martes, 13 de abril de 2010

Psicoanálsis: Comentario de la Introducción del Seminario 8, de Jacques Lacan

Entre Eros y el Bien

Primera parte

Voy a tomar como piedra de toque la introducción del Seminario Libro 8 La Transferencia, de Jacques Lacan, para establecer las diferencias entre Eros y el Bien. En dicho texto este autor realiza un recorrido, en el cual ubica al psicoanálisis vinculado al Eros como determinante, y lo compara con el concepto de Bien y la Buena Acción.
Inicia la introducción con un título que merece toda nuestra atención a saber “AL PRINCIPIO ERA EL AMOR”. Es imposible no tomar nota del problema del tiempo señalado por “al principio” y por la conjugación del verbo ser, “era”. El amor funda, presentado en esta articulación temporal, es condición del inconciente. Cabe preguntarse porque esta forma de presentar el problema. Como tantas veces con Lacan, encontrar la respuesta queda del lado del lector. Entonces intentare ensayar alguna respuesta a dicha cuestión.

Sigamos el camino que propone el psicoanalista francés. La transferencia implica una disparidad subjetiva, esto es una falta de simetría, una imparidad, elige Lacan para darse a entender. No se trata de dos subjetividades en juego, ni de una inter subjetividad. Según vemos, aquí “transferencia” no es algo que “hace” el paciente o le sucede a él –Lacan coloca allí un mojón-. La idea de imparidad es un modo de relación diferente.
Luego siguiendo, tenemos que la transferencia no es una situación el habla específicamente de “presunta situación”, quizás es mas claro cuando se refiere a la “técnica”, al referir la transferencia a una “experiencia”. Así la transferencia implica una nueva topología al menos distinta del tipo de espacialidad que normalmente se piensa, es un nuevo modo de tratar las relaciones de los elementos en juego y a los elementos mismos – tenemos un mojón para guiarnos-, la idea de imparidad sugiere la pista.
Recordemos entonces que hay un problema temporal en juego, “al principio era o fue el amor”. Este asunto ligado al tiempo nos da el marco para la transferencia, hace del amor un elemento existente desde el principio, lo suponemos pero es una suposición paradójica dado que tiene que haber sido, y a la vez es el determinante de lo que continúa. Es un existente a partir de un supuesto. Entonces, tenemos que no podríamos disociar la transferencia de la palabra, por su intermedio podemos suponer algo que habría sido. Si hubo palabra -piensa Lacan- habrá transferencia; se produce por el hecho de que había palabra, palabra dirigida a otro. Sin esto la enunciación de la experiencia freudiana no se pone en juego. Se trata de una estructura, al quedar disueltos los personajes junto a sus rasgos psicológicos, y encontramos las relaciones entre lugares.
Lacan introduce además otro elemento clave “la estructura creacionista del ethos humano”, la creación como efecto de la palabra. Un ethos –ligado a la palabra- que permite crear a partir de la nada, que envuelve un vacío. Aquí se aloja la primera diferencia con la Schwärmerei de Platón, que se trata de proyectar sobre ese vacío la idea del Soberano Bien. Esta es una diferencia crucial, para el psicoanálisis plantear una ética, supone que esta se envuelve sobre un vacío y da lugar a la creación, en lugar de llenar el corazón del ser con la idea del Bien. Recordemos que el sujeto con el cual opera el psicoanálisis es un sujeto vaciado, ubicado en los bordes del cuerpo y en los quiebres del discurso -como señalamos antes una nueva topología-. Una de las problemáticas centrales es que hay diferencias entre la orilla a la que llegamos siguiendo al amor ligado a Eros, o si se sigue la idea amor ligada al Bien. En El Banquete, los elogios al amor previos a Sócrates, que apuntan a esclarecer la naturaleza del amor están comandados por la idea del Bien y la Belleza. En este punto, para los griegos, se trata de un no saber en tanto, no todos los hombres llegan a percibir como norte para su existencia la idea del Bien.

