jueves, 30 de julio de 2009

Psicoanálisis: Material del grupo de estudio en curso,sobre "Culpa, Responsabilidad y Superyó

Tercer encuentro


En esta oportunidad vamos a trabajar, sobre tres textos de autores que provienen del psicoanálisis. De Alfredo Eidelsztein, el capítulo “la concepción clínica de la neurosis” de su libro Las estructuras Clínicas a partir de Jacques Lacan, vol.II; del libro de Pablo Peusner Fundamentos de la clínica psicoanalítica lacaniana con niños, el capítulo “Crítica de la noción de responsabilidad en la clínica psicoanalítica lacaniana con niños”; y de Jacques Alain Miller del libro Lógica de la vida a amorosa, “Patología de la ética” primera y segunda conferencia.
Vamos a tomar estos textos en el orden que los nombré dado que de esta forma resultará mas clara la perspectiva que quiero sugerir.
Para comenzar, con el primero de ellos partiremos de como pensar la relación sujeto-Otro, para señalar una manera de pensar la “responsabilidad subjetiva”. Eidelsztein recorre el concepto de Otro como diferente de A. Ubica el otro como A refiriéndose, al otro de la cultura en un sentido estructural, es decir sin garantía y con una falta constitutiva. Luego se referirá al Otro como una versión particular de A, la clave es que el Otro supone coordenadas temporo-espaciales que justamente lo hacen particular para un sujeto. Señala que por la eficacia del nombre del padre, en tanto función, en el Otro no se condensa el A, dando lugar a la neurosis y por lo tanto evitando un Otro omnipotente. Pone de relieve además la condición de falta o de barra que alcanza al Otro.
El recorrido del capítulo en cuestión abarca también el concepto de sujeto, para ello separa tres elaboraciones muy precisas:

A) individuo en tanto unidad cerrada, aislada sustancial idéntico a si mismo;

B) el hablanteser como sujeto de la palabra tomado por el lenguaje;

C) el sujeto del inconciente como específico de la experiencia analítica aquel que está fundamentalmente dividido, por ejemplo entre dos significantes.

