecedente tanto sociológico como político, en cuanto al tratamiento del genocidio. Me refiero a Zygmunt Bauman, quien publicaba a fines de los años ochenta “Modernidad y Holocausto” con el propósito de indagar en un aspecto insoslayable a su entender en la comprensión del holocausto. El aspecto crucial no es otro que el que se menciona en el mismo título de la obra: le relación entre la modernidad y el holocausto. Bauman plantea que esta relación entre modernidad y holocausto es un binomio que no debiera perderse de vista. No se trata allí de la reducción de la modernidad de occidente como un equivalente del holocausto sino como la condición de posibilidad del mismo. Reponiendo planteos que otrora marcaran los representantes de la escuela de Frankfurt acerca de la condición moderna del genocidio, Bauman presenta un análisis sociológico que pretende hacer justicia frente al atraso de las ciencias sociales en el campo de estudio de los genocidios del siglo XX. Abarcando las preguntas de la filosofía y la práctica historiográfica acentúa la idea de preguntarse por el pasado más allá de la preocupación académica de entender y explicar los fenómenos sociales, más allá de ver en el genocidio nazi particularmente un acontecimiento más en el devenir de la historia. Esta obra resume en algunos pasajes los problemas más relevantes del estudio del pasado reciente en lo referido a por qué ocuparse de él. Dejando de lado la justificación que Bauman da de la relación modernidad y genocidio, es claro que su obra es un antecedente a considerar si pensamos en un posible recorrido del cambio de posición en el estudio del tema por parte de las ciencias sociales. En línea también con análisis de lo que ya había planteado Hannah Arendt en su libro “Eichman en Jerusalén”, la explicación de Bauman apunta a establecer los modos en que el nazismo logró llevar adelante el genocidio. Sucintamente, y adentrándonos en lo que nos interesa a los fines propuestos, Bauman acude a la razón instrumental, la técnica y la burocracia como los modos más determinantes y específicos del desarrollo del nazismo. Desde esta lectura el autor nos advierte que uno de las consecuencias que tienen estos tres aspectos de origen estrictamente moderno es la de deshumanizar el vínculo de los individuos con los objetos, generando una relación de distanciamiento que posibilita un compromiso técnico con la producción en detrimento de toda responsabilidad moral en la misma ejecución. Resulta así que el trato burocrático, racional instrumental y técnico convertiría a los individuos en meros operadores especializados, formando parte del eslabón de la gran cadena “productiva”, cuestión que daría por resultado la despersonalización de los judíos, gitanos, homosexuales y todo grupo social al ser considerados “técnicamente” como variables de la producción, y pasibles de toda aflicción en pos de la mejora de la sociedad nazi. Pero no nos ocuparemos aquí del planteo de Bauman, tan sólo nos interesa resaltar el antecedente que supone su interpretación en línea con las perspectivas que intentan desplazar el enfoque sacralizante del genocidio. Seguramente encontraremos otros aspectos de la posición de Bauman al momento de discriminar qué elementos han de ser tenidos en cuenta desde una perspectiva que pretenda recuperar el análisis sociológico para este tipo de fenómenos sociales. Pero sirva esto, espero como antecedente sociológico de la perspectiva de Feierstein. Sin embargo como veremos posteriormente, el problema de abordar el carácter único del genocidio está presente en el enfoque de Feierstein. En este sentido no puede evitar un posicionamiento, aunque sea indirecto, sobre el debate de la representación histórica.
Podemos pensar una breve contextualización de esto a partir de unos pasajes del artículo publicado en el año 2007 por María Inés Mudrovcic, el cual lleva por título “El debate en torno a la representación de acontecimientos límite del pasado reciente: alcances del testimonio como fuente” donde se hace una referencia explícita a las etapas del problema de la representación histórica. Allí podemos leer “Gran parte de los debates de los últimos años ha girado en torno a los límites de la representación histórica de acontecimientos extremos del pasado reciente. Sin embargo, el tema de la representación histórica no es nuevo en el ámbito de la teoría y la filosofía de la historia. En este contexto quiero distinguir dos etapas en la discusión. La primera de ellas comprende el periodo abarcado desde la aparición de Metahistory
(White 1973) hasta principios de los años 1990 (el verano europeo de1986, en el que comienza el Historikerstreit o debate de los historiadores ocurrido en Alemania). La segunda etapa se extiende desde esa fecha hasta la actualidad.” La cita en principio obedece aquí a una necesidad de sintetizar un problema que nos atañe directamente en el presente trabajo, pero también a al uso que podemos darle a dicha diferenciación de los momentos de este debate. Puntualmente me refiero a que los acontecimientos límite en la medida que forman parte del debate, han sido el disparador para repensar la cuestión del sentido del genocidio, y que mientras, por un lado, en la primera etapa se puede ver una discusión de tipo más formal y metodológica frente a la “construcción” del pasado reciente ligada a las tensiones propias del giro lingüístico en las ciencias sociales, por el otro, se advierte en el segundo momento, la preocupación por la capacidad epistemológica de la historiografía para contar el holocausto, sin traicionar el carácter de horror que las víctimas sobrevivientes testimonian, y que exigen como mínimo pensar en esta radicalidad. Es así que el problema ya no es sólo cómo representar, sino además que esa representación debe dar cuenta de una forma de comprensión del pasado específica, que enseñe cómo evitar o repetir el horror
El horror del genocidio, una estrategia para no quedar mudos

En Tiempo y Relato, Paul Ricoeur proponía hacer fructíferas las aporías, y es así como plantea una interpretación de la pregunta agustiniana por el tiempo. Dicha sugerencia filosófica la tomo para pensar en la problemática que presento. Quizás tratando de parafrasear a Agustín de Hipona, diría que tengo interiormente la convicción de que el genocidio es una de las expresiones del horror más terrible, y sin embargo al momento de explicar esta convicción íntima me quedo sin palabras para definirla con precisión. Creo que algo de ello es lo que está puesto en juego cuando se intenta salir de la figura del genocidio como un acontecimiento irrepetible, al punto de negar todo pensamiento por insuficiente. Sin embargo frente a ello se han suscitado numerosos esfuerzos de comprensión, entre ellos el enfoque sociológico que ahora abordaré. Daniel Feierstein propone en su libro “El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina” afirma al comenzar la introducción: “El trabajo que aquí se plantea se propone dos objetivos simultáneos. En su intención estratégica, se busca comprender al aniquilamiento de colectivos humanos como un modo específico de destrucción y reorganización de relaciones sociales. Es decir, observar estos procesos de aniquilamiento no como una excepcionalidad en la historia contemporánea, sino como una tecnología de poder peculiar, con causas, efectos y consecuencias específicos, que pueden intentar ser rastreados y analizados.
En su intención histórica y narrativa, lo que se propone es la posibilidad de ilustrar esta afirmación a partir del análisis de dos procesos de aniquilamiento: el desarrollo por el nazismo entre 1933 y 1945, que tuvo a su vez varias modalidades, objetivos y momentos diferenciados, y el desarrollado en la República Argentina entre 1974 y 1983.” Así nos encontramos con el desafío del autor en su distinción entre la intención que orienta el trabajo y la estrategia para lograrlo. Pareciera ser que esta separación de objetivos se traza con la idea de implementar un método derivado del análisis de Hayden White en Metahistoria. Así, pone de manifiesto la estrategia que coadyuvara a la concreción del objetivo político del libro, es decir, a su intención histórica y narrativa. Con ello busca tanto afrontar la dimensión política del genocidio como objeto de estudio de las ciencias sociales, como expresar esto de modo tal que no quede encerrado en una dimensión estrictamente subjetiva. A lo cual agregaría que el reconocimiento de la condición política del genocidio implica de algún modo de por sí quitar el aura y llevarlo a un plano común, comunitario. En lo que sigue me interesa presentar cómo construye Feierstein el recorrido que va del concepto de genocidio a la tecnología de poder o dispositivo, partiendo desde la dimensión jurídica a la histórica y luego a un enfoque de las ciencias sociales.
Sostiene Feierstein cuando analiza el concepto de genocidio: “Hay consenso entre los historiadores acerca de que el término genocidio surge como un neologismo creado por el jurista Raphael Lemkin. … y luego agrega… Mattias Bjornlund, Erick Markusen y Mattias Menecke definen al genocidio como un concepto problemático, al rastrear los desacuerdos producidos en el interior de la propia Convención para la Prevención y la Sanción del delito de Genocidio, las permanentes discusiones entre los historiadores y sociólogos y la complejidad de las discusiones desarrolladas por los tribunales penales internacionales que juzgan los hechos de Ruanda y la ex Yugoslavia.” Lo relevante de este pasaje para el trabajo presente es la imposibilidad de unificar un criterio para determinar qué entender por genocidio, lo cual hará que Feierstein opte por la necesidad de distinguir los modos de su posible estudio y aplicación. Es así que afirma que: “Desde el punto de vista jurídico, la propuesta de dirigir la definición hacia el nudo esencial del aniquilamiento sistemático de un grupo de población como tal es la mejor solución para resolver las contradicciones y garantizar la igualdad ante la ley de los diversos victimizados.
Sin embargo desde una mirada histórica sociológica esta solución parece reducir el fenómeno a la perspectiva que entiende al genocidio como una práctica antigua que recién ahora cobra expresión jurídica.” Resulta entonces necesario situar el origen del genocidio en la historia. La jurisprudencia no tiene incumbencia en ello. Por tanto habrá que buscar un origen al genocidio que vaya más allá de la etimología y la definición conceptual. Quizás sirva en este punto recordar la interpretación foucaultiana de la palabra origen como emergencia formulada en el texto Nietzsche, la genealogía, la historia, a propósito de la diferencia entre emergencia y procedencia. Allí la emergencia es postulada como una forma de análisis genealógico caracterizado por “…el punto de surgimiento. Es el principio y la ley singular de una aparición…La emergencia se produce siempre en un determinado estado de fuerzas. El análisis de la emergencia debe demostrar el juego, la manera como luchan unas contra otras, o el combate que realizan contra las circunstancias adversas, o aún más, la tentativa que hacen…para escapar a la degeneración y revigorizarse a partir de su propio debilitamiento.” Y luego completa Foucault: “la emergencia es pues, la entrada en escena de las fuerzas; es su irrupción, el movimiento de golpe por el que saltan de las bambalinas al teatro, cada una con el vigor y la juventud que les propia.” Así el origen del genocidio debe buscarse para Feierstein en la emergencia de dispositivos que tiene lugar desde la temprana modernidad occidental, tal como lo sostiene cuando dice: “Por el contrario este trabajo pretende esbozar la posibilidad de que el genocidio – o cuanto menos su forma moderna, que es cuando aparece como concepto, y al que en este trabajo diferenciaré con el término no “genocidio moderno”- constituye una práctica social característica de la modernidad (de una modernidad temprana, que podría tener sus antecedentes hacia finales del siglo XV, pero cuya aparición definitivamente moderna se centra en los siglos XIX y XX), cuyo eje no gira en el hecho del aniquilamiento de poblaciones sino en el modo peculiar en que se lleva a cabo, en los tipos de legitimación a partir de los cuales logra consenso y obediencia y en las consecuencias que produce no sólo en los grupos victimizados –la muerte o la supervivencia- sino también en los mismos perpetradores y testigos , que ven modificadas sus relaciones sociales a partir de la emergencia de esta práctica. Y es en esto en lo que difiere de procesos de aniquilamiento de población antiguos, así como de otros procesos de muerte contemporáneos.” E inmediatamente refuerza esto con la siguiente aclaración: “Es por ello que para caracterizar a los procesos históricos concretos, prefiero utilizar la expresión práctica social genocida en lugar de genocidio, en tanto la primera permite aclarar conceptualmente varias cuestiones por comparaciones con el término genocidio, que reservo a su utilización jurídica
Ahora bien, si estas citas muestran en alguna medida la opción de Feierstein para comprender el genocidio como un proceso, más lo refuerza cuando vemos cómo define la práctica social genocida, marcando una diferencia entre el enfoque sociológico y el historiográfico. Para ello el autor sugiere que el genocidio entendido como práctica social “evita aquellas perspectivas que tienden a cosificar a los procesos genocidas, equiparándolos a fenómenos climáticos” Con esto resalta el aspecto constructivo del proceso por agentes intencionales, con mecanismo de legitimación y consenso, lo cual habilita también a un proceso deconstructivo, “lo que agrega al trabajo académico un valor específico como aporte para la acción política y para las prácticas de resistencias y confrontación.” Pero también señala que “la práctica social remite a una permanente incompletud”, evitando con ello generar algún tipo de efecto de finalización de dicho proceso. Y cabe volver sobre una expresión del autor central a nuestro planteo: “Incorporar el concepto de prácticas genocidas permite tomar distancia de una discusión compleja para las ciencias sociales sobre el momento exacto de la periodización de los hechos en que se podría utilizar el término genocidio. ¿Cuándo dicho genocidio estaría efectivamente presente? ¿A partir de qué momento se puede considerar que la utilización del término es correcta conceptualmente?”
Por tanto el enfoque de nuestro autor fundamenta su análisis del holocausto y su vinculación con el caso argentino mostrando que el genocidio es un proceso que se desarrolla a través la modernidad; proceso que es denominado como una práctica social entendiendo por esto: “aquella que tiende y/o colabora en el desarrollo del genocidio como aquella que lo realiza simbólicamente a través de modelos de representación o narración de dicha experiencia. Esta idea permite concebir al genocidio como un proceso, el cual se inicia mucho antes del aniquilamiento y concluyen mucho después, aún cuando las ideas de inicio y conclusión sean relativas para una práctica social, aun cuando no logre desarrollar todos los momentos de su propia periodización.”
En este marco se clarifica y comprende el último aspecto que me interesa destacar del planteo de Feierstein. Me refiero a cómo expresa su posición frente al carácter inenarrable del horror que ha dado lugar, en gran medida, a su exposición:
“La sacralización del Holocausto en tanto experiencia inaprehensible desacraliza aquellos procesos de negativización y aniquilamiento que aparecen como expresamente racionales y comprensibles –en particular, los políticos ideológicos- disminuyendo su rasgo al trasladar la asignación identitaria construida por los genocidas a la voluntad de las víctimas, en una delimitación tajante y epistemológicamente insostenible entre el ser ontológico –un ser más allá de la práctica, un ser “por nacimiento”, un ser esencial- y un hacer claramente político y consciente”
“El historiador entonces –junto al sociólogo, al filósofo, al político y demás profesiones del análisis de esta experiencia- se transforman en jueces que delimitan en qué medida el “hacer” de las víctimas hace comprensible su aniquilamiento, dado que si su victimización obedeciera más que a su mero ser, el carácter genocida de al acción quedaría puesto en entredicho”
Feierstein sostiene contra esta posición que la tecnología de poder que él llama práctica social genocida permite postular un hilo conductor entre los procesos que él puntalmente intenta mostrar como vinculados, y afirma que la negación del otro llego en esto casos al extremo, siendo que su desaparición es material y simbólica, exterminios que evidencia su carácter de modernidad de las guerras en los que la desaparición del otro es el comienzo y no el final o acabamiento de las mismas.