Dice Lacan “si hemos de tomarnos en serio la denuncia freudiana de las satisfacciones llamadas morales, por quedar disimulada en ellas una agresividad que lleva a cabo la proeza de sustraerle su goce a quien la ejerce, repercutiendo sin cesar en sus partenaires sociales su prejuicio- lo que indican aquellas extensas condicionales, circunstanciales, es exactamente el equivalente del Malestar en la Cultura en la obra de Freud. Hay que preguntarse porque medios operar honradamente con los deseos.” Esta cita pone en jaque nuevamente la idea del Bien, especialmente en lo adaptativo que parece ser necesario para la vida en sociedad. Ubica al deseo con estatus singular, y lo respeta, quiere “operar honradamente con los deseos”. Queda claro que para el psicoanálisis, el intervalo donde se aloja el sujeto del deseo no puede coagularse con ninguna idea del Bien, por más que desde una perspectiva sociológica se lo pudiera pensar de ese modo.
Para profundizar en el ejemplo: se puede apelar al libro “Los Anormales” de Michel Foucault. Allí el filósofo hace un estudio detallado de las pericias psiquiátricas de Francia de los años cincuenta, señala al psiquiatra en un papel protagónico como representante de la idea del bien en el sentido social. Dichas pericias explican las desviaciones de la conducta humana; y el deseo es tratado como atentando contra el bien de la sociedad, y por lo tanto indican el castigo. Uno de los puntos que desarrolla Foucault en su arqueología de la anormalidad, es el de proponer que la figura del perito, tiene por función sostener la función del juez y hasta de reemplazarlo. Esto se ve en la lectura de ciertas conductas como patológicas, en función de que de la normalidad que porta el psiquiatra- decíamos representante del bien –Bien- y guardián de la salud de la sociedad y el individuo-. Vale decir, que en esa lógica jurídica hay un bien, en juego, el bien social, que además es custodiado por quienes saben a cerca del mismo. La idea del Bien estrecha su vínculo con el saber, y colocando al deseo solamente como deseo de algo bueno –este un plano totalmente distinto al del psicoanálisis-, lo que garantizaría las posibilidades de socialización del hombre.
Sin embargo Lacan al preguntarse a cerca del modo de tratar al deseo, es tajante en dos párrafos de la introducción en cuestión, lo cito nuevamente: “Digamos crudamente lo que quiere decir salubre en el sentido de la experiencia freudiana. Quiere decir desembarazado, lo más desembarazado posible, de la infección que es a nuestros ojos-peor no solo a nuestros ojos, los ojos, desde siempre , que desde que se abren a la reflexión ética- el fondo pululante de todo establecimiento social en cuanto tal”. Aquí podemos poner el acento en la idea de salubre como desembarazado de la infección de todo establecimiento social, en tanto el dicho establecimiento social está comandado por alguna idea del bien. Tal como dice Miller en la conferencia “Patología de la ética”, perteneciente a su libro “Lógicas de la vida amorosa” “también se puede definir la ética a partir de la norma: es posible definir la ética como el discurso en el cual se proponen las normas de conducta. Normas de buen comportamiento”, cuestión que cabalga en sentido contrario del análisis. Es decir que, para la experiencia freudiana es necesario situar al deseo libre de la infección del bien común. Lacan destaca, que es en el camino trazado por Sade donde se encuentra la llave maestra de la investigación de Freud.
Dibujemos un pequeño cuadro:


Bien / Amor
Intersubjetividad / Sujeto
Situación / Experiencia
Enunciados / Enunciación

En la introducción del seminario “La Transferencia”, pueden encontrarse todos estos términos, que decidí presentar en como un cuadro de elementos opuestos. Es la columna de la derecha la que establece que debe suceder en un psicoanálisis. La columna de la izquierda, se liga más a ciertos modelos de la psicología, y cierta perspectiva sociológica. En la columna derecha podemos alojar el deseo, implica una ética y un vacío, que habilitan que el deseo se despliegue, a diferencia de la columna izquierda que lo sutura al poner en el centro del ser al Bien. Leer al sujeto desde la escala sociológica lleva la idea del Bien, leerlo desde el Eros es la vía del psicoanálisis y el modo de hacer entrar al deseo freudiano.