Con estos conceptos, nos ubica en el modo de relación, como la clave para entender las estructuras del psicoanálisis; explicando que en la neurosis hay un deslizamiento de la falta desde el Otro hacia el sujeto. Va a indicar que el complejo de Edipo supone asumir de un modo complaciente la falta que corresponde al Otro (quizás esto permita comprender el asentimiento subjetivo ante la aplicación de una pena en términos jurídicos). Esto es que quien se hace presente en una consulta al analista, asume algo que no funciona en su vida, que quiere cambiar, pero que no sabe bien que es, ni como hacer. Además al inicio trae un problema como propio suponiendo que la causa está en él, si el análisis se instala esto que no funciona quedará entre él bajo la forma del sujeto divido y el Otro barrado.
El paso que sigue en el citado capítulo, lleva a establecer las condiciones de analizabilidad, donde para este autor es fundamental la posibilidad de que alguien quiera hablar y quejarse del Otro. En caso que esto no suceda por más que existan síntomas que respondan a la estructura del lenguaje, se repetirá la falla del Otro sin posibilidad de analizar la relación entre el sujeto y el Otro. Con estos datos podemos pensar que la responsabilidad se juega no en el individuo o en lo intrapsíquico, sino en una relación, a saber la que existe entre el sujeto y el Otro. Para decirlo mas claro, es necesaria la queja pero también la sanción de la falla del Otro, esto es sin sanción la falla queda del lado del sujeto eximiendo al Otro de responder. Podemos situar que la sanción hace a la responsabilidad, y es entre dos donde hay que ubicarla, en la relación. Para que haya responsabilidad subjetiva en juego es necesario interrogar al Otro, son necesarios dos términos como mínimo. Si esto no se juega no es posible una nueva dimensión del sujeto ni un cambio en su modo de relación con los otros.
Se trata de una responsabilidad diferente de la jurídica, porque se establece en el marco de un análisis. Se aleja del sentido corriente de la responsabilidad como un individuo respondiendo ante la justicia.
No obstante podemos señalar que en ambas formas de responsabilidad es necesaria cierta legalidad y la condición de sujeto como característica estructural. Recuerden que Foucault, entiende que para el derecho se trata de sujetos y que es un problema cuando el derecho no considera a alguien en esa condición. Si bien el sujeto jurídico y el de análisis son distintos, como decía ambos están en relación a una legalidad y por lo tanto en posición de responder o pedir que otro responda. Quizás en el planteo de Eidelsztein, queden separados el sujeto del psicoanálisis y el del derecho, está clara que son diferentes y que con el sujeto del derecho no hay análisis, pero creo que el sujeto del derecho en tanto marca la presencia de la ley en una cultura es condición para el sujeto del inconciente. Probablemente en la experiencia clínica del consultorio esto sea menos visible, pero en un penal la legalidad se torna de mayor pregnancia. En fin no sé hasta que punto es posible atacar la idea de responsabilidad porque pertenezca al derecho, sino vuelvan sobre el texto de M.Villey.
En el caso del texto de la Clinica Psicoanalítica lacaniana con niños, Peusner hace una observación muy precisa al retomar el valor del lenguaje infantil. Señala la posición del niño respecto del lenguaje, apostando a la puesta en marcha de una argumentación, respecto de la cual no es posible anticipar hasta donde llegará. Podemos entender que en el lenguaje infantil el niño habla sin preocuparse por lo que dice, en este punto es comparable al modo que tiene que desplegarse el lenguaje en un análisis. Por lo tanto dejarse llevar por lo que se dice, en todo caso el analista tiene como función provocar en el analizante ese modo de ubicarse en relación al lenguaje. Volvamos sobre esta cuestión, en el lenguaje infantil resulta claro que el sujeto no sabe lo que dice. Se trata de dar lugar a la argumentación para descubrir las razones del sujeto, si en cambio se opera pretendiendo responsabilizar a alguien por lo que dijo, solo se da consistencia al individuo sacando del campo al sujeto del inconciente. Pensemos que si el sujeto es un efecto del lenguaje y no una causa, es imposible decirle “es usted” o “hágase cargo”, simplemente porque cuando habla no sabe que hable ni que está allí. Volviendo sobre el lenguaje y los niños, ellos hacen un uso a favor de la plurisubjetividad dado que no tienen problema en señalarle la posición al Otro, por ejemplo todas las veces que un niño habla y el adulto (padre, madre, etc,) se avergüenza. En este autor nuevamente la idea de responsabilidad es entre sujeto y Otro, y no una dificultad del individuo. Ocuparse de lo que un niño dice implica que va a hablar de sus otros, va en dirección a la plurisubjetividad.
Recordemos que hablar de plurisubjetividad, implica tratar de manera diferente la idea de responsabilidad originada en el derecho. Que existan varios sujetos en torno a un asunto, implica que hay una responsabilidad y un daño en juego (podría pensarse así algo de la estructura), aunque el autor del daño y quien responda no sean el mismo. De hecho en el análisis es necesario que alguien decida hacer algo con una falta de la que no es autor en sentido estricto. Como decíamos anteriormente, implica una sanción del sujeto. Se trata de que alguien quiera hacer algo con una situación que no generó pero que lo hace partícipe, en la medida que se pregunte como responder podrá asumirse como sujeto en un análisis.
En tercer lugar vamos sobre las conferencias de Miller. Hay una jugada respecto de la forma de entender la responsabilidad muy intersante. Este psicoanalista apunta a la “salud mental”, con lo cual no solo hace entrar los problemas que sufren los psicoanalistas en las instituciones, sino también la dimensión jurídica. Al plantear que el sujeto de un análisis es aquel que quiere responder formar parte de aquello de lo que se queja, da cuenta de cierta proximidad con el campo jurídico. Para decirlo mas claro, para la ley se trata de establecer si alguien está en condiciones o no de asumir las consecuencias de un acto. Y de hecho resulta problemático como pensar aquellos que quedan bajo la marca de inimputable. Dicho autor, pasa de la psicopatología a la ética señalando que un analista puede recibir a cualquier paciente, no importa la estructura, a condición de que en tanto sujeto del inconciente quiera responder. En mi opinión, en estas conferencias dictadas por Miller, el problema es que enfatiza sobre el sujeto y la culpa inconciente dejando caer el campo del Otro. Y pensar lo inconciente implica pasar por el Otro, no alcanza con que alguien se diga responsable si libera al Otro de participación en su cuestión.
Al pensar pacientes en conflicto con la ley, para el derecho con establecer si alguien e o no el autor de cierto delito resulta suficiente, para el psicoanálisis es necesario pasar del hecho que se le endilga a un individuo, a un problema plurisujetivo que en todo caso facilitó que una persona cometa un delito.