Consideraciones finales

En principio me interesa destacar que me resulta interesante el esfuerzo por salir de las implicaciones ético-políticas de la sacralización del genocidio. Sin duda que el carácter inefable que le otorga la interpretación sacralizante al genocidio habilita objeciones no solo de orden práctico, sino también epistemológicas respecto del papel de las ciencias sociales y su capacidad para comprender este fenómeno. Y a esta cuestión no referiremos aquí.
Hemos visto que, las prácticas sociales son un modo de articular los hechos en el que es posible advertir el modo de integrar la experiencia y la teoría. Desde las prácticas sociales se podría evidenciar los abusos de la teoría monolítica causal en el esfuerzo por comprender el pasado, advirtiendo cómo "construyen" sentidos al momento de relatar los hechos. La posición de White al respecto es fructífera (más allá de los límites complicados que tiene en algunos puntos sobre la representación) al proporcionar un modelo de construcción del relato histórico, en el que se analiza los modos de conjugar los hechos y la teoría.
Ahora bien, en la interpretación de Feierstein puede apreciarse una suerte de ambigüedad si nos preguntamos en qué basaría él su interés por el genocidio. Pues es claro, que con sus reservas y sus críticas explícitas, no objeta el tratamiento jurídico en términos de los fundamentos epistémicos que puedan servir como base para la construcción de una condena. Por otra parte, vemos que trata con menos énfasis, la relación de las ciencias sociales con la historia al punto que no la problematiza sino que la asume desde la aceptación de la propuesta narrativista de Hayden White para pensar el genocidio, principalmente, con relación a la condición esquiva que lo define como único.
De este modo el enfoque de Feierstein se alinea con gran parte de las ciencias sociales, que han procurado dar cuenta del problema del genocidio en términos no sólo teóricos, sino también en términos prácticos. En éste último sentido, el problema de la repetición es un indicador de tratamiento del genocidio como una cuestión a evitar. Podríamos pensar que también esto expresa el deseo de un nunca más; en este sentido la mirada de la evitación aparece en el marco de algún tipo de superación; una superación que no implica conservar nada de ese pasado en términos de algo positivo, rechazando incluso toda afirmación que puede ser recobrada desde el marco teórico práctico que posibilitó el genocidio. Así nos encontramos señalando una acontecimiento que representa una experiencia a la que se desea no se repita jamás, y no obstante, conserva el problema de si es posible aprender algo, aunque sea un aprendizaje negativo. Si esto es así la repetición como punto de inflexión en las formas de comprender el genocidio, favorece pensar el futuro en clave de ruptura, distanciamiento, “control” de la repetición. Para que el pasado pueda ser conocido es necesario que esta repetición no tenga lugar, pues de ser activa y efectiva en el presente, niega un posible conocimiento capaz de establecer nuevos comienzos y finales tentativos.
En conclusión el fondo de la cuestión que me interesa expresar es el siguiente: es posible pensar el genocidio sin su condición de acontecimiento único. Establecer otras prácticas genocidas en el desarrollo de la modernidad como un proceso, ¿no implica, interrogarnos acerca de qué es lo que sigue siendo denominado como horroroso? Frente a la idea de que este acontecimiento puede ser rastreado en sus interpretaciones, en sus sucesivas puestas en escena simbólicas, no podemos preguntarnos acaso si esto supone un modo de acallar el horro que originó. Por último, si la historia es leída y debatida en términos operacionales, ¿no se corre el riesgo de instrumentalizarla en el sentido de obligarla a dar cuenta de algo que ella en principio tendría por objeto mostrar que sucedió, cómo sucedió pero quizás no evitar que vuelva a suceder? De hecho, siguiendo a Feierstein, el enfoque de las ciencias sociales y el de la justicia van por senderos diferentes.
O finalmente, y para concluir, ¿debiéramos enfocar el presente planteo sobre el genocidio hacia una suerte de debate con la filosofía de la historia, por lo cual la discusión de fondo implicaría en alguna medida reponer la versión genealógica de Fuocualt como diferenciadora de la historiografía? Si este fuese el caso, entonces la apelación a White no estaría fundada en tanto que éste autor, dentro de su provocativa propuesta, justamente no renuncia a ella, sino que busca de algún modo su proliferación para que pueda seguir existiendo.

sábado, 23 de julio de 2011

Literarias: Paul Auster por Silvia Russo

Paul Auster es un escritor contemporáneo, libros como EL CUADERNO ROJO, LA INVENCIÓN DE LA SOLEDAD, EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS son obras preciosas y recomendables; a mi criterio.

Van algunas de sus ideas y frases para disfrutar.

Silvia Russo



Necesitamos desesperadamente que nos cuenten historias. Tanto como el comer, porque nos ayudan a organizar la realidad e iluminan el caos de nuestras vidas.

Para los que no tenemos creencias, la democracia es nuestra religión.

Los escritores somos seres heridos. Por eso creamos otra realidad.

Lo que obliga a leer es cuando sentimos que la obra es necesaria, escrita con una sensación de gran necesidad por parte del escritor de dejar que esa obra saliera a la luz. Hay muchos libros que suenan igual que otros, muchos poemas también. Los autores profesionales, con largas carreras, muchos escriben muy bien, pero no realmente maravilloso. Cuando lees algo maravilloso, todo cambia.

Nuestras vidas realmente no nos pertenecen, pertenecen al mundo, y a pesar de nuestros esfuerzos por darle un sentido a éste, el mundo es un lugar que va más allá de nuestro entendimiento...

jueves, 21 de julio de 2011

Política: Macri, Filmus y las elecciones porteñas, decálogo para una derrota por Atilio Borón

Decálogo para una derrota

La categórica derrota sufrida días atrás por el FpV en la ciudad de Buenos Aires impone la necesidad de analizar profundamente las causas de lo ocurrido, sorteando tanto el autocomplaciente triunfalismo de los perdedores -que creen que diciendo “ganamos” van a derretir la coraza de la matemática electoral- como el catastrofismo de la izquierda que cree que la ciudad ha sido definitivamente ganada no sólo por la derecha sino también por el fascismo. Ambas lecturas son insanablemente erróneas y en caso de prevalecer podrían ser la fuente de nuevas y mayores frustraciones en los próximos meses. Los resultados del 10 de Julio son la condensación de un conjunto de determinantes que no son estáticos sino cambiantes y variables, y sobre los cuales es posible hacer un trabajo político para modificarlos. La izquierda y las fuerzas progresistas deberán hacerlo cuanto antes; la derecha ya lo está haciendo, y esta es una diferencia muy significativa. Lo que sigue es una enumeración y breve análisis del papel jugado por algunos de los factores que incidieron en producir los resultados del pasado domingo y que damos a conocer con el objeto de promover un debate que no debe ser clausurado por el triunfalismo de unos y el pesimismo de otros. Dicho esto, vayamos al grano:

Primero: Buenos Aires lleva más de un siglo luchando por su autonomía distrital. Por lo tanto, para un candidato a Jefe de Gobierno de esta ciudad no hay peores credenciales que las que lo hacen aparecer como un simple delegado de la Casa Rosada, preocupado por “alinear” la ciudad con las prioridades y orientaciones establecidas por el gobierno nacional. Por increíble que parezca, ese error -que una parte del electorado, alentada por la prensa hegemónica, lo interpretó como una tentativa extorsiva de las autoridades nacionales- fue cometido por la Casa Rosada y consentido por el candidato del kirchnerismo. En línea con esta tesitura la presidenta designó autocráticamente a Daniel Filmus como candidato a jefe de gobierno; armó la lista de legisladores imponiendo en la cabeza de la misma a Juan Cabandié, una persona honesta, íntegra y admirable por su historia y su valentía pero muy poco conocida, “no instalada” como se dice en los ambientes de la mercadotecnia electoral; fijó también la presidenta la agenda de la campaña con su vista puesta en el escenario nacional y subordinando las necesidades y los temas locales; estableció la estrategia general de la misma (por ejemplo, impidiendo que Filmus fuera a debatir a TN; o “ninguneando” a los integrantes de las colectoras que operaban a favor del oficialismo, para no citar sino dos casos) y, para colmo de males, en el mismísimo acto de lanzamiento de la campaña el candidato oficialista fue completamente eclipsado por la vibrante oratoria de Cristina. Con cierta benevolencia se podría entender –más no justificar- este exacerbado verticalismo puesto de manifiesto en el actual proceso electoral como una expresión inevitable de la lucha que se está librando en el seno del peronismo, donde la ascendente hegemonía kirchnerista pugna por relegar definitivamente a los sectores más íntimamente ligados al neoliberalismo de los nefastos noventas. Pero esta operación, especialmente en el caso que nos ocupa, clamaba por la delicada precisión de un cirujano y no la tosca rudeza del carnicero. En síntesis: el gobierno nacional creó por su cuenta, sin ayuda de nadie, algunas de las condiciones en las que luego naufragaría el navío kirchnerista en aguas que no les son precisamente favorables. El resultado, por lo tanto, no puede sorprender a nadie. Fueron demasiados errores de entrada y para colmo cometidos al mismo tiempo, potenciando así sus más desastrosas consecuencias.
Segundo: se supuso, sin fundamento alguno, que la polarización obraría simétricamente, agrupando las voluntades del electorado en torno a dos polos, uno de derecha y otro “progresista” o de centroizquierda. Se pensaba, además, que dada la alta intención de voto de la que disfruta la presidenta en la ciudad de Buenos Aires estas preferencias se trasladarían mecánicamente a su candidato en el distrito. La experiencia reciente ya había demostrado, en otras latitudes, la debilidad de ese razonamiento: la altísima aprobación popular con que Lula dejó la presidencia no se transfirió a Dilma Rouseff, que tuvo que ir a un balotaje, y lo mismo ocurrió con Tabaré Vázquez y “Pepe” Mujica y Michelle Bachelet y Eduardo Frei, en este último caso con resultados catastróficos. En suma: la práctica demostró una vez más la fragilidad de ambos supuestos: la popularidad de la presidencia y los altos índices de aprobación de su gestión no se transfirieron sino en parte a Filmus, y la polarización fue asimétrica, es decir: concentró los votos en la derecha pero careció del empuje suficiente como para hacer lo mismo con el conjunto de fuerzas colocadas a la izquierda del centro político y unificarlas detrás de su candidatura. Pero la tibieza y silencios de Filmus –espontáneos o exigidos desde las alturas del Estado- ante algunos acontecimientos marcantes de la coyuntura como el caso Schoklender y sus derivaciones; los incidentes en el INADI; el apaleo a los maestros santacruceños y antes el acampe de los qom, mal podían despertar el entusiasmo necesario para concentrar el apoyo de las fuerzas sociales y políticas de ese espacio y derrotar al macrismo. Fomentar la polarización, como lo hizo el gobierno nacional, no podía sino favorecer al oficialismo local encarnado por Macri que, astutamente aconsejado por sus asesores, sacó provecho de esta equivocada táctica de sus rivales.
Tercero: la Casa Rosada sobreestimó el impacto político de la relativa bonanza económica por la que atraviesa el país, pensando que ello sería suficiente para inclinar el fiel de la balanza hacia el candidato del FpV. Subrayamos lo de “relativa” porque si bien no se pueden desconocer las altas tasas de crecimiento de la economía tampoco se puede dejar de notar la preocupante incapacidad del Estado para mejorar significativamente la muy injusta distribución del ingreso y la riqueza prevalecientes en el país. Se desconoció un hecho elemental: la bonanza económica favorece a los oficialismos, a todos los oficialismos, con prescindencia de su signo político: beneficia a Cristina pero también a Macri; a Gioja pero también a Binner; a Urtubey pero también a Ríos. Además, se subestimaron los efectos de la inflación, cuyos guarismos reales –producidos, por ejemplo, por los organismos técnicos de provincias gobernadas por el FpV- nada tienen que ver con los imaginativos dibujos del INDEC que sólo sirven para irritar a los sectores más humildes que sufren en carne propia la expropiación cotidiana de que son objeto por la inflación. Se subestimó asimismo el malestar social que aqueja a amplios sectores de la ciudad de Buenos Aires y para los cuales algunos de sus infortunios –como la pobreza, el desempleo, la inseguridad, los malos servicios públicos, el transporte, etcétera- se originan en las políticas del gobierno metropolitano pero también en las del gobierno nacional. Producto de este economicismo la candidatura del oficialismo no pudo leer adecuadamente las demandas de la ciudadanía porteña. Lo que estaba en juego era un cargo ejecutivo distrital, lo cual obligaba a plantear un programa específico destinado a resolver algunos de los problemas concretos que afectan a los habitantes de esta ciudad. En ese marco, las constantes alabanzas de Filmus a los progresos macroeconómicos experimentados por la Argentina desde el 2003, el nuevo alineamiento latinoamericano de la política exterior del kirchnerismo o la política de los derechos humanos, cuestiones que en el plano nacional son muy importantes, no sintonizaban con las preocupaciones mucho más modestas de los vecinos. Se produjo así un embarazoso minué dialéctico porque mientras Filmus exaltaba las virtudes del desendeudamiento Macri decía “metrobús en la Juan B. Justo”; aquél hablaba de la resolución de la crisis del 2001-2002 y este de la pavimentación de la avenida Patricios; el primero decía FMI y Macri respondía diciendo que “inauguramos cuatro nuevas estaciones de subte”. La irreflexiva hiper-nacionalización de la campaña del FpV favoreció a Macri, porque lo hizo aparecer como muy consustanciado con la problemática de la ciudad, y perjudicó a Filmus, percibido como un intelectual que hablaba de generalidades muy alejadas de la problemática cotidiana de Buenos Aires.
Cuarto: el gobierno hizo gala de una deficiente lectura sociológica de la ciudad. ¿Cómo explicar el triunfo de Macri en las quince comunas? Se puede entender una victoria con el 55 % de los votos en la Comuna 2 (Recoleta) pero, ¿cómo interpretar el 42 % obtenido en la 9 (Mataderos/Parque Avellaneda, Liniers) o el 45 % conseguido en la 4 (Parque Patricios/Barracas/Pompeya/La Boca)? ¿No se sabía acaso que una parte importante de quienes venían declarando en las encuestas su intención de votar a Cristina en la próxima elección también habían expresado su voluntad de apoyar a Macri en la municipal? Esto era vox populi. ¿Es posible que alguien en la Rosada ignorara un dato tan básico como este? Y si no lo ignoraban, ¿por qué no se diseñó una estrategia de campaña adecuada para enfrentar ese desafío? ¿O es que pensaban que porque el sur porteño es mayoritariamente pobre su opción por el kirchnerismo estaba garantizada de antemano, quienquiera que fuera su candidato o su agenda de campaña? ¿Creyeron que porque Macri es rico y favorece a los ricos los pobres irían automáticamente a repudiarlo en las urnas? En 1995, ¿no se re-eligió a Menem, colocado impúdicamente del lado de los ricos, con el cincuenta por ciento de los votos? Ante los pobres sin conciencia de clase la prepotencia del rico sólo por excepción suscita resentimiento y rebelión; las más de las veces provoca sumisión e intentos de emulación. Si no, ¿cómo explicar la popularidad, en los estratos más sometidos y pauperizados de las sociedades capitalistas, de ricachones como Macri, Piñera, Martinelli (en Panamá), Berlusconi y tantos otros? En el caso que nos ocupa también se subestimó la importancia del gobierno municipal en la contienda electoral. Este, al igual que el nacional, dispone de un instrumento importantísimo de persuasión y de propaganda política: la gestión. Y aunque muchos votantes piensen –con razón- que la de Macri ha sido menos que mediocre por ineficiente y corrupta, esa percepción fue neutralizada, al menos en parte, por algunas modestas –y a menudo demagógicas- políticas municipales; y por la otra porque para amplios sectores de la ciudadanía la ineficiencia y la corrupción de la gestión pública son males endémicos en la vida política argentina y desgraciadamente están resignados a ello.
Quinto: efecto autoengaño de las encuestas “truchas” y el “diario de Yrigoyen”. Este es un peligro gravísimo que aqueja a cualquier gobierno. El capítulo XXIII de El Príncipe lo dedica Maquiavelo a examinar el pernicioso papel de los aduladores, de los cuales aconseja a todo gobernante huir. La nefasta proliferación de asesores y consultores que sólo piensan en agradar a la presidenta y evitar transmitirle “malas noticias” -como que la inflación existe, que la sojización avanza a tambor batiente, y que la crisis energética que se avecina será tremenda- se combina con la tendencia, inherente a todos los gobiernos, al autoengaño. En algunas circunstancias el resultado de esta conjunción puede ser fatal. El “microclima” o el “entorno”, categorías típicas del análisis político de los argentinos, de hecho jugó un papel muy negativo en la reciente coyuntura electoral. Tomemos sólo un caso, aunque hay muchos en las diversas áreas de las políticas públicas: ¿Cómo es posible que los encuestadores elegidos por la Casa Rosada hubieran lanzado pronósticos tan desacertados pocos días antes de las elecciones? Peor aún, ¿cómo pudo alguien haber creído en las rosadas previsiones que brotaban de sus encuestas, sobre todo teniendo en cuenta los malos antecedentes que tenían muchas de esas firmas de consultoría? ¿O será que el propio gobierno cayó en la trampa de confundir un dispositivo propagandístico: el uso de las encuestas como medio de “manufacturar el consenso”, con un instrumento de análisis para conocer la realidad? Cualquiera que sea la respuesta a estos interrogantes sus resultados quedaron estampados en el rostro estupefacto de los líderes del oficialismo nacional la noche del domingo y la lastimosa soledad en que se debatió Daniel Filmus.
Sexto: el pecado del sectarismo. Mientras el oficialismo nacional hacía gala de un discurso que invocaba al pluralismo y la amplitud de miras, su práctica era de una cerril intransigencia. Ni una sola vez en toda la campaña recordamos haber visto a Filmus apareciendo públicamente con los otros dos cabezas de lista de las colectoras, Aníbal Ibarra (Partido Frente Progresista y Popular) y Gabriela Cerruti (Alianza Nuevo Encuentro). Grave error, si se tiene en cuenta que, como luego lo confirmarían los hechos, fue gracias al aporte de estas dos fuerzas despreciadas por la Casa Rosada que la candidatura oficialista pudo superar el decepcionante 14 % cosechado por la lista “ultra K” comandada por Cabandié (¡que obtuvo 30 puntos menos que la lista del PRO!) hasta llegar al 27 % final. Esta actitud habla de una visión estrecha, mezquina, egoísta y a la larga suicida. El remate, rayano en lo alucinante, se escenificó la noche del domingo en el bunker del FpV cuando la militancia no tuvo mejor idea -recibida con beneplácito por Filmus, Tomada y Alegre desde el proscenio- de cantar la “marchita” para festejar el “triunfo” del FpV, ¡triunfo consistente en haber obtenido cuatro puntos más que en el 2007 a pesar de haber quedado a casi veinte de Macri! O sea: derrota, negación, reperonización forzada y, al mismo tiempo, lanzamiento por parte de Filmus de una convocatoria amplia, a la izquierda y el progresismo, para derrotar a la derecha. ¿Quién podría ser tan ingenuo como para creer que con estas actitudes como esas se podrán sumar muchas voluntades para librar la batalla decisiva contra Macri el 31 de Julio?
Séptimo: lo incomprensible. Filmus, un destacado sociólogo y hombre de una dilatada trayectoria académica ¡rehusó debatir con Macri! La excusa fue que TN o cualquiera de los ámbitos controlados por los poderes mediáticos no ofrecían garantías. Es cierto: pero habida cuenta de la superioridad intelectual de Filmus sobre Macri el primero tendría que haber aceptado debatir con el actual Jefe de Gobierno en cualquier terreno porque sin duda lo habría vapuleado en la discusión y demostrado, ante la ciudadanía, las limitaciones e inconsistencias del pensamiento de Macri y su escaso conocimiento de las cuestiones de la ciudad. Este resultado se habría verificado aún con toda la plana mayor de TN jugándole en contra. Al día de hoy no se logra entender la lógica de quienes le indujeron a rehuir de dicha confrontación.
Octavo: aparte de los errores de la estrategia general de la campaña Filmus fue víctima de los límites del proyecto político del kirchnerismo en relación al macrismo y a los porteños. En relación al macrismo, porque ni en la Legislatura de la ciudad autónoma ni fuera de ella el kirchnerismo fue capaz de oponer una resistencia eficaz a la política de mercantilización y privatización de los espacios y servicios públicos promovida por Macri. Peor aún: no fueron pocas las piezas legislativas de inspiración profundamente neoliberal en donde la colaboración de la bancada kirchnerista fue decisiva para lograr su aprobación, con lo cual la contraposición abstracta entre Macri y Filmus se diluye al pasar al plano de las políticas e iniciativas concretas. Por otra parte, la política del kirchnerismo en relación a los porteños es irracional, reactiva, visceral: para hostilizar a Macri se castiga a las porteñas y los porteños, a los cuales se retiene en carácter de rehenes del enfrentamiento. Un ejemplo: ¿no hubiera sido mucho más inteligente colaborar con el gobierno de la ciudad, aunque sea de signo contrario, para ampliar la red de subterráneos o realizar algunas postergadas y necesarias obras públicas que reclaman los vecinos? ¿No habrían éstos reconocido que su concreción se hizo posible gracias a la generosidad y amplitud de miras de la Casa Rosada, con los lógicos beneficios para la candidatura de Filmus? En lugar de eso se adoptó una política absurda que castiga a los porteños y ofrece en bandeja de plata un pretexto perfecto para justificar la incapacidad del macrismo, atribuyendo todos sus fracasos a la falta de colaboración del gobierno nacional. Seguramente algún consultor debe haber dicho que la irritación de los vecinos se convertiría por artes de magia en una saeta que erosionaría la base electoral del macrismo.
Noveno: hace por lo menos ochenta años que la sociología corroboró empíricamente que los efectos de la propaganda no son ni lineales ni acumulativos. Esto es: pasado cierto umbral la machacona persistencia de una campaña que, por ejemplo, diga que Macri es inepto o corrupto comienza primero a tener una eficacia decreciente y luego, y esto es lo más importante, un efecto paradojal que opera como un boomerang en contra de quienes administran la campaña y pasa a jugar a favor del blanco de sus ataques. El empecinamiento en criticar al macrismo (más allá de las abundantes razones que hay para hacerlo) terminó por victimizarlo y luego por blindarlo ante cualquier ataque: pese a estar procesado judicialmente y al sesgo ostensiblemente privatista y “pro-mercado” de su gestión la ciudadanía lo ratificó con su voto. Para colmo, la reacción de Macri ante la torpeza de la campaña fue muy astuta: mientras sus detractores le decían de todo (que era un imbécil, vacío, corrupto) él asumía con maestría actoral su condición de víctima y respondía con serenidad a las desaforadas descalificaciones de sus adversarios ofreciendo estoicamente la otra mejilla y exhortando al diálogo y la tolerancia. Los resultados están a la vista.
Décimo: el remate de esta colección de desatinos se desencadenó luego de conocidos los resultados del domingo. Altos funcionarios del gobierno y voceros o intérpretes oficiosos del mismo (como Fito Páez, entre otros) salieron a decir toda clase de barbaridades contra los porteños, o la mitad de ellos. Primero, desconociendo que una parte de los votantes de Macri (y no una fracción insignificante) lo serán también de Cristina si es que la racionalidad logra posarse entre Olivos y la Casa Rosada como para evitar la reiteración de tantos exabruptos. Segundo, desconociendo que esa misma ciudad que eligió a Macri antes había elegido, y re-elegido, a Aníbal Ibarra, aliado entonces y ahora del gobierno nacional y había consagrado senador al actual candidato oficialista Daniel Filmus. Tercero, que cada vez que Buenos Aires tuvo una oferta razonablemente seria y competitiva de izquierda o de centro izquierda la consagró con su voto: desde Alfredo Palacios en 1904 hasta Aníbal Ibarra hace pocos años atrás, pasando por la elección del mismo Palacios como senador en 1961 agitando como una de sus principales banderas la irrestricta defensa de la Revolución Cubana.
De todo lo anterior se desprende que en vez de quejarse de los vecinos de Buenos Aires los quejosos harían bien en mirar a la viga que tienen clavada en sus ojos y que les inhibe de ver la realidad social que los circunda y los límites y contradicciones de un proyecto político que se debate entre la radicalización -¡nada que ver con la “profundización del modelo”, basado en la sojización, la minería de cielo abierto, la primarización de la economía, la regresividad tributaria, la informalidad laboral y los privilegios al capital financiero consagrados por la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz, aún vigente!- radicalización, decíamos, o estancamiento y posterior derrota en caso de que aquélla no sea llevada a la práctica trascendiendo el plano de la retórica para instalarse en el terreno más productivo de las políticas concretas de estado. Esto requiere abrir paso a una nueva agenda de transformaciones profundas de la vida económica y social que sólo será viable si se cuenta con la movilización y organización autónoma de los sectores populares, al margen de los desgastados, desprestigiados e inservibles aparatos cegetistas o pejotistas con los cuales el gobierno intentó, infructuosamente, neutralizar la reacción de los “agrarios” durante la discusión de la 125.
Si Macri triunfó en la primera vuelta del pasado 10 de Julio fue precisamente porque las limitaciones del kirchnerismo le impidieron construir un muro de contención ante los avances del neoliberalismo en versión macrista. Pero es preciso no engañarse: Macri por ahora es un fenómeno local, de Buenos Aires, pero parece ser el personaje destinado a reunir en torno a su figura las voluntades de toda la derecha argentina que hace tiempo viene buscando un líder que sintetice sus múltiples intereses. De la noche a la mañana lo que antes era “el límite” para Ricardo Alfonsín ahora se ha convertido en un aliado imprescindible, y Duhalde y Carrió procuran subirse al carro triunfador del macrismo arrojando por la borda cualquier escrúpulo ideológico. Según se vaya moviendo la coyuntura, y las fuerzas que en ella operan, Macri podría convertirse en la expresión argentina de lo que Sebastián Piñera es en Chile, Alan García en el Perú, Juan M. Santos en Colombia, Laura Chinchilla en Costa Rica, Ricardo Martinelli en Panamá y Felipe Calderón en México: el rostro de un proyecto restaurador de la derecha radical y abiertamente pro-imperialista (para el cual el PRO parece ser el más indicado, al menos por su nombre) concebido por Washington y ejecutado bajo la dirección de una vasta red de organizaciones de todo tipo (“tanques de pensamiento”, universidades, empresas, partidos, medios de comunicación) dirigida por José M. Aznar en España y la FAES, la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, contando con ingentes aportes del Fondo Nacional para la Democracia y diversas agencias y organizaciones abiertas o encubiertas del gobierno estadounidense. Proyecto restaurador que tiene por objetivo borrar de la faz de la tierra no sólo a la Revolución Cubana sino a los procesos bolivarianos en curso en Venezuela, Bolivia y Ecuador y a los vacilantes gobiernos de centro izquierda, como Argentina, Brasil y Uruguay, considerados por los halcones de Washington como cómplices de aquellos. La ratificación de Macri al frente de la Jefatura de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires es una noticia muy preocupante que hay que interpretar a la luz de este proceso regresivo de alcance continental y que, por eso mismo, excede los marcos de la política local y puede eventualmente alcanzar significación nacional.
Para terminar: quienes en el gobierno y fuera de él están enojados con los porteños les recomendamos leer y reflexionar sobre este incisivo poema que Bertolt Brecht escribiera a propósito de un acontecimiento sólo en parte similar al decepcionante resultado electoral del domingo pasado: el enojo que suscitó entre los gobernantes de la República Democrática Alemana la insurrección popular de 1953:
"Solución"
"Tras la sublevación del 17 de Junio
la Secretaria de la Unión de Escritores
hizo repartir folletos en el Stalinallee
indicando que el pueblo había perdido
la confianza del gobierno.
Y que podía ganarla de nuevo solamente
con redoblados esfuerzos.
¿No sería más simple para el gobierno,
en este caso, disolver al pueblo y elegir otro?"