Segunda Parte

Para continuar con el amor como condición para la experiencia dialéctica volvamos la atención sobre el pequeño dios tal como Lacan llama.
La referencia ineludible es Breuer, ¿por qué?, Lacan señala que Breuer amó a su paciente y explica que seguramente podría pensarse como una contratransferencia marcada. El “pequeño Eros”, hizo lo suyo, dio lugar al análisis y la vez lo obstaculizó. Lacan va a situar, en el modo de vérselas con Eros, la diferencia entre Breuer y Freud. Bruer decidió retroceder, es decir no saber de aquello con lo que se había encontrado.
Pone a Freud y a Sócrates en igualdad en tanto lograron valerse de Eros. El texto nos recuerda que Eros no está interesado en el Bien. Sobre este punto al hablar de la transferencia insiste, que no se trata del bien del paciente sino de su Eros, cuestión que vincula al psicoanalista con Sócrates. En Eros convergen la dialéctica y la pulsión de muerte; es el motor y el obstáculo en el análisis. Es notable como a lo largo de toda la Introducción, insiste con la necesidad de seguir la vía de Eros, y no la del Bien. Evidentemente querer el bien de los pacientes es mas frecuente de lo que consideramos.
Quizá el modo de pensar la transferencia sea considerando un indicador que Lacan nos hace ver, la desaparición de la intersubjetividad. Cito una vez más: “La intersubjetividad, ¿no es lo mas ajeno al encuentro analítico? Con solo que asome, la eludimos, seguros de que es preciso evitarla. La experiencia freudiana se paraliza en cuanto aparece. Solo florece en su ausencia”. No se trata de dos subjetividades, -como señalamos anteriormente- la transferencia implica al analista. Lacan insiste en no incluir la intersubjetividad, al punto que establece que el mismo paciente espera ser sorprendido en otro sitio -recordemos que se para esto se hace necesaria una nueva topología-, algo que no está determinado por lo que es mejor en términos del bien. Tanto para Freud como en Sócrates, esta es la novedad, el deseo no se limita al tener o al ser. Sócrates deja caer al deseo como posesión, lo que hace la diferencia con sus pares en El Banquete. A partir de Freud el deseo implica una relación con la falta en el Otro.
Continuemos con el texto, si algo introduce Sócrates es una versión de aquello que causa deseo enamoramiento, en un marco social donde la belleza estaba en la cima, él atrae dejando caer el encanto del cuerpo. Se habla de la fealdad y de la posición de ignorancia que definían a Sócrates. En la experiencia del análisis tampoco se trata de lo encantador del analista, este debe asumir una posición de sujeto vaciado en cuanto a sus deseos. Es un vacío entre-dos que haga entrar el deseo del Otro, el entre dos significantes del deseo entre S1 y S2. El Eros, en tanto pensado como ligado al cuerpo, evidencia su determinación por el significante. El amor funciona como vía, para poder situar el deseo. Lacan llama paradójica a esta situación del amor en el vínculo analítico. Es en el marco del amor de transferencia que los estados del cuerpo son tratados en tanto significantes, lo que permite la paradoja de una distancia o lejanía muy próxima. Lacan dice que el dispositivo de análisis no es un lecho de rosas, se trata de construir el texto en cual se despliegue la relación entre el sujeto y su Otro. Recordemos la cuestión del tiempo, es un texto que al ser dicho ya cuenta con la inclusión del analista en él -Eros como motor y obstáculo-.
Hacia el final de la Introducción, Lacan va a ubicar, que el análisis implica que el paciente asuma la condición de amante y ame, siendo ese el camino que el analista deberá enseñar al paciente, para que se despliegue su historia y el ethos creacionista. El analizante aprenderá como amante. Desde allí surgirá el texto que lo vincula con el deseo de su Otro. Una última cuestión, se trata de enseñar bajo las coordenadas de la imparidad y no de la intersubjetividad.


Alejandro Ercoli

domingo, 11 de abril de 2010

Psicoanálisis: Acerca de la entrada del término “immixtion” en la obra de Jacques Lacan.