viernes, 24 de julio de 2009

Psicoanálisis: Material del grupo de estudio en curso, sobre "Culpa, Responsabilidad y Superyó

Segundo encuentro:


Introducción


Para este segundo encuentro vamos a considerar dos textos, como ya conocen uno de ellos es el escrito “introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología”, de Jacques Lacan Escritos I, Siglo XXI editores; y el otro es un material de Michel Villey llamado “Esbozo teórico a cerca del término responsable” del año 1977, traducido por Leonardo Itzik y Pablo Peusner, apartir de al versión portuguesa de André Rodríguez Correa de Esquisse historique sur le mot “responsable”, M,Villey, en Archives de Philosophie du Droit, París,t.22,1977.
El concepto de responsabilidad constituye en esta oportunidad el centro de nuestra atención. Es un término que reconocemos dentro de la batería de significantes específicos del psicoanálisis, como así también lo es del derecho, del campo jurídico.
Tanto para el derecho como para el psicoanálisis la noción de sujeto es clave. Todos por el hecho de pertenecer a una sociedad dada, estamos en relación a una ley y las formas jurídicas, como figura en el texto de Lacan, las sociedades tienen como condición la existencia de una ley, y por lo tanto son posibles todas las formas del delito.
Un concepto clave para pensar los alcances de la responsabilidad es el sujeto. Veamos que desde la perspectiva de algunos pensadores como Lacan, Foucault, Deleuze, Agamben, la lista es más amplia, siempre está en juego un sujeto. Recorto dos ejemplos, Lacan introduce un sujeto al inconciente, y Foucault con su arqueología del poder, del saber, o la biopolítica siempre está preocupado por el sujeto y las determinaciones que lo capturan. En consecuencia me parece apto el campo para señalar que el concepto de responsabilidad tiene anclajes válidos tanto dentro de lo jurídico como del psicoanálisis. Pensando en los psicoanalistas que trabajan en cárceles o en instituciones vinculadas a lo jurídico, la particularidad es que parte de sus pacientes están en conflicto con la ley, pero que el concepto de responsabilidad –en relación cada sociedad- es el mismo que tenemos en cuenta para los pacientes que no están encarcelados, es decir los que van a sus consultorios.
Este concepto de responsabilidad, hay que señalar -pese a la obviedad- que es sensible a la cultura, varia según cada sociedad y según cada época. Podemos retomar nuestro esquema, si decíamos que la cultura era lo Otro del crimen, también cabe situar que la cultura es lo Otro de la idea de responsabilidad que circula en una cultura y en un tiempo determinado.
Si hay ley y delito, la punición lleva a pensar que se entiende por responsabilidad. Como veremos con el material desarrollado por Villey, no es lo mismo la responsabilidad para el derecho romano, que para el derecho moderno, cada contexto le da un sentido propio.
En esta mirada resulta de importancia, retomar la maniobra de Agamben en la conferencia que trabajamos la vez pasada, en tanto para entender las determinaciones del capitalismo, proponía recuperar ciertos datos históricos que según su investigación habían quedado reprimidos por causas no del todo claras. Este juego de recuperar algo reprimido me resultó atractivo, de hecho es afín a los psicoanalistas, y lo creo válido para trabajar el concepto de responsabilidad, haciendo entrar otras formas de pensar este término, crucial en nuestra práctica.