domingo, 17 de julio de 2011

Literarias: Por no estar distraídos. Clarice Lispector

Había una levísima embriaguez en andar juntos, la alegría como cuando se siente la garganta un poco seca y se ve que por admiración se estaba con la boca entreabierta: ellos respiraban de antemano el aire que estaba delante, y tener esa sed era su propia agua. Andaban por calles y calles hablando y riendo, hablaban y reían para dar materia y peso a la levísima embriaguez que era la alegría de su sed. Por culpa de los autos y las personas, a veces ellos se tocaban, y al tocarse – la sed es la gracia, pero las aguas son una belleza a oscuras – y al tocarse brillaba el brillo de su agua, la boca quedaba un poco más seca de admiración. ¡Como admiraban estar juntos !
Hasta que todo se transformó en no. Todo se transformó en no cuando ellos quisieron su propia alegría. Entonces, la gran danza de los errores. El ceremonial de las palabras desacertadas. El buscaba y no veía, ella no veía que él no había visto, ella que estaba allí sin embargo. Sin embargo él que estaba ahí. Todo fue equivocación, y estaba la gran polvareda de la calle, y cuanto más erraban, más con aspereza querían, sin sonrisa. Todo sólo porque habían prestado atención, sólo porque no estaban bastante distraídos. Sólo porque, de pronto exigentes y duros, quisieron dar un nombre; porque quisieron ser, ellos que eran. Aprendieron entonces que, no estando distraídos, el teléfono no suena, y es preciso salir de casa para que la carta llegue, y cuando el teléfono finalmente suena, el desierto de la espera ya cortó los hilos. Todo, todo por no estar más distraídos.

(En Para no olvidar. 2007)

jueves, 14 de julio de 2011

Literarias: Formulario para quererme

(A los interesados: marque con una cruz aquello que no coincida con sus requisitos y/o lo imposibilite por las razones que fueren el cumplir con estas condiciones amorosas, reservándose la interesada el derecho de admisión y y/o flexibilización en la elección.)

- Como primer punto: eliminar la prisa, sentarse un momento y contemplar la
vida.
- Segundo principio: cuidar las palabras, tanto para el decir profundo como en
el trato cotidiano.
- Tercer pedido: no andar con rodeos ni falsedades (De marcar éste, absténgase de continuar).
- Cuarto (e importante): no olvidar disfrutar, aunque cueste.
- Cinco (indispensable): no temer equivocarse, inherente es a la construcción de cualquier encuentro.
- Seis: compartir el ritual sibarita del buen comer y beber de a dos, y extensivamente con los afectos.
- Siete: (con este repensar seriamente si hubiere dudas, aunque se aceptan diferencias de criterio correspondientemente fundamentadas): dormir cerca haciendo culto al abrazo, la caricia pronta y sincera, el contacto.
- Ocho: establecer presencia, reservar gestos y detalles simples pero constantes.
- Nueve: lo incondicional en una relación no es creíble ni se mantiene a lo largo del tiempo... así que, poner condiciones. (Serán atendidas, previa reflexión de
las mismas de la que aquí suscribe).
- Diez: adelante siempre y, compañeros: ¡Piu avanti!

Srta. L´Orange

Cine: Medianoche en París

El tema de la insatisfacción vital no podía faltar en el repertorio de Allen. Ese personaje que protagoniza casi todas sus películas, que no es otro que él mismo en diferentes reencarnaciones, tenía que dejar espacio en su personalidad maniática e hipocondríaca a ese maná para los psicólogos que es el permanente inconformismo que todos sufrimos con las circunstancias, buenas o malas, que nos toca vivir. Cualquier tiempo pasado fue mejor, y en el futuro las cosas cambiarán. Y así siempre, porque así somos. Allen disecciona el planteamiento de forma admirable, y lo hace de forma consecuente con ese deseo inquieto del escritor que interpreta de forma magnífica Owen Wilson. (En una película de Woody Allen corona la cima de la interpretación aquel actor que sabe ser Woody Allen).

Y digo consecuente porque el realizador de Manhattan, película hermanada con esta por su agradable melancolía y excelente retrato urbano, es un cineasta como los de antes, y quiere seguir siéndolo. Él no cree en los movimientos bruscos de cámara, ni en batir records de planos por minuto.

Lo que hace es dejar la cámara, enfocar, y dejar que los actores cuenten su historia. Apenas la mueve, hace travellings pausados, juega con el zoom, utiliza el menor número de planos posibles. Todo esto contribuye a la relajación, al paladeo, al disfrute de una maravillosa fotografía, a la inmersión en la historia.

Esa historia que nos agrada, que nos creemos sin que chirríe aunque esté basada en la fantasía y en lo mágico, en la línea de otras películas como "Scoop" o "La rosa púrpura de El Cairo". La sucesión de personajes históricos que se van introduciendo en la trama es chocante, e incluso el cineasta cede casi al final a la tentación introducir de ciertos elementos que pueden recordar a "Regreso al Futuro", y que no eran necesarios. Pero qué importa esa nimiedad, cuando todo se cuenta tan bien. Cuando los actores funcionan y son tan buenos, o simplemente son tan adecuados para transmitir el encanto de una ciudad. Todo ello impregnado por ese barniz de humor que hace aflorar la sonrisa de forma involuntaria y sin notarlo, marca personal del de Brooklyn.

Y sí, ni siquiera Carla Bruni, en su episódica participación, desentona, sino que también contribuye. Para eso Woody Allen es uno de los mejores en la dirección de actores, si es que no es el mejor.

Hay algo sin duda en Woody Allen, que hace que, al igual que su alter ego en la película, el amor verdadero y realmente incondicional por una ciudad como París haga que las urbes ejerzan de Musa, despertando en su interior las mejores esencias como autor, y permitiéndole ser él mismo con todas las magníficas consecuencias para el séptimo arte que eso conlleva.

Posiblemente, si hiciera otra película sobre la capital de Francia ya no le saldría igual que esta maravilla.

Es ley de vida, la primera vez es irrepetible, y jamás vuelve a ser igual.


Fuente: El multicine.com 14 de mayo de 2011 / Javier Lacomba Tamarit

miércoles, 13 de julio de 2011

Literarias: Inesperado

Aterido el frío de su voz
encontró un hombro para llorar,
no contaba con el abrazo pleno
y cedió, dócil la armadura.
El desgarro, llevó a la risa,
envuelto su orgullo en la campera
se improvisó una unión
en el intento, duradera,
no importa con qué lazo, con qué vuelo...
ya vendría solo el sentirse.
Obediente, amilbarada, tan pequeño su ser.
Seducido, caballero, tan confuso al tocarse.
Callaron argumentos vanos,
y las venas, la sinrazón y el beso hablaron.