Este artículo de Pablo Peusner, revisa con rigurosidad el término "inmixión" en la obra de Lacan, y propone la posibilidad del considerarlo como un concepto.


El 21 de Octubre de 1966 Jacques Lacan pronunció una conferencia en el Simposio Internacional del Centro de Humanidades John Hopkins (Baltimore-USA) bajo el título “Of Structure as an Immixing of an Otherness Prerequisite to Any Subjet Whatever” . Dicha conferencia –conocida como “la Conferencia de Baltimore”- fue pronunciada en inglés, si bien incluyó algunos términos en francés –fundamentalmente cuando Lacan consideró dificultosa la traducción de los mismos.
A los lectores de lengua española se nos presenta un obstáculo serio al intentar traducir el título de la Conferencia: el término inglés “immixing” no tiene un equivalente en nuestra lengua. Las dos traducciones reseñadas a pie de página proponen los siguientes títulos:
En “Lacan Oral”: “De la estructura como “immixing” del prerrequisito de alteridad de cualquier sujeto” -
“Acerca de la estructura como mixtura de una Otredad, condición sine que non de absolutamente cualquier sujeto”, tradujo Leonel Sánchez Trapani en la Revista Acheronta.
Realizaremos un breve recorrido situando el ingreso del término en la obra de Lacan para, a partir de su contexto, tomar posición en lo referente a una traducción posible. Este breve escrito debe considerarse una “nota a pie de página” a la sexta clase que dictara en “Apertura-Sociedad psicoanalítica de Buenos Aires” Alfredo Eidelsztein el día 25 de octubre de 2001 sobre “La ética del Psicoanálisis”; y fundamenta su interés en la pertinencia del término “immixing” en la definición del “sujeto” tal como se lo entiende en el marco de una ética propia del psicoanálisis:

“...cada vez que operamos con “sujeto” debemos tener en cuenta, cuál es la dimensión de Otredad que nos permita acceder a él. Pero aunque nos permita acceder al “sujeto”, no accedemos nunca al “sujeto” como tal —siempre es en este prerrequisito, en esta condición sine qua non que es “inmixturado” con “Otredad”. La ética que yo propongo desarrollar es exactamente ésa: una ética que dice “no” a considerar, en Psicoanálisis, al sujeto sin Otredad. El sujeto sin Otredad se llama “Individuo”. Y el individuo es el máximo ideal, el ideal fundamental de Occidente. Piensen en los ideales occidentales, los más radicales: “libertad”, “sí mismo”, “responsabilidad”, etc. Todos ellos tienden al individuo” .



El término “immixing” (en inglés) supone una mezcla de elementos en la que la esencia misma de tales elementos está disuelta y participa de la mezcla. Esta condición impide, una vez disuelta su esencia, volver al estado anterior (el lector podrá ilustrar esta operación en la mezcla de mayonesa y ketchup para obtener salsa golf, tanto como en la preparación del clásico “Poxipol”)
En francés existe el término “immixtion”. Se trata de una palabra surgida en el Siglo XVI (del bajo latín, immixtio, de immiscere) cuyo significado es: “acción de inmiscuirse, de meterse” .
Cabe aclarar que el uso del término en la conferencia está restringido al título. Lacan no volvió a pronunciarlo a lo largo de su disertación en ninguno de los dos idiomas en que la realizó.

Revisaremos a continuación las referencias al término en la obra de Lacan.

1) “El seminario sobre La Carta Robada” (publicado en 1957)

“La pluralidad de los sujetos, naturalmente, no puede ser una objeción para todos los que están avezados desde hace tiempo en las perspectivas que resume nuestra fórmula: el inconsciente es el discurso del Otro. Y no habremos de recordar ahora lo que le añade la noción de la inmixtión de los sujetos [immixtion des sujets], introducida antaño por nosotros al retomar el análisis del sueño de la inyección de Irma” .