Primera parte: El consejo de Michel Villey

Comencemos con M. Villey: este autor trabaja el término responsabilidad desde una perspectiva histórica, que deja en evidencia las variaciones de sentido que han afectado en el derecho el uso de este concepto.
Volvamos sobre un punto importante, la idea de responsabilidad como ya señalamos es capital del psicoanálisis, usualmente se habla de responsabilidad subjetiva, o se escuchan frases como responsabilizar al sujeto del goce, o responsabilidad respecto del deseo. Pero me parece clave insistir en que suponer un sujeto del inconciente, implica el orden de una legalidad. Las formas jurídicas son la expresión de una legalidad, que si bien no dan como efecto al sujeto del inconciente, hacen a la existencia de cierta versión del sujeto. De hecho Lacan señala que toda sociedad posee alguna forma de ley, cualquiera sea esta. Fuera del ámbito de las instituciones ligadas a lo jurídico, resulta menos frecuente pensar que por vivir en sociedad somos sujetos del derecho, regulados por lo jurídico. Recuerden que M. Foucault en las primeras clases de su curso “Los anormales”, señala las dificultades para incluir socialmente aquello que el derecho no prevé. Este autor, es claro al mostrar que en esos casos se trata de una exclusión bajo el signo de la patología y la anulación del sujeto en términos jurídicos. De este modo dejo explicado porque tomo un autor que proviene del campo del derecho.
M.Villey, comienza con el uso del concepto de responsabilidad para los romanos, destacando que se trata de un “estar obligado”. Ahora bien dicha obligación no se corresponde con un individuo en particular, se trata de alguien que responderá por ciertos daños, los haya ocasionado o no. La clave es que responsable es el que responde, sea el autor o no de cierto daño. Para ir más lejos, no es condición la culpa o la intención subjetiva por parte de quien es responsable. Se trata de reparar el daño ocasionado a un tercero, más allá de la intención. Quien responde es un deudor, es alguien que está obligado por ejemplo ante un tribunal. Al parecer para los romanos se trataba de la reparación del daño, que no supone la culpa, sino la justa repartición de bienes de una familia. Estamos del lado de una función conmutativa, de la justicia. Para tomar un vocablo que resulta esclarecedor, la responsabilidad se liga con un desorden en un vínculo plurisubjetivo, donde está en juego la reparación y no la culpa.
Aquí considero necesario apropiarnos del concepto de plurisubjetividad, hagámoslo funcionar como el S2 y al concepto de responsabilidad como S1, según la forma que inventó Lacan para referir a la cadena significante y la relación entre sus términos.
La plurisubjetividad, se apoya en una concepción distributiva, esto es frente a un hecho que perjudica a alguien, hay otro que está obligado a responder sea o no el autor del daño. Estar obligado a responder tensa un asunto entre varios, por ejemplo responsable, autor del daño, y la víctima. Se trataba para los romanos de reparar, de distribuir equitativamente. La culpa o la intención no entraban en juego. No obstante con la responsabilidad plurisubjetiva se arma un sistema de relaciones, con derechos y obligaciones de aquellos que forman parte. Por ejemplo, que el autor del daño no resulte el respondedor, no lo saca de la escena. Vean como el concepto de plurisubjetividad, delinea el valor del concepto de responsabilidad y establece como decíamos un juego de relaciones. De este modo gracias a la genealogía que nos brinda Villey, recuperamos una parte importante del concepto de responsabilidad. Vayamos sobre el psicoanálisis el Edipo sea en Freud o en Lacan, acaso no implican una relación plurisubjetiva, los ideales que está a la salida del mismo no van a comandar en cierta forma el modo de vincularse de alguien. El Edipo es interno e individual o se trata de una cuestión plurisubjetiva, que determina el modo de relación del sujeto. Una vuelta mas ¿el neurótico no se la pasa respondiendo por un falta respecto de la cual tiene participación pero no es el autor? ¿Su sufrimiento no está cifrado en el texto familiar? Ciertas cuestiones desplazadas hacia la psicopatología, podrían pensarse como tensiones vividas en el Edipo, que no necesariamente implican una estructura psicopatológica. Habrá una salida singular para el sujeto, pero atravesar el Edipo implica vérselas con el superyó y los ideales. Estos elementos son necesarios para despejar la responsabilidad.
Ahora bien si recuerdan para Agamben la teología resulta fundamental a fin de comprender la cultura occidental. Resulta que Villey, puso el ojo allí mismo, e introdujo las consecuencias de la teología en el término responsabilidad. De algún modo el responsable moderno, está calibrado desde la teología. No olvidemos que la modernidad es necesaria para el surgimiento del psicoanálisis.
Con la religión cristiana y el mundo moderno se pone en juego una moral, que va tener efectos sobre la conducta. Esta última atribuida a un individuo, se van a fijar pautas de como debe comportarse o reglas de conducta. Ahora la plurisubjetividad se ha incorporado al individuo, y la toma en consideración de su intención subjetiva. Dios va juzgar según la intención subjetiva. Usemos un modo de pensar más o menos familiar, lo que está en juego es la conciencia del hombre.