L´Orange

domingo, 10 de julio de 2011

Psicoanálisis: El Banquete: La metáfora del amor

Material surgido del trabajo de lectura en grupo del Seminario de La Transferencia, de Jacques Lacan.


El punto de partida es el amor en tanto problema, es decir en la medida que se avance sobre él, va a permitir entender que sucede en la transferencia, dado que se ambos términos confunden , no hay que perder de vista que el amor es causa de la transferencia.
Dado que estamos en el campo del psicoanálisis, es necesario dejar claro lo específico de lo inconsciente, es decir “lo que no se sabe”, que algo no se sepa, que no lo sepa aquel que consulta implica todo el peso de lo inconsciente. El acento según Lacan cae sobre el “no sabe”. En “Subversión del sujeto”, mediante el ejemplo del esclavo y el mensaje que porta, se puede apreciar bien esta concepción de lo inconsciente – es un texto de la misma época del seminario-.
Lo que está en juego y se descubrirá al final de un análisis es una falta, se parte de no saber para llegar a una falta. En este recorrido lo que se va a desplegar es el texto del Otro inconsciente.
Entonces retomando y articulando estos elementos: tenemos la figura o el lugar del erastés. Este es el amante, es decir aquel a quien algo le falta, pero no sabe, a cerca de lo que le falta. Este punto de nesciencia para el sujeto nos da el norte, no se sabe respecto de esa falta. El erómenos, es el amado. Es quien tiene algo, pero tampoco sabe. No sabe lo que tiene, está en juego entonces toda la dimensión de lo inconsciente.
Ahora bien, para nada coinciden lo que a una le falta con lo que el otro tiene. La clave no está en que se produzca una coincidencia. De hecho lo que le falta a uno no está contenido en el otro, dice Lacan que basta con amar para estar atrapado en esa hiancia. No es necesaria ninguna coincidencia entre lo que uno tiene y al otro le falta para el amor.
El amor en tanto significante, posibilita que se de una sustitución, una metáfora. Esto es cuando el erastés sustituye al erómenos, cuando cambian de lugar y de función, esa es entonces la metáfora.

Fedro

El discurso de Fedro es una versión religiosa del amor, el amor es un gran dios.
Una de las cuestiones será poder aclarar si el amor es un dios o no, hacia el final se sabrá que no lo es.
Respecto del amor como un gran dios, como una revelación de lo real, Sócrates hace una maniobra pasa de la doxa a la epistéme, indica que se abra la pregunta, ir al porqué. En otras palabras llevar a la articulación significante, a las razones.
Aquello que los dioses, encuentran sublime –leemos en el seminario-, es que el amado se comporte como el amante, que cambien de lugar. Anteriormente veíamos la sustitución, la metáfora como clave. Erastés en el lugar de erómenos. El ejemplo es Aquiles y Patroclo, Aquiles muere siguiendo en la muerte a Patroclo, el sacrificio de aquel que estaba en posición de amado. La significación del amor, se produce justo allí, donde el amado se comporta como el amante. Lacan señala que es un espejismo creer que el fuerte es el activo, en el caso que Aquiles por ser más fuerte que Patroclo no sería el amado. Lacan insiste en atender a este punto.

A modo de síntesis: Siguiendo el hilo del texto se trata de esclarecer el problema del amor para poder pensar la transferencia. Desde la perspectiva de Fedro, pensar al amor como un dios, una revelación de lo real, no alcanza para aboradar el problema.
De hecho Lacan, acentúa el cuestionamiento de Sócrates. Esto es, situar al amor en la dimensión significante y no como algo divino. Al hacer entrar las razones y la articulación significante, es posible tratar el problema del amor y de la transferencia. En tanto significante se trata de una metáfora de una sustitución de lugares. Se tiene que producir una significación, la del amor, que se da en la articulación con la falta. Recordemos que ni amante ni amado saben que les falta, y no hay adecuación entre ambos términos, solo con amar el asunto se pone en marcha. Dice Lacan en la introducción de este seminario, que el analizante va a desplegar su cuestión solo como amante. Por último amor y transferencia entonces suponen al significante y a lo inconsciente, para poder ser tratados en toda su dimensión.

sábado, 9 de julio de 2011

Literarias: Últimas horas

silencio ordenado del tic -tac nocturno
vicio de quietud
piensa ella,duerme él...
azorados por la cercanía compartida
confundidos en el tiempo desordenado del amorno se conocen
y saben cosas de las que importan, con mirarse
viven
dudan
sueñan

ella despierta insomne
rendido él a su llanto sentidoy hubieran querido.
La noche enturbia
la calma encendidase dan la mano, la boca, el basto silencio
asumen y ceden arrancan y apagan,
ya saben que mañana será otra vezla distancia
el escaso sentir y la vibra constante del reloj que crepita
y quema las horas, los momentos, los días.


abismo malparido
torpeza de vidaotra vez,
a enmendar ese hueco en la cama tibia,
la almohada de lata
las voces vacíasla vida que es de ella,de él las cenizas...

L´Orange

martes, 5 de julio de 2011

Literarias: Happy new year. Julio Cortázar

Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Asì la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.

Literarias: El breve amor. Julio Cortázar

Con qué tersa dulzura
me levanta del lecho en que soñaba
profundas plantaciones perfumadas,
me pasea los dedos por la piel y me dibuja
en le espacio, en vilo, hasta que el beso
se posa curvo y recurrente
para que a fuego lento empiece
la danza cadenciosa de la hoguera
tejiédose en ráfagas, en hélices,
ir y venir de un huracán de humo-
(¿Por qué, después,
lo que queda de mí
es sólo un anegarse entre las cenizas
sin un adiós, sin nada más que el gesto
de liberar las manos ?)

Psicoanálisis: Funciones del Yo piel. Didier Anzieu

Mi fundamentación teórica se basa en dos principios generales. Uno específicamente freudiano: toda función psíquica se desarrolla apoyándose en una función corporal cuyo funcionamiento transpone al plano mental. Aunque Jean Laplanche (1) recomienda reservar el concepto de apuntalamiento al apoyo que las pulsiones sexuales encuentran en las funciones orgánicas de autoconservación, yo soy partidario de un sentido más amplio, porque el desarrollo del aparato psíquico se efectúa en grados sucesivos de ruptura con base biológica; rupturas que, por una parte, le permiten escapar a las leyes biológicas y, por otra , hacen necesaria la búsqueda de un apuntalamiento de todas las funciones psíquicas en funciones del cuerpo. El segundo principio, igualmente conocido por Freud, es Jacksoniano: a lo largo de su evolución, el desarrollo del sistema nervioso presenta una particularidad que no se encuentra en los otros sistemas orgánicos; a saber, que el órgano más reciente y más cercano de la superficie—el córtex—, tiende a tomar la dirección del sistema cuando integra los otros subsistemas neurológicos. Esto sucede también con el Yo consciente, que dentro del aparato psíquico tiende a ocupar la superficie en contacto con el mundo exterior y a controlar el funcionamiento de este aparato. Igualmente se sabe que la piel (superficie del cuerpo) y el cerebro (superficie del sistema nervioso) derivan de la misma estructura embrionaria, el ectodermo.
Para mi, como psicoanalista, la piel tiene una importancia capital: proporciona al aparato psíquico las representaciones constitutivas del Yo y de sus principales funciones. Y, en su momento, esta constatación se inscribe en el cuadro de la teoría general de la evolución. Desde los mamíferos hasta el hombre, el cerebro no solamente aumenta sino que se hace más complejo. La piel pierde su dureza y sus pelos. Los pelos subsisten apenas sólo en el cráneo, aumentando su papel protector del cerebro, y alrededor de los orificios corporales de la cara y del tronco, donde refuerzan la sensibilidad e incluso la sensualidad. Como demostró Imre Hermann (2), la pulsión de agarramiento de cualquier pequeño a su madre es más difícil de satisfacer en la especie humana y se manifiesta en las angustias intensas precoces y prolongadas de pérdida de la protección, de falta de objeto soporte y en un desamparo que ha sido calificado de originario. Como contrapartida, la pulsión de apego toma, en el pequeño humano, una importancia tanto más considerable cuanto que la infancia humana es proporcionalmente más larga que la de otras especies. Esta pulsión tiene por objeto la localización, primero en la madre y después en el grupo familiar que toma el relevo, de las señales—sonrisa, suavidad del contacto, calor físico del abrazo, diversidad de emisiones sonoras, solidez del transporte, acunamiento, disponibilidad para dar el alimento, los cuidados, la compañia—que proporcionan indicios de la realidad exterior y de su continuidad, por una parte, y, por otra, de los afectos vividos por la compañera, especialmente como respuesta fundamental a los afectos del bebé. Nos encontramos aquí ya no en el registro de la satisfación de las necesidades vitales de autoconservación (alimento, respiración, sueño) sobre las que los deseos sexuales y agresivos van a constituirse por apuntalamiento, sino en el de la comunicación (preverbal e infralingüistica) sobre la que el intercambio de lenguajes encuentra oportuno apoyarse.
A menudo los dos registros funcionan simultáneamente: la mamada, por ejemplo, proporciona la ocasión de las comunicaciones táctiles, visuales, sonoras y olfativas. Pero sabemos que una satisfacción material de las necesidades vitales, sistemáticamente desprovista de esos intercambios sensoriales y afectivos, puede conducir al hospitalismo o al autismo. Se comprueba igualmente que, con el crecimiento del bebé, la parte que dedican él y su entorno a comunicar por comunicar va creciendo independientemente de las necesidades de autoconservación. La comunicación originaria es una comunicación directa en la realidad y más aún en la fantasía, no mediatizada, de piel a piel.
Freud, en «El Yo y el Ello» (3), ha demostrado que no sólo los mecanismos de defensa y los rasgos del carácter derivan, por apoyo y por transformación, de actividades corporales, sino que sucede lo mismo con las instancias psíquicas: Las pulsiones psíquicas que constituyen el Ello derivan de los instintos biológicos; lo que va a llamar el Superyó «tiene raíces acústicas», y el Yo se constituye, primero, a partir de la experiencia táctil. A lo que me parece necesario añadir que preexiste una tópica más arcaica, tal vez originaria, con el sentimiento de existencia del Sí-mismo: Si-mismo en torno al cual se diferencia un Yo a partir de la experiencia táctil; Si-mismo en cuyo exterior se proyectan tanto los estímulos endógenos como los exógenos. La tópica secundaria (Ello, Yo, con su apéndice el Yo ideal, Superyó formando pareja con el ideal del Yo) se organiza cuando la envoltura visual —fundamentalmente bajo los efectos de la prohibición primaria del tocar—sustituye a la envoltura táctil, proporcionando al Yo el apoyo esencial, cuando los representantes de cosas (principalmente visuales) se asocian, en el preconsciente que se desarrolla entonces, con representantes de palabras (proporcionados por la adquisición de la palabra) y cuando se adquieren las diferenciaciones, por una parte, del Yo y del Superyó y, por otra, de la estimulación externa y de la extracción pulsional.
En mi más importante articulo de 1974 sobre el Yo-piel le asignaba yo tres funciones: una función de barrera protectora del psiquismo y una función de filtro de los intercambios y de inscripción de los primeros rasgos, función que hace posible la representación. A estas tres funciones corresponden tres figuraciones: el saco, la pantalla y el tamiz. El trabajo de Pasche (4) sobre Le Bouclier de Persée me lleva a tomar en consideración una cuarta funcion, la de espejo de la realidad.

Las nueve funciones del Yo-piel

Voy a realizar ahora el establecimiento de un paralelo más sistemático entre las funciones de la piel y las funciones del Yo, intentando precisar, para cada una, el modo de correspondencia entre lo orgánico y lo psíquico, los tipos de angustia unidos a la patología de esta función y las representaciones del trastorno del Yo-piel que la clínica nos aporta. El orden que voy a seguir no obedece a ningún principio de clasificación riguroso. Tampoco pretendo ser exhaustivo en cuanto al inventario de estas funciones que va a permanecer abierto.