Cabe recordar aquí, que este texto se trata de la versión “escrita” de algunas clases dictadas por Lacan en el Seminario 2 durante 1955. El párrafo citado, salió “ileso” de las correcciones realizadas por Lacan en al año 1966 con ocasión de publicar los “Escritos” . Sin embargo, es el mismo Lacan quien nos conduce a revisar las clases que, en el Seminario, dedicara al “sueño de la inyección de Irma” al afirmar que allí fue introducida la noción.
Se trata, básicamente, de la clase XIII del Seminario 2, titulada “El Sueño de la Inyección de Irma” (dictada el 9 de marzo de 1955). Reduciré las citas al mínimo necesario, tan sólo para ilustrar el clima en el que Lacan va introduciendo lentamente la cuestión .

“Hay dos operaciones: tener el sueño e interpretarlo. Interpretar es una operación en la cual intervenimos. Pero no olviden que en la mayoría de los casos también intervenimos en la primera. En un análisis no sólo intervenimos en tanto que interpretamos el sueño del sujeto-si es cierto que lo interpretamos-, sino que como ya estamos, a título de analistas, en la vida del sujeto, ya estamos en su sueño” .

Lacan propone al analista como causa del fenómeno del sueño, causa “interna”.

“La estructura del sueño nos muestra con claridad que el inconsciente no es el ego del soñante, que no es Freud en tanto Freud prosiguiendo su diálogo con Irma [...] Él, literalmente, se ha evadido [...] Se ha desvanecido, reabsorbido [...] Y, por último, otra voz toma la palabra[...]
Este sueño nos revela, pues, lo siguiente: lo que está en juego en la función del sueño se encuentra más allá del ego, lo que en el sujeto es del sujeto y no es del sujeto, es el inconsciente”

En estos dos párrafos pone en cuestión el supuesto espacial. Este tipo de citas es el que favorece la respuesta a la pregunta de “por qué incluir la topología”.
Un breve recordatorio del sueño de Irma (canónico del psicoanálisis, por cierto) ayudará a fijar el problema sobre el cual Lacan hace hincapié en la clase del Seminario. Se trata de la particularidad de un personaje del sueño: el Dr. M.
Nadie podría explicarlo mejor que Freud:

“Una persona mixta {Mischperson} [...] Pero aquí la imagen onírica se preparó de otro modo. No reuní rasgos pertenecientes a uno con los del otro, suprimiendo para ello ciertos rasgos de la imagen mnémica de ambos; adopté el procedimiento mediante el cual Galton producía sus retratos de familia, a saber, proyectando las dos imágenes una sobre la otra; de ese modo; los rasgos comunes cobran realce, y los discordantes se borran y se vuelven desdibujados en la imagen. En el sueño sobre mi tío se realza la barba dorada como rasgo destacado de un rostro que pertenece a dos personas y es por tanto borroso. Además, ese rasgo contiene una alusión a mi padre y a mí mismo, por intermedio del encanecimiento”

Es en este contexto que Lacan hace su referencia a “la multitud” de personajes en el sueño. Es decir que la “persona mixta o mezclada” de Freud, está mezclada al estilo de los retratos de Galton. ¿Estará Lacan intentando proponer pensar al “sujeto” como el resultado de “al menos dos” fotografías superpuestas?

“Se ha dado un paso. Tras la primera parte, la más cargada, imaginaria, al final del sueño entra lo que podríamos llamar la multitud. Pero se trata de una multitud estructurada, como la multitud freudiana. Por eso preferiría introducir otro término, que someteré a vuestra reflexión con todos los dobles sentidos que comporta: la inmiscusión de los sujetos.
Los sujetos entran y se inmiscuyen en las cosas: éste puede ser el primer sentido. El otro es el de que un fenómeno inconsciente que se despliega en un plano simbólico, como tal descentrado respecto del ego, siempre tiene lugar entre dos sujetos”

El resultado del recorrido supone diferenciar una “multitud” formada por muchos “individuos”, de la “inmiscusión de los sujetos”; en la que, cada término debe ser considerado como un fenómeno “entre dos sujetos” (pocas clases más tarde, Lacan introducirá al Gran Otro)

Revisada la referencia, algunas líneas sobre la traducción española de los Escritos.
Cité, al inicio de este apartado, la versión de 1984. En la de 1975 decía:

“Y no habremos de recordar ahora lo que le añade la noción de la intromisión de los sujetos [immixtion des sujets], introducida antaño por nosotros al retomar el análisis del sueño de la inyección de Irma” .