Entonces el concepto de responsabilidad si vio afectado por la modernidad, paso de una relación de varios a la conciencia individual, importa la conciencia de los actos. Yendo al prisma de M. Foucault, se pasó de la justicia conmutativa al gobierno de la conducta humana. Entonces la nueva vedette es la imputabilidad, hay que dirimir a quienes les toca. El hombre está obligado, Deleuze hablaba del hombre endeudado, a mantener cierta conducta y a responder por ella. La moral, mas específicamente la moral cristiana, es decir del sacrificio opera como una regla del derecho.
Retomando, para los romanos el derecho busca una división justa y ese es el eje de su idea de responsabilidad, con el mundo moderno, la teología, la moral religiosa el sentido del concepto de responsabilidad cambió, se trata de un individuo, su conducta y sus intenciones subjetivas, más que de su parte en la relación con otros.
Hagamos de las últimas líneas del texto de M.Villey, una sugerencia para los psicoanalistas, cuando dice que al jurista le conviene captar las relaciones entre el autor de un delito, la víctima y el ambiente social, en tanto pluralidad de subjetividades. Creo que este consejo a quienes nos dedicamos al psicoanálisis nos resulta valioso.
Pasemos entonces al material sobre criminología que nos aporta J. Lacan. En el texto la cuestión arranca poniendo el acento en la verdad, como concepto, que implica la eficacia del psicoanálisis, observen que aunque se trata de los aportes a la criminología, el concepto de responsabilidad no es la clave. En todo caso la responsabilidad habrá que articularla a la posición del sujeto respecto de la verdad.
En el delito y en crimen el psicoanálisis se ocupa de la verdad del sujeto, que implica ir más allá de establecer la responsabilidad individual. De hecho rápidamente J. Lacan pone el acento en la ley como condición de lo social, y no la conducta individual. La ley positiva, constituye una característica de toda sociedad y se expresa por las vías jurídicas. El castigo, pone en evidencia el vínculo entre la ley y el crimen, y tiene como condición el asentimiento subjetivo. Por lo tanto la responsabilidad queda asociada a la versión del castigo que se motiva en la conducta del individuo. El concepto de responsabilidad no resulta explicativo del crimen, ni de su causa, por medio del castigo se paga el precio que la ley impone al crimen. Como ven la causa sigue siendo oscura para el individuo, y para la sociedad. La responsabilidad entonces tiene como manifestación cultural el castigo, retomando nuestro esquema nuevamente, podemos ubicar la responsabilidad del lado del S1 y el castigo del lado del S2, estoes del lado de la cultura y la significación social. En términos estructurales para toda sociedad existe una ley, por lo tanto hay delito y responsabilidad expresada a través del castigo. Pero no es posible leer la significación subjetiva de la responsabilidad por fuera de las coordenadas de la cultura, como un asunto personal, volvamos a los romanos y la plurisubjetividad,
El aporte del psicoanálisis en lo referente al delito, consiste en esclarecer las variaciones los alcances del concepto de responsabilidad, que son específicos para una sociedad y un tiempo determinados. Solamente con el concepto de individuo, no se logra aclarar delito y responsabilidad. De hecho la confesión, solo tiene valor desde el punto de vista policial. El psicoanálisis supone un concepto que implica el plano simbólico, podemos escribirlo de esta forma: el sujeto que nos interesa implica el individuo más el simbolismo. Esto último significa considerar las estructuras inconcientes transmitidas por el lenguaje, que en todo caso dan cuenta del sentido de la conducta. Recordarán que en el grupo anterior trabajamos la pulsión a partir del pasaje por la Demanda y el campo del Otro, si en el trabajo con una paciente nos interesa establecer que sucede con el deseo, el goce, o la pulsión en función de la responsabilidad, habrá que ir a buscar al campo del Otro las claves de la jugada del sujeto. Para decirlo todo Lacan insiste en este material, con la experiencia del diálogo con el sujeto, con esa dialéctica como camino para intervenir y no con la responsabilidad respecto del crimen, me parece que es una maniobra para no dejar pasar.
Para comprender la responsabilidad de lo que alguien hace, es necesario ir sobre el aspecto simbólico que implica el modo de relación con otros, pongamos de ejemplo los historiales de Freud. Tanto en Dora, como El Hombre de las Ratas, o Juanito, el sujeto queda ubicado en cierta posición respecto del Otro, que también es un sujeto ubicado respecto de Otro. A partir de la relación sujeto y Otro podemos pensar la culpa. Este concepto en general funciona asociado al de responsabilidad.
Para ir mas a fondo, la responsabilidad articula al hombre a una sociedad determinada, no es algo solo del individuo. La responsabilidad expresada en el castigo, supone el vínculo con los ideales de la cultura. Para Lacan la función del castigo en nuestra sociedad es correctiva a favor de los ideales utilitaristas, avalado además por la ciencia. De hecho la ciencia brinda una solución científica del problema, se deja caer al sujeto para dar lugar a la palabra del especialista.
Hay un elemento común entre el análisis de los dos autores, la responsabilidad es sensible a la cultura. El modo de castigo evoluciona paralelo a la prueba del crimen, en estos tiempos, por ejemplo con el saber de los especialistas científicos, en otras épocas el calibre lo daba la religión. Si bien con la ciencia hay un sentido diferente que con la religión, el punto común es la versión explicativa que dice quien es responsable casi como algo ajeno a la condición plurisubjetiva. Como si pudiera entenderse alguna manifestación psicopática por fuera de una exploración de lo social.