1) Lo mismo que la piel cumple una función de sostenimiento del esqueleto y de los músculos, el Yo-piel cumple la de mantenimiento del psiquismo. La función biológica se ejerce por lo que Winnicott (5) llamó holding; es decir, por la forma en que la madre sostiene el cuerpo del bebé. La función psíquica se desarrolla por interiorización del holding materno. El Yo-piel es una parte de la madre—especialmente sus manos—que ha sido interiorizada y que mantiene el funcionamiento del psiquismo, al menos durante la vigilia, de la misma forma que la madre mantiene en ese mismo tiempo el cuerpo del bebé en un estado de unidad y de solidez. La capacidad del bebé para mantenerse psíquicamente a sí mismo condiciona el acceso a la posición de sentado, después a la de de pie y a la de marcha. El apoyo externo sobre el cuerpo materno conduce al bebé a adquirir el apoyo inferno sobre su columna vertebral, como una espina sólida que le permite ponerse derecho. Uno de los núcleos que anticipan el Yo consiste en la sensación-imagen de un falo interno materno o, más generalmente, parental, que asegura al espacio mental, en vías de constituirse un primer eje, del orden de la verticalidad y de la lucha contra la pesantez y que prepara la experiencia de tener una vida psíquica para sí. Adosándose a este eje, el Yo hace actuar a los mecanismos de defensa más arcaicos, como la escisión y la identificación proyectiva. Pero solamente puede adosarse a este soporte con toda seguridad si está seguro de tener en su cuerpo zonas de contacto estrecho y estable con la piel, los músculos y las palmas de la mano de la madre (y de las personas de su entorno primario) y, en la periferia de su psiquismo, un circulo reciproco con el psiquismo de la madre (lo que Sami-Ali (6) ha llamado "inclusión mutua").
Blaise Pascal, tempranamente huérfano de madre, teorizó muy bien en física, después en psicología y en la apologética religiosa, sobre este horror del vacío interior durante mucho tiempo atribuido a la naturaleza y sobre esta falta del objeto soporte necesario al psiquismo para que éste encuentre su centro de gravedad. Francis Bacon pinta en sus cuadros los cuerpos decadentes a quienes la piel y los vestidos aseguran una unidad superficial, pero que están desprovistos de esta espina dorsal que mantiene el cuerpo y el pensamiento: pieles llenas de sustancias más liquidas que sólidas, lo cual corresponde muy bien a la imagen del cuerpo del alcohólico (7).
Lo que aquí está en juego no es la incorporación fantasmática del pecho nutricio, sino la identificación primaria con un objeto soporte contra el cual el niño se abraza y que lo tiene en brazos; es más bien la pulsión de agarramiento o de apego la que encuentra mayor satisfacción que la libido. La unión, cara a cara, del cuerpo del niño con el cuerpo de la madre, está vinculada con la pulsión sexual que encuentra satisfacción a nivel oral en la mamada y en esta manifestación de amor que es el abrazo. Los adultos que se aman encuentran generalmente este tipo de acoplamiento para dar satisfación a sus pulsiones sexuales a nivel genital. En cambio, la identificación primaria con el objeto soporte supone otro dispositivo especial que se presenta con dos variantes complementarias: Grotstein (8), discípulo californiano de Bion, ha sido el primero que las ha precisado: espalda del niño contra vientre de la persona objeto-soporte (back-ground object), vientre del niño contra la espalda de ésta.
En la primera variante, el niño está adosado al objeto soporte que se moldea ahuecándose sobre él. Se siente protegido por su parte posterior; es la espalda la única parte de su cuerpo que no se puede ni tocar ni ver. La pesadilla frecuente en los niños con fiebre, de una superficie que se arruga, se comba, se desgarra, llena de jorobas y de agujeros, traduce de forma figurativa la espera de la representación aseguradora de una piel común con el objeto soporte que le sostiene. Esta superficie que desfallece puede ser interpretada por el soñador como una ondulación de serpientes, pero seria un error de interpretación el entenderla únicamente como un símbolo fálico. La presencia de muchas serpientes reptando no tiene el mismo sentido que la de una serpiente única que se pone derecha. Grotstein cita uno de estos sueños de una niña pequeña aportado por la madre que se analizaba con él.
«Su hija se despertó en medio de la noche viendo serpientes por todas partes, incluso en el suelo por el que ella caminaba. Corrió a la habitación de su madre y, saltando sobre ella, puso su espalda contra el vientre de su madre. Era éste el único sitio donde podía encontrar consuelo. Aunque la paciente era la madre y no la niña, sus asociaciones en relación con este acontecimiento establecieron, inmediatamente, el hecho de que la madre se había identificado con su niña. Era ella la niña pequeña que deseaba tenderse sobre mi para procurarse el «soporte» (backing), la protección y la cobertura (rearing) de los que ella se había sentido privada por sus propios padres» (9).
La segunda posición, la del niño tumbado juntando la parte de delante de su cuerpo a la espalda de la persona que cumple para él la función de objeto soporte, aporta al interesado la sensación sentimiento de que la parte más apreciada y frágil de su cuerpo, es decir, su vientre, está protegida detrás de la pantalla protectora, el para-excitación originario que es el cuerpo de este otro mantenedor. Esta experiencia empieza generalmente con uno u otro de los padres (incluso con ambos); puede continuar durante bastante tiempo con un hermano o hermana con quien el niño comparte la cama. (Hasta su psicoanálisis con Bion, Samuel Beckett no era capaz de vencer la angustia del insomnio si no dormía unido a su hermano mayor). Una de mis pacientes, educada por una pareja de padres violentos y desunidos, encontraba su seguridad interior, hasta la prepubertad, durmiéndose así pegada a su hermana pequeña, con quien compartía la cama. Aquella de las dos que tuviera más miedo «hacía de silla» (ésta era su expresión) para acoger y abrazar contra ella el cuerpo tranquilizador de la otra. Durante toda una fase de su análisis su transferencia me invitaba implícitamente, a mi también, a hacer de silla: me reclamaba la alternancia de mis asociaciones libres con las suyas, la confesión de mis pensamientos y sentimientos, de mis angustias; me proponía el acercamiento de su cuerpo, sin comprender por qué yo rechazaba el que ella viniera a sentarse sobre mis rodillas. Tuve que analizar primero como una sexualización defensiva la seducción histérica con la que ella cubría su petición; después pudimos elaborar su angustia por la pérdida del objeto soporte.
Grotstein relata otro tipo de ejemplo significativo: «Pacientes en análisis, frecuentemente, me han contado sueños en los que ellos conducían un coche desde el asiento de atrás. Las asociaciones a estos sueños conducían, casi invariablemente, a la noción de tener un «soporte» (backing) defectuoso y, como consecuencia, una dificultad para la autonomía». Grotstein propone incluso un juego de palabras intraducible: porque el objeto-soporte está «detrás» o «debajo» (he under stands), proporciona el paradigma de la «comprensión» (understanding)

2) A la piel, que recubre la superficie entera del cuerpo y que es donde se insertan todos los órganos de los sentidos externos, responde la función de continente del Yo-piel. Esta función se ejerce principalmente por el handling materno. La sensación-imagen de la piel como saco se despierta en el bebé por los cuidados del cuerpo que, de acuerdo con sus necesidades, le procura la madre. El Yo-piel como representación psíquica emerge de los juegos entre el cuerpo de la madre y el cuerpo del niño, así como de las respuestas de la madre a las sensaciones y a las emociones del bebé; respuestas gestuales y vocales, porque la envoltura sonora refuerza entonces la envoltura táctil, respuestas de carácter circular en las que las ecolalias y las ecopraxias del uno imitan las del otro, respuestas que permiten al niño pequeño experimentar progresivamente esas sensaciones y esas emociones independientemente, sin sentirse destruido. R. Kaes (10) distingue dos aspectos de esta función. El «continente» propiamente dicho, estable e inmóvil, se ofrece como receptáculo pasivo para ser depósito de las sensaciones-imágenes-afectos del bebé, neutralizadas y conservadas así. El «continente» corresponde al aspecto activo, a la ensoñación materna según Bion, a la identificación proyectiva, al ejercicio de la función alfa que elabora, transforma y restituye al interesado sus sensaciones-imágenes-afectos ya representables.
Lo mismo que la piel envuelve todo el cuerpo, el Yo-piel pretende envolver todo el aparato psíquico, pretensión que parece abusiva pero que al principio es necesaria . En este caso , el Yo- pi el está representado como corteza y el Ello pulsional como núcleo, teniendo cada uno de los dos términos necesidad del otro. El Yo-piel solamente es continente si tiene pulsiones que contener, que localizar en las fuentes corporales, y, más tarde, que diferenciar. La pulsión no se siente como empuje, como fuerza motriz, si no encuentra limites y puntos específicos de inserción en el espacio mental en el que se despliega, sino solamente si su fuente se proyecta en las regiones del cuerpo dotadas de una excitabilidad especial. Esta complementariedad de la corteza y del núcleo es el fundamento del sentimiento de la continuidad del Sí-mismo.
Dos formas de angustia dan respuesta a la carencia de esta función contenedora del Yo- piel. La angustia de una excitación pulsional difusa, permanente, esparcida, no localizable, no identificable, no apaciguable, que traduce una topografía psíquica por un núcleo sin corteza; el individuo busca una corteza sustitutiva en el dolor físico o en la angustia psíquica; se envuelve en el sufrimiento. En el segundo caso, la envoltura existe, pero su continuidad está interrumpida por agujeros. Es un Yo-piel colador; los pensamientos, los recuerdos se conservan con dificultad; huyen. La angustia de tener un interior que se vacía es considerable, especialmente la de la agresividad necesaria a toda afirmación de si. Estos agujeros psíquicos pueden instalarse en los poros de la piel: la próxima observación de Getsemani (11) nos muestra a un paciente que transpira durante las sesiones y que lanza de este modo, sobre su psicoanalista, una agresividad nauseabunda que no puede ni retener ni elaborar, en tanto que su representación inconsciente de un Yo-piel colador no haya sido interpretada.


3) La capa superficial de la epidermis protege su capa sensible (aquella en la que se encuentran las terminaciones libres de los nervios y los corpúsculos del tacto, y el organismo en general, contra las agresiones físicas, las radiaciones y el exceso de estímulos. Ya en el «Proyecto de una psicología para neurólogos» de 1895, Freud reconoció una función de para-excitación paralela al Yo. En «El bloc maravilloso» (12), precisa muy bien que el Yo (como la epidermis: pero Freud no hace siempre esta precisión) presenta una estructura en doble hoja. En el «Proyecto» de 1895 Freud da a entender que la madre sirve al bebé de para-excitación auxiliar, y lo hace—soy yo quien lo añade—hasta que el Yo, en su crecimiento, encuentre, sobre su propia piel, un apoyo suficiente para asumir esta función de forma. De forma general, el Yo-piel es una estructura, virtual en el nacimiento, que se actualiza durante la relación entre el lactante y el entorno primario; el origen lejano de esta estructura se remontaría a la aparición misma de los organismos vivos.
Los excesos y los déficits del para-excitación ofrecen distintas problemáticas con apariencias muy variadas. Frances Tustin (13) ha descrito las dos imágenes del cuerpo que pertenecen al autismo primario y secundario respectivamente: el Yo-palpa (cuando ninguna de Las funciones del Yo-piel han sido adquiridas, ni las de soporte, ni de continente, ni de para-excitación, y cuando la doble hoja aún no ha sido bosquejada), el Yo- crustáceo, con un caparazón rígido que reemplaza al contenedor ausente y que impide el engranaje de las siguientes funciones del Yo-piel.
La angustia paranoide de intrusión psíquica se presenta con dos formas: a) me roban mis pensamientos (persecución); b) me infunden pensamientos (máquina de influenciar). Aquí las funciones de para-excitación y de contenedor existen de forma distinta pero suficiente.
La angustia de la pérdida del objeto, que cumple el papel de para-excitación auxiliar, aumenta al máximo cuando la madre del niño ha entregado a éste a su propia madre para que lo eduque (es decir, a la abuela materna del niño), y cuando ésta se ocupa del niño con tal perfección cualitativa y cuantitativa que el niño no ha podido conocer la posibilidad ni la necesidad de proporcionarse un autoapuntalamiento. La toxicomanía puede aparecer entonces como una solución para constituir una barrera de niebla o de humo entre el Yo y los estímulos externos.
El para-excitación puede ser buscado como apoyo en la dermis a falta de epidermis: esta es la segunda piel muscular (14), la coraza caracterial (15).


4) La membrana de las células orgánicas protege la individualidad de la célula, distinguiendo los cuerpos extraños, cuya entrada impide, de las sustancias parecidas o complementarias que decide admitir y asociar. Por su granulación, color, textura y olor, la piel humana presenta diferencias individuales considerables. Estas pueden ser narcisisticamente, incluso socialmente, sobreinvestidas. Permiten distinguir, en los demás, los objetos de apego y de amor y afirmarse a sí mismo como un individuo que tiene su propia piel. A su vez, el Yo-piel asegura una función de individuación del Si-mismo, que le aporta el sentimiento de ser un ser único. La angustia que describe Freud (16) de la «inquietante extrañeza» está unida a una amenaza hacia la individualidad del Sí-mismo por debilitamiento del sentimiento de sus fronteras.
En la esquizofrenia, toda la realidad externa (mal diferenciada de la realidad interna) está considerada como peligrosa de asimilar. La pérdida del sentido de la realidad permite el mantenimiento, a toda costa, del sentimiento de unidad del Sí-mismo.