En el libro “1236 errores, erratas, omisiones y discrepancias en los Escritos de Lacan en español” , Marcelo Pasternac aborda las diferencias en el criterio de traducción de ambas ediciones. Califica de “correcta” la traducción de Tomás Segovia (edición de 1975, donde aparece el término “intromisión”), pero señala que el uso por Lacan del término francés “immixtion” sufre en el texto una especie de deslizamiento hacia un valor neológico al relevar el significante alemán “Mischpersonen” utilizado por Freud. Este valor neológico habría sido obviado por el traductor. No ocurrió lo mismo en la revisión de 1984 realizada por Armando Suárez, quien fue sensible al hecho propuesto, “inventando” un término inexistente en lengua española: “inmixtión” . Pasternac desdeña ambas. Lo cito a continuación:

“Propongo entonces: ni “intromisión” que es correcta abstractamente, pero inapropiada concretamente, ni “inmixtión” que no es palabra francesa ni castellana sino “entremezcla”

El problema de la traducción, sigue vigente. El “purismo” de la lengua del que Pasternac es víctima, hace serie con el de Leonel Sánchez Trapani en Acheronta al proponer “mixtura” –invocando la necesidad de utilizar palabras de nuestro idioma siempre que fuera posible, reduciendo las desviaciones a contados tecnicismos (y el título de la conferencia ....¿acaso no lo era?)

2) “La cosa freudiana o sentido de retorno a Freud en psicoanálisis”.
Apartado tercero: Orden de la cosa (conferencia del 7 de noviembre de 1955, publicada originalmente en 1956)

“Lo que distingue a una sociedad que se funda en el lenguaje de una sociedad animal, incluso lo que permite percibir su retroceso etnológico: a saber, que el intercambio que caracteriza a tal sociedad tiene otros fundamentos que las necesidades aun satisfaciéndolas, lo que ha sido llamado el "don como hecho social total" -todo eso por consiguiente es transportado mucho mas lejos, hasta objetar la definición de esa sociedad como una colección de individuos, cuando la inmixión de los sujetos [l´immixtion des sujets] forma en ella un grupo de muy diferente estructura” .

Este párrafo fue totalmente reescrito en 1966. El término francés “immixtion” no estaba presente en la versión anterior. Se la transcribe a continuación:

“[...] lo que distingue a la sociedad humana de las sociedades animales: a saber que el individuo en ellas es tomado a título de unidad en una secuencia de intercambios más o menos circulares ( o sea: a plazos más o menos largos) según las leyes de una combinatoria del don cuyo principio se le escapa y que carece de relación inmediata , ni siquiera indirecta, parecen decirnos los etnólogos, con sus necesidades”

Considerando que la Conferencia fue dictada en noviembre del ´55 (meses después de la clase sobre “la Inyección de Irma”) podemos suponer que a esa altura, el término francés “immixtion” aún no había sido utilizado por Lacan. Puesto que su primera aparición fue en el “Escrito sobre la Carta Robada” –redactado en los años siguientes al seminario- estimo su introducción en el corpus lacaniano en algún momento entre la publicación original de “La Cosa Freudiana” en L`Évolution Psychiatrique Número 1 de 1956 (donde no estaba) y el año 1957 (fecha de la publicación de la reseña del “Seminario sobre la Carta Robada).
Si el párrafo anterior es verdadero, para titular su “Conferencia de Baltimore” Lacan utilizó la traducción inglesa (“immixing”) de un término francés (“immixtión”) que estaba introducido en su obra desde 1956/1957, vale decir, diez años antes aproximadamente.