Alejandro Ercoli

domingo, 19 de julio de 2009

Psicoanálisis: Material del grupo de estudio en curso, sobre "Culpa, Responsabilidad y Superyó

Culpa, responsabilidad y superyó

Primer encuentro



Vamos a iniciar este tema con tres autores, Jacques Lacan, Gilles Deleuze y Giorgio Agamben.
La hipótesis que nos va a guiar es: La cultura como lo Otro del crimen. ¿Por que esta hipótesis? sucede que desde el psicoanálisis entendemos que para leer l inconciente son necesarias dos cadenas de significantes, dos escenas, analista y analizante, es decir un término y Otro término desde cual retorna lo dicho. El crimen y el criminal nos interesan en tanto permiten pensar la determinación del sujeto y la jugada en relación a los significantes del Otro. Por lo tanto para abordar el crimen es necesario situar también dos tèrminos, y no la versión comprensiva del desdoblamiento de un solo término (por ejemplo que alguien delinque por su personalidad o por fallas en la constitución de la subjetividad). Son necesarias dos escenas para establecer la jugada del sujeto, y esto es más allá de un individuo encarcelado o no. Por lo tanto es imposible saltarse la cultura y la versión que se hace historia por efecto de la imixión con el Otro.
Para ello tendremos en cuenta los ideales de la cultura en tiempo y un lugar determinados, y las formas de relación o de vínculo social que generan dichos ideales, considerando las consecuencias en la subjetividad, para comprender, por ejemplo conceptos tales como culpa, responsabilidad, no solo en la cultura sino también en la experiencia del análisis.
El recorrido lo vamos a iniciar desde una conferencia de G. Agamben, se trata de su visita a la Argentina en el año 2002, momento en el que hizo referencia a su trabajo “Homo sacer II” segundo volumen. De allí retendremos algunas ideas. Va a proponer como tesis que de la teología cristiana derivan dos paradigmas políticos que pese a ser antinómicos mantiene relación entre sí: A) la teología política, que funda la trascendencia del poder soberano en Dios, y B) la teología económica, que plantea un orden inmanente no político sino doméstico denominado “oikonomía”. El punto de nuestro interés es este segundo dado que de allí Agamben plantea “el surgimiento de la biopolítica moderna hasta el triunfo de la economía sobre todo otro aspecto de la vida social”.
Entonces tenemos que según este pensador nuestra cultura está comandada por un paradigma económico, va a enfatizar “La teología es ella misma económica y que no se convierte en tal…”
Me resulta importante para pensar la cultura de nuestros tiempos tomar a un filósofo que sugiere que el mundo occidental está organizado fundamentalmente por la economía. De hecho nos resulta mas fácil pensar a la luz de esta idea, la importancia que tiene en nuestra sociedad la propiedad privada, no solo por todo las mediadas que llevan a defenderla cada vez más sino también en tanto que se transforma en un ideal, o mejor expresado Ideal. Esto supone una organización social con diferentes posiciones por ejemplo quienes acceden a ella y quienes no, cada cual su responsabilidad en juego. De hecho en nuestra sociedad hoy frente a la consistencia de este Ideal, se aumentan las medidas de protección de la propiedad privada. Vean que este aspecto del capitalismo, pone en vínculo a varios personajes sin cuestionar el Ideal. Para ir más a fondo con esto, consideremos el texto de G.Deluze “Post-criptum sobre las sociedades de control”. Allí plantea primero una descripción del capitalismo de acumulación que dominó hasta pasada la mitad del siglo XX, lo ejemplifica con las sociedades disciplinarias y el modo de vínculo social que las caracterizaba. El individuo pasando de un espacio cerrado a otro, desde