5) La piel es una superficie que contiene bolsas, cavidades donde se alojan los órganos de los sentidos que no son los del tacto (que están insertados en la misma epidermis). El Yo- piel es una superficie psíquica que une las sensaciones de distintas naturalezas y que las destaca como figuras sobre este fondo originario que es la envoltura táctil: esta es la función de intersensorialidad del Yo-piel, que desemboca en la constitución de un «sentido común» (el sensoriam commune de la filosofía medieval), cuya referencia básica se realiza siempre por medio del tacto. La angustia de fraccionamiento del cuerpo responde a la carencia de esta función; más precisamente, la del desmantelamiento (17), es decir, la de un funcionamiento independiente anárquico de los distintos órganos de los sentidos. Más adelante mostraré el papel decisivo de la prohibición del tocar, cuando me refiero a la envoltura táctil continente del espacio intersensorial que prepara la simbolización. En la realidad neurofisiológica es en el encéfalo donde se efectúa la integración de las informaciones que provienen de los diversos órganos de los sentidos; la intersensorialidad es, pues, una función del sistema nervioso central o, más globalmente, del ectodermo (de donde parten simultáneamente la piel y el sistema nervioso central). En la realidad psíquica, por el contrario, este papel se ignore y existe una representación imaginaria de la piel como telón de fondo, como superficie originaria sobre la cual se despliegan las interconexiones sensoriales.


6) La piel del bebé es objeto de carga libidinal de la madre. El alimento y los cuidados se acompañan de contactos piel a piel, generalmente agradables, que preparan al autoerotismo y que sitúan los placeres de piel como telón de fondo habitual de los placeres sexuales. Estos se localizan en ciertas zonas eréctiles o en ciertos orificios (excrecencias y bolsas) donde la capa superficial de la epidermis es más delgada, por lo que el contacto directo con la mucosa produce una sobreexcitación. El Yo-piel cumple la función de superficie de sostén de la excitación sexual, superficie en la que, en el case de un desarrollo normal, se pueden localizar zonas erógenas, reconocer la diferencia de sexos y su complementariedad. El ejercicio de esta función puede ser autosuficiente: el Yo-piel capta la carga libidinal en toda su superficie y se convierte en una envoltura de excitación sexual global. Esta configuración es el fundamento de la teoría sexual infantil sin duda más arcaica, según la cual la sexualidad se limita a los placeres del contacto piel con piel y el embarazo se produce por un simple abrazo corporal y por un beso. A falta de una descarga satisfactoria, esta envoltura de excitación erógena puede transformarse en envoltura de angustia
Si la carga de la piel es más narcisistica que libidinal, la envoltura de excitación puede reemplazarse por una envoltura narcisística brillante, como para conceder a su poseedor la invulnerabilidad , inmortal y heroica.
Si el sostenimiento de la excitación sexual no está asegurado, el individuo convertido en adulto no se siente con la seguridad suficiente para comprometerse en una relación sexual complete que desemboque en una satisfacción genital mutua.
Si las excrecencias y los orificios sexuales son lugar de experiencias halógenas más que erógenas, la representación de un Yo-piel agujereado se encuentra reforzada, la angustia persecutoria aumentada, la predisposición a las perversiones sexuales que pretenden convertir el dolor en placer acrecentada.


7) A la piel, como superficie de estimulo permanente del tono sensomotor por las excitaciones externas, responde la función del Yo-piel de recarga libidinal del funcionamiento psíquico, de mantenimiento de la tensión energética interna y de su distribución desigual entre los subsistemas psíquicos (18). Los fallos de esta función producen dos tipos antagónicos de angustia: la angustia de la explosión del aparato psíquico bajo el efecto de la sobrecarga de excitación (la crisis epiléptica, por ejemplo, cf. H. Beauchesne, 1980); la angustia de Nirvana, es decir, la angustia ante lo que sería la realización del deseo de una reducción de la tensión cero.


8) La piel, con los órganos de los sentidos táctiles que contiene (tacto, dolor, calor-frio, sensibilidad dermatóptica), proporciona informaciones directas sobre el mundo exterior (que inmediatamente son recuperadas por el «sentido común» con las informaciones sonoras, visuales, etc.). El Yo-piel realiza la función de inscripción de huellas sensoriales táctiles, función de pictograma según Piera Castoriadis Aulagnier (19), de escudo de Perseo que remite en espejo una imagen de la realidad según F. Pasche (20). Esta función está reforzada por el entorno materno, en la medida en que realiza su papel de «presentación del objeto» (21) en relación con el niño pequeño. Esta función del Yo-piel se desarrolla con un doble apoyo, biológico y social. Biológico: un primer dibujo de la realidad se imprime en la piel. Social: la pertenencia de un individuo a un grupo social está marcada por incisiones, escarificaciones, pinturas, tatuajes, maquillajes, peinados y sus dobles, que son los vestidos. El Yo-piel es el pergamino originario que conserva, a la manera de un palimpsesto, los.garabatos tachados, raspados, sobrecargados de una escritura «originaria» preverbal, hecha de trazas cutáneas.
Una primera forma de angustia relativa a esta función es la de estar marcado en la superficie del cuerpo y del Yo por inscripciones infamantes e indelebles que tienen su origen en el Superyó (Los rubores, el eczema, las heridas simbólicas, según Bettelheim (22), la máquina infernal de la Colonia Penitenciaria de Kafka (1914-1919) que graba en la piel del condenado, en letras góticas, hasta la muerte, el articulo de l código que éste ha transgredido) . La angustia en verse se refiere al peligro de desaparición de las inscripciones por efecto de su saturación, esto es, la pérdida de la capacidad de fijar las huellas, en el sueño, por ejemplo. La película que permite el desarrollo de los sueños propone entonces al aparato psíquico la imagen visual de un Yo-piel restituido en su función de superficie sensible.


9) Todas las funciones precedentes están al servicio de la pulsión de apego y, después, de la pulsión libidinal. ¿No podría existir una función negativa del Yo-piel, una especie de antifunción, al servicio de Tanatos, que tendiera a la autodestrucción de la piel y del Yo? Los progresos de la inmunologia, desencadenados por el estudio de las resistencias del organismo a los trasplantes de órganos , nos encaminan hacia reacciones del organismo vivo. Las incompatibilidades entre donador y receptor de órganos, que nos confirman que no existen dos seres humanos idénticos sobre la tierra (salvo en el caso de los verdaderos gemelos), nos han permitido conocer, por otra parte, la importancia de los marcadores moleculares de la «personalidad biológica»; cuanto más similares son estos marcadores entre el donador y el receptor mayor es la posibilidad de éxito en los trasplantes (Jean Hamburger); y estas similitudes proceden de la existencia de una pluralidad de diferentes grupos de glóbulos blancos que se revelan como marcadores, no solamente de dichos glóbulos, sino de la personalidad entera (23).
Los biólogos han tenido que recurrir, sin saber lo que estaban haciendo, a nociones—el Si- mismo, el No-Yo—análogas a las que algunos sucesores de Freud forjaron para completar la segunda concepción tópica del aparato psíquico. En muchas enfermedades, el sistema inmunológico puede ponerse en movimiento, equivocada o acertadamente, para atacar cualquier órgano del cuerpo como si fuera un injerto extraño. Estos son los fenómenos autoinmunes, lo que etimológicamente quiere decir que el organismo vivo vuelve contra si mismo la reacción inmunológica o inmune. La defensa celular está hecha para rechazar los tejidos extraños—el No Si-mismo, dicen los biólogos—, pero es, a veces, lo bastante ciega para como atacarse a Si-misma, mientras que en estado de salud se respeta totalmente: de aqui que las enfermedades autoinmunes sean a menudo graves
Como analista me sorprende la analogía entre la reacción autoinmune, por una parte, y, por otra, la vuelta de la pulsión sobre sí misma, la reacción terapeútica negativa, así como los ataques contra los vínculos en general y contra los continentes psíquicos en particular. Me doy cuenta, también, de que la distinción entre lo familiar y lo extraño (24) o entre el Yo y el no no-Yo (me and not me, según Winnicott) tiene sus raíces biológicas a nivel de la célula misma, por lo que propongo la hipótesis de que la piel, como envoltura del cuerpo, constituye la realidad intermediaria entre la membrana celular (que recoge, clasifica y transmite la información en cuanto al carácter extraño o no de los iones) y la interfaz psíquica que es el sistema de percepción-conciencia del Yo.
La medicina psicosomática ha descubierto una inversión de las señales de seguridad y de peligro en la estructura alérgica: la familiaridad, en lugar de ser protectora y tranquilizante se rechaza como mala, y la extrañeza, en lugar de ser inquietante, se muestra atractiva: de aquí la reacción paradójica del alérgico y también del toxicómano que evita lo que puede hacerle bien y que está fascinado por lo que le es nocivo. El hecho de que la estructura alérgica se presente a menudo bajo la forma de una alternancia asma-eczema permite precisar la configuración del Yo-piel que está en juego. Al principio se trata de paliar las insuficiencias del Yo-piel -bolsa para delimitar una esfera psíquica interna en orden al volumen, es decir, podrá pasar de una representación bidimensional a una representación tridimensional del aparato psíquico (25). Las dos afecciones corresponden a los dos modos posibles de acercamiento de la superficie de esta esfera: por el interior y por el exterior. El asma es una tentativa de sentir por dentro la envoltura constitutiva del Yo corporal: el enfermo se hincha de aire hasta sentir desde dentro las fronteras de su cuerpo y hasta asegurarse los limites ampliados de su Si-mismo; para preservar esta sensación de Si-mismo-bolsa inflada permanece en apnea, con el peligro de bloquear el ritmo de intercambio respiratorio con el medio y de ahogarse. La observación de Pandora lo ilustra. El eczema es una tentativa para sentir desde fuera esta superficie corporal del Si-mismo, en sus desgarramientos dolorosos, su contacto rugoso, su visión vergonzante y, también, como envoltura de color y de excitaciones erógenas difusas.
En la psicosis, especialmente en la esquizofrenia, la paradoja que la alergia suscita es llevada al paroxismo. El funcionamiento psíquico está dominado por lo que Paul Wiener (26) ha llamado la reacción antifisiológica . La con fianza en el funcionamiento natural del organismo está destruida o no ha sido adquirida. Lo natural es vivido como artificial; lo vivo se asimila a lo mecánico; lo que es bueno en la vida y para la vida se percibe como un peligro mortal. Tal funcionamiento psíquico paradójico altera, por una reacción circular, la percepción del funcionamiento corporal que se presenta nuevamente reforzado en sus paradojas. Aquí la configuración paradójica subyacente del Yo-piel conlleva la no adquisición de las distinciones fundamentales: vigilia-sueño, sueño-realidad, animado- inanimado. La observación de Eurídice (27) nos proporciona un ejemplo limitado en una paciente no psicótica, pero que se siente amenazada de confusión mental. El restablecimiento de la confianza en un funcionamiento natural y feliz del organismo (a condición de que éste encuentre el eco suficiente a sus necesidades dentro del medio) es una de las tareas esenciales del psicoanalista en relación con dichos pacientes, una tarea ardua y repetitiva de acuerdo con los intentos inconscientes del paciente para paralizar al psicoanalista cogido en la trampa de la transferencia paradójica (28) y para conducirlo a su propio fracaso.
Los ataques inconscientes contra el continente psíquico, que puede ser que se apoyen sobre los fenómenos orgánicos autoinmunes, tengo la impresión de que proceden de partes del Si-mismo fusionadas a la pulsión de autodestrucción inherente al Ello, deportadas a la periferia del Si-mismo, enquistadas en la capa superficial que es el Yo-piel, cuya continuidad socavan allí mismo, cuya cohesividad destruyen y cuyas funciones alteran invirtiendo sus fines. La piel imaginaria con la que el Yo se recubre se convierte en una túnica envenenada, ahogante, abrasadora, desagregante. Se podría, pues, hablar de una función tóxica del Yo-piel.
Esta lista de nueve funciones psíquicas del Yo, homólogas a las funciones biológicas de la piel, no es, desde mi punto de vista, ni inmutable ni exhaustiva. Proporciona una clave que los hechos tendrán que prober, y permanece abierta y mejorable para facilitar la observación clínica, el diagnóstico psicopatológico, la conducta de las psicoterapias y la técnica de la interpretación psicoanalítica.
En cuanto a las funciones de la piel que no he evocado aún (29), se podría, llevando más lejos el espiritu del sistema, proponer el hacerlas corresponder incluso a otras funciones del Yo:
—Función de almacenamiento (por ejemplo, de las grasas): comparable a la función mnésica; aunque ésta surge de las zones preconscientes del aparato psiquico y no pertenece —Freud insiste en ello—a su «superficie», caracterizada por los sistemas de percepción-conciencia.
—Función de producción (por ejemplo, de los pelos y de las uñas): comparable a la producción de los mecanismos de defensa por la zona del Yo (ésta también preconsciente e incluso inconsciente).
—Función de emisión (por ejemplo, de sudor, de ferhormonas (30)): comparable a la precedente, porque la proyección constituye, en efecto, uno de los mecanismos de defensa más arcaicos del Yo; pero conviene articularlo con una configuración tópica especifica que he descrito como Yo-piel colador
Se podría comparar también algunas funciones, al menos ciertas tendencias del Yo-piel, con características estructurales (ya no funcionales) de la piel. Por ejemplo, el hecho de que la piel tenga la mayor superficie y el mayor peso de todos los órganos del cuerpo, correspondería la pretensión del Yo de envolver la totalidad del aparato psíquico y tener el mayor peso en su funcionamiento. Igualmente, la tendencia al ajuste de las hojas externas e internas del Yo-piel, así como de las envolturas psíquicas (sensoriales, musculares y rítmicas) parece relacionada con el enmarañamiento de las capas que componen la epidermis, la dermis y la hipodermis. La complejidad del Yo y la multiplicidad de sus funciones podrían igualmente ser comparadas con la existencia de numerosas e importantes diferencias de estructura y de función, de un punto a otro de la piel (por ejemplo, la densidad de los diferentes tipos de glándulas, de corpúsculos sensoriales, etc.).