Para no perder el hilo de la cuestión teórica que el término supone transcribo dos líneas presentes en ambas versiones del texto y que definen con total precisión una dirección para entender la ètica del psicoanálisis:

“Los términos para los que planteamos aquí el problema de la intervención psicoanalítica hacen sentir bastante, nos parece, que la ética no es individualista”

La entrada del término en este escrito tiene por función definir cierta lógica que, apartando al analista de suponer a su analizante participando de una “colección de individuos” (en el Seminario 2, hablaba de “multitud”), lo inscriba en la “immixtion”.

Hasta aquí he trabajado en el terreno seguro garantizado por los Escritos. Lo que sigue será “tierra pantanosa”: dos referencias a los Seminarios que portan todos los inconvenientes de las versiones circulantes.




3) Seminario 14 : “La lógica del fantasma” Clase del 15 de febrero de 1967

“Estos hechos topológicos son extremadamente favorables para representar lo que en la alienación está en dos sentidos de operaciones diferentes: uno representa la elección necesaria del ´no pienso´ acorneado por el Es de la estructura lógica, y el otro un ´no soy´ que no se lo puede elegir más que de la alternativa que opone y conjuga el núcleo del inconsciente, como no tratándose de un pensamiento atribuible al je, instituido de unidad subjetiva que ha marcado lo que en la estructura del sueño he definido como la inmixión de los sujetos, a saber como el carácter no sujetable, indeterminable, del sujeto asumiendo el pensamiento del inconsciente” .

Más allá de los problemas filológicos que producen las versiones del Seminario, aquí hay un intento de definición del concepto: “carácter no sujetable, indeterminable, del sujeto asumiento el pensamiento del inconsciente”.
El traductor optó por una de las versiones del neologismo de Armando Suárez.


4) Seminario 19:”...Ou pire” – Clase del 14 de Junio de 1972

“Sí, por eso ahora puedo decir —y se puede entender— que no hay relación sexual y que hay un orden que funciona donde estaría esa relación y que en ese orden algo es consecuente como efecto de lenguaje. Hasta podríamos aventurarnos un poquito y pensar que cuando Freud decía que el sueño es la satisfacción de un deseo, ¿satisfacción en qué sentido? ¡Cuando pienso que todavía estoy en esto! Qué nadie, a pesar de todos los que se dedican a embrollar lo que digo, a hacer ruido, nadie haya entendido eso que es la estricta consecuencia de lo que dije y articulé de la manera más precisa en el 57, no, ni tampoco, ¡en el 55!. A propósito del sueño de la "inyección de Irma" que usé para mostrarles cómo se trabaja un texto de Freud, les expliqué, había algo ambigüo que está justamente ahí y no en el inconsciente, a nivel de sus preocupaciones presentes, que Freud interpreta ese sueño, sueño de deseo que nada tiene que ver con el deseo sexual, aún teniendo todas las aplicaciones de transferencia que ustedes quieran. ¡El término inmixción de los sujetos lo adelanté en el 55, ¿se dan cuenta? ¡17 años!”

Personalmente, no creo que esta cita aporte mucho a la cuestión teórica, aunque certifica que la pertinencia de la idea estaba articulada allá por la década del cincuenta, exactamente en las clases que revisamos. La incluí para cerrar el bucle.
Con respecto a la traducción, el término “inmixción” es un neologismo respecto del cual Rodríguez Ponte no hace ninguna aclaración –es extraño que no haya tomado el de Armando Suárez.

Para concluir, es mi intención hacer notar que no he incluido comentarios teóricos ni explicaciones referidas al término que estamos estudiando. El verdadero motivo de esta omisión radica en lo reciente del hallazgo de este problema, tanto como en lo novedoso de considerar allí un “concepto”.
Mi impresión personal es que, tanto los traductores como los revisores de la traducción, no consideraron que el significante en juego pudiera elevarse a la categoría de un concepto. De hecho, no conozco ningún artículo firmado por psicoanalista alguno que trabaje dicho significante en tanto “concepto”.
Es mi deseo que este breve escrito, contribuya al debate en torno de un concepto que nos permita acceder a mayor claridad en lo concerniente a una definición ética del quehacer del psicoanalista.

Lic. Pablo Peusner