la casa, la escuela, el hospital, la fábrica, hasta la máxima expresión que es la prisión. En ese modelo social existe el par individuo-masa, el poder es masificador e individualizador. Si por ejemplo tomamos la película “Los Olvidados” de Buñuel de los años 50, el arrabal mantiene cierto orden, y existen algunas apuestas por ejemplo al padre, o al trabajo. Ahora bien Deleuze, retomando a Foucault, va a plantear cierto empeoramiento con pasaje de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control. Para ello establece algunas claves, que bien coinciden con fenómenos sociales y modos de relación propios de nuestro tiempo. Primeramente se potencia la idea de lo individual, como a-social, perdiéndose el vínculo que acercaba al sujeto y la masa. La nueva configuración lleva a que los intereses sean solo individuales, un ejemplo antes un logro gremial beneficiaba a un grupo, hoy los premios del mes por cumplimiento, presentismo, etc. solo sirven a un individuo que queda en exclusión de la masa. En lugar de existir espacios de control pero también de organización social, se instala un control permanente realizado por el propio individuo sobre si mismo, hay series de individualidades, pero que no constituyen una masa ni una organización social. En nuestro país desde hace años suenan a la vez una serie de conflictos sociales que no generan una organización mayor. Deleuze propone un término para el individuo de las sociedades de control, “dividuo” que implica un aislamiento mayor. Esta figura se adapta mejor para señalar la posición de alguien ya no en la masa sino en bancos de datos, muestras o mercados. De hecho el mercado pasó del acopio de mercadería a preocuparse por la venta de servicios u operaciones con la materialidad del gas. Ahora el instrumento de control social es el marketing.
Retomando la hipótesis del inicio: La cultura como lo Otro del crimen, tenemos ciertos rasgos específicos de estos tiempos. El impulso al consumo por ejemplo mediante el avance de la tecnología, las drogas, el éxito laboral, a la vez son lazos paradójicamente cada vez mas desenlazados de los otros. Tenemos una versión del hombre que se monitorea si mismo permanentemente, por ejemplo en la salud todo lo referido desde la autoayuda que implica un scaneo constante de cómo está, la conciencia de enfermedad, la oferta de métodos para ser exitoso en cualquier aspecto de la vida. Desde el lenguaje cotidiano expresiones como “tenés que estar bien vos para…”, una suerte de inmunidad ante los problemas como plataforma para el éxito.
Si releemos el texto de Lacan sobre criminología, el dice: “La responsabilidad, es decir, el castigo, es una característica esencial de la idea del hombre que prevalece en una sociedad dad.
Una sociedad cuyos fines sean cada vez mas utilitarios, comprometida como está en el movimiento acelerado de la producción ya no puede conocer nada de la significación expiatoria del castigo. Si retiene su alcance ejemplar, es porque tiende a absorberlo en su fin correccional…” (Introducción teórica de las funciones del psicoanálisis en criminología, pág. 129, siglo XXI editores). Esto es que una sociedad está organizada de ciertos ideales y se rechaza lo que no se ajusta al ideal, queda bajo el signo de la exclusión una parte de la sociedad que tiene otro lugar respecto del mismo ideal. Por ejemplo las distintas formas del crimen, si bien desde Lacan no hay cultura ni sociedad sin ley positiva, es decir que por estructura va a existir el delito, las manifestaciones y los efectos en la subjetividad siempre constituyen un fenómeno a interrogar por los analistas. En síntesis para entender los delitos de nuestro tiempo hay que revisar cuales son las coordenadas culturales que lo enmarcan.