Un caso de masoquismo perverso
Observación del Señor M.

El caso, bastante excepcional, del Señor M;, aportado por Michel de M'uzan (31) con anterioridad a mi primer artículo sobre el Yo-piel (32), no corresponde a una indicación de cura psicoanalítica, por lo que fue objeto de sólo dos entrevistas con este colega. Mi perspectiva de las nueve funciones del Yo-piel permite reinterpretarlo con posterioridad, poniendo en evidencia la alteración de la casi totalidad de las funciones del Yo-piel (el inventario que de ellas hago queda así indirectamente validado) en los casos graves de masoquismo y la necesidad de recurrir a prácticas perversas para restablecer estas funciones.
Para el Señor M., que no sin razón es radioelectricista, la función de sostenimiento está artificialmente asegurada por la introducción de trozos de metal y de vidrio bajo toda la piel (se trata, pues, aquí, de una segunda piel ya no muscular, sino metálica), fundamentalmente de agujas en los testiculos y el pene, de dos anillos de acero colocados respectivamente en la extremidad de la verga y en el origen de las bolsas, de tiras cortadas de la piel de la espalda con la finalidad de suspender al Señor M. de unos ganchos de carnicero, mientras que un sádico le sodomiza.
Los fallos de la función de continente del Yo-piel, son materializados no solamente por las innumerables cicatrices de quemaduras y de desgarros esparcidos por toda la superficie del cuerpo, sino también por el cepillado de ciertas excrecencias (seno derecho arrancado, dedo pequeño del pie derecho cortado con la sierra de metal), por el taponamiento de algunos agujeros (ombligo lleno de plomo fundido), por el alargamiento artificial de algunos orificios (ano, fondo del glande). Esta función de continente se restablece por la instauración repetitiva de una envoltura de sufrimiento, gracias a la gran diversidad, ingeniosidad y crueldad de los instrumentos y de las técnicas de tortura: la fantasía de la piel arrancada debe ser reavivada permanentemente, en el masoquista perverso, para que pueda reapropiarse de un Yo-piel.
La función de para-excitación está tan mal realizada que llega al punto limite irreversible en el que el peligro resulta mortal para el organismo. El señor M. siempre ha salido intacto de esta situación limite (no ha tenido ni una enfermedad grave ni la locura), mientras que su joven esposa, con quien hizo el descubrimiento mutuo de las perversiones masoquistas, murió de agotamiento consecutivo a los malos tratos soportados. El señor M. puja muy alto jugando a un juego de desafío a la muerte.
La función de individuación del Si-mismo sólo puede realizarse dentro del sufrimiento físico (las torturas) y moral (las humillaciones); la introducción sistemática de sustancias no orgánicas bajo la piel, la ingestión de materias repugnantes (la orina, los excrementos del compañero) muestran la fragilidad de esta función; la distinción del cuerpo propio y de los cuerpos extraños se pone en tela de juicio sin cesar.
La función de intersensorialidad es, sin duda, la que mejor se respeta (lo que explica la excelente adaptación profesional y social del señor M.).
La función de sostén de la excitación sexual y la de recarga libidinal del Yo-piel están igualmente preservadas y activadas, mas al precio de los sufrimientos limite que acabamos de evocar. El señor M. no sale ni abatido ni deprimido de sus sesiones de prácticas perversas, ni simplemente cansado: Las sesiones lo tonifican. No llega a la satisfacción sexual ni penetrando ni siendo penetrado, sino, al principio, por la masturbación, después sólo por el espectáculo de escenas perversas (por ejemplo, la de su mujer sufriendo la crueldad de un sádico), acompañado de una excitación de toda su piel sometida también a castigos. «Toda la superficie de mi cuerpo era excitable por medio del dolor.» «La eyaculación llegaba en el momento en el que el dolor era más fuerte... después de la eyaculación, sufría sin más» (33).
La función de inscripción de los signos está sobreactivada. Numerosos tatuajes cubren el cuerpo entero, exceptuando la cara; por ejemplo, sobre las nalgas: «Cita con las buenas colas»; sobre los muslos y el vientre: «Viva el masoquismo», «Soy una perra cachonda», «Servíos de mi como de una hembra, os lo pasaréis muy bien», etc. (34). Todas estas inscripciones atestiguan una identificación específica con la anatomía femenina, con erogenización del conjuto de la superficie de la piel, y la invitación a hacer gozar al compañero por diversos orificios (boca, ano) por los que él mismo no goza.
Finalmente, la función que he llamado tóxica del Yo-piel (es decir, autodestructiva) llega al paroxismo. La piel se convierte en la fuente y el objeto de los procesos destructores. Pero la escisión de las pulsiones de vida y de las de muerte no es más que pasajera, a diferencia de las psicosis, en las que es definitiva. En el momento en que el juego con la muerte se convierte en suicida, el compañero detiene sus malos tratos, la libido opera una vuelta a la cargo «salvaje», y el Señor M. puede disfrutar.
Ha tenido siempre, al menos, bastante olfato psicológico para elegir a tales compañeros: «El sádico se desinfla siempre en el último momento», cuenta (35). Deseo de omnipotencia, comenta Michel de M'Uzan. Quiero precisar: la búsqueda de una omnipotencia en la destrución es, para el masoquista perverso, la condición para acceder a una fantasía de omnipotencia erótica, necesaria para desencadenar el placer: la piel no está completamente arrancada, las funciones del Yo-piel no están irreversiblemente destruidas, su recuperación realizada in extremis en el momento de su pérdida, produce una «asunción jubilosa» mucho más intensa (porque es a la vez corporal y psíquica) que la descrita por Lacan en el estadio del espejo, pero cuya economía narcisista es también evidente.
Espero haber demostrado que estos mecanismos de defensa, de sobra conocidos (escisión de la pulsión, vuelta contra si mismo, vuelta de lo escindido, sobrecarga narcisística de funciones psíquicas y orgánicas heridas) sólo funciona con tal eficacia en un Yo-piel especial que provisionalmente ha adquirido las nueve funciones fundamentales, que revive repetitivamente una fantasía de piel arrancada y el drama de la pérdida de la casi totalidad de estas funciones para obtener, igualmente, un placer con la exaltación de sus reencuentros. La fantasía (necesaria para la evolución hacia una autonomía psíquica) de tener una piel propia permanece profundamente culpabilizada por la fantasía previa de que es necesario tomarla de otro para tenerla para si, y de que es mejor aún dejársela tomar por el otro para proporcionarle placer y para, finalmente, obtenerlo para sí mismo.


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Notas:

1- Jean Laplanche. Vida y mueerte en psicoanálisis. Amorrortu, Bs. As.,1970.
2- Imre Hermann. l´ínstinct filial. Denöel. Paris,1930.
3- Freud,S. El Yo y el Ello. Amorrortu Editores. Bs.As. 1978.
4- Pasche. Le Bouclier de Persée. En "Revista francesa de psicoanalisis" 35 nº 5-6. Pag. 850-870
5- Winnicott, D. Líntegration du moi ou cours du developpement de lénfant en "Processus de maturation chez l´énfant". Payot. Paris, 1970. p. 12-13.
6- Sami-Ali. Espacio imaginario. Amorrortu ediciones. Bs.As, 1974.
7- Cf. mis dos monografías, «De l'horreur du vide a sa pensée: Pascal» y «La peau, la mere et le miroir dans les tableaux de Francis Bacon», reproducidos en Le Corps de l'ouvre(Anzieu D., Gallimard. Paris 1981)
8- Grotstein. Splitting and projective identication. Jason Aronson. New York,1981.
9- Agradezco a Annick Maufras du Chatellier el haberme hecho conocer este texto y el haberine proporcionado la traducción francesa.
10- R. Kaes. Introduction à l´ànalyse transitionnelle en Crise, rupture et dépassement. Dunod. Paris,1979
11- Getsemani (p. 193)
12- Freud. S. El block maravilloso. Amorrortu Editores. Bs.As. 1978
13- Frances Tustin. Autisme et psychose de lènfant. Seuil, Paris,1972
14- E. Bick. L´experience de la peau dans les relatins d´objet précoces en "Explorations dans le monde de l´autisme". Meltzer, D.. Payot. Paris, 1980.
15- W. Reich.
16- Freud, S. Lo ominoso. Amorrotu Editores. Bs.AS, 1978
17- Meltzer, Explorations dans le monde de l´autisme. Payot. Paris, 1980. 1975.
18- cf., Las «barreras de contacto» del «Proyecto» freudiano de 1895. Ver Freud, S. Proyecto de psicología para neurólogos. Amorortu Editores. Bs.As. 1978
19- Piera Castoriadis Aulagnier. La violence de l´interpretation. P.U.F..Paris,1975.
20- F. Pasche. Le bouclier de Perseé. En "Rev. Franc. Psychanal." 35 nº 5-6, pag. 859- 870
21- Winnicott, L´íntegrationdu moi ou cours du developpement de lénfant en "Processus de maturation chez lénfant". Payot. Paris, 1970. p. 12-13
22- Bettelheim, B. Le blessures symboliques. Gallimard. Paris, 1971
23- Jean Dausset [cita faltante]
24- Spitz. De la naissanche à la parole. Le premiere anneé de la vie. P.U.F..Paris, 1968
25- cf. D. Houzel, 1984 a [cita faltante]
26- Paul Wiener. Structure et processus dans la psychose. P.U.F..Paris,1983
27- D. Anzieu. Sur la confusion primaire de l´anime et de l´animé. Un cas de triple méprise. En Nouv. Rev. Psych. Nº 25. Pag. 215-222
28- cf. D. Anzieu. Le transferet paradoxal. En Nouv.Rev. Psychaanal. Nº9 p.57-71
29- Agradezco a mi colega, Francois Vincent, psicofisiólogo, que haya llamado mi atención sobre ellas.
30- N. de la T.: en el original phérormonas. término creado por las lenguas anglosajonas para designar las sustancias que los animales excretan para la comunicación
31- Michel de M'uzan. Un cas de masochisme pervers, en obra colectiva "La sexualité perverse". Payot. Paris, 1972
32- Anzieu,Yo-piel [falta cita]
33- Michel de M'uzan Un cas de masochisme pervers, en obra colectiva "La sexualité perverse". Payot. Paris, 1972, p. 133-134
34- Michel de M'uzan. Un cas de masochisme pervers, en obra colectiva "La sexualité perverse". Payot. Paris, 1972, p. 127
35- Michel de M'uzan. Un cas de masochisme pervers, en obra colectiva "La sexualité perverse" . Payot. Paris, 1972. p. 137