Alejandro Ercoli, 2009

miércoles, 8 de julio de 2009

Literarias: Puntillas blancas

Puntillas blancas

Una máscara blanquecina y rugosa, como óleo seco en un lienzo de boca exagerada y nariz demasiado saliente, burla puntiaguda de tus fantasías de muerto.
La hiciste así, brutalmente parecida a vos, así de trágica, así de arrugada, idiotamente distinta a todo. Así de intensa como tus pasiones desencajadas. La máscara a destiempo, tan vulgar a simple vista y tan extensa de vueltas y revueltas, tan circular en su propio círculo sin cierre pero inaccesible. Así de desdichada, así de atractiva.
La hiciste así, igual a vos, extraña encubridora de lo que en verdad te late en los miedos de la lengua y el paladar y los labios y el lunar sobre el ojo derecho.
La hiciste así, y a trasluz parece mirarme fijo e intentar decirme algo, un mensaje mudo en el agujero de la boca sonriente y estirada. Un código indestructible y lejanísimo a través de los ojos oscuros de su vacío.
Me pide auxilio, como si llamara y me gritara en las grietas de su piel pidiéndome ojos de verdad y una voz, para terminar en su silencio de papel crepé.
La máscara que hiciste con tus manos aunque ya no sean tuyas, la que está ahí, sobre la pared y observando todo sin inmutar el blanco del cuarto.
La que ahora tengo entre mis manos y llevo despacio, mientras salgo de la casa con pasos ciegos, la que atraviesa el aire de la madrugada como una reina del otoño sin trono ni corte ni doncellas, pero con la sangre real de su blanco sucio en las curvas del mentón y la frente. Y yo, su único servidor sirviente servil de los días de su alteza.
Y cuando llego aquí la pongo donde debió haberse quedado, tan fría. Sin quererlo te vuelvo a mirar y casi me olvido de que sos mi hermano y te la doy, te la regalo, te la devuelvo, la burla puntiaguda de tus fantasías de muerto.
Y te la dejo así, tan tontamente parecida a vos y distinta a mí, tan perfecta y extraña sobre tu rostro, frío y blanquísimo, que desaparece entre las puntillas blancas del cajón.

Carolina Bugnone 1990.

lunes, 6 de julio de 2009

Cultura: Michel Foucault, consideraciones bio- bibliográficas

1926 Nace en Poitiers. Tanto por línea paterna como materna su familia se encontraba sumergida en el ambiente médico. El padre de Foucault era anatomista, su abuelo era médico y también su bisabuelo. La madre de Foucault era también hija de un médico.

1945 Inmediatamente después de la guerra y luego de haber fracasado en el examen de ingreso a la Escuela normal, entra en la clase de Khâgnes del Liceo Henri-IV de París. Aquí frecuenta los cursos de Jean Hyppolite, traductor de Hegel.
Posteriormente, a partir de 1970, Foucault sucederá a Jean Hyppolite en la cátedra del Collège de France dedicada a la historia de los sistemas de pensamiento. En la lección inaugural, Foucault expresa en estos términos su deuda intelectual con Hyppolite: “Ahora bien, si somos más de uno los que estamos en deuda con J. Hyppolite, es porque infatigablemente él ha recorrido para nosotros y antes que nosotros este camino por el cual uno se aleja de Hegel, toma distancia, y por el cual uno es conducido hacia él de otra manera y luego es obligado a abandonarlo de nuevo.”

1946 Ingresa a la Escuela normal superior, de la rue d’Ulm; donde, a partir de 1947, M. Merleau-Ponty enseña psicología. Foucault se interesa especialmente por su curso acerca de la unión entre el alma y el cuerpo. Otro importante filósofo que se desempeña por estos años en la Escuela normal es L. Althusser.
“Quien contaba para nosotros cuando éramos jóvenes no era Sartre, sino Merleau-Ponty. Ejercía sobre nosotros una verdadera fascinación.”

1948 Aprueba su licencia en filosofía en la Sorbonne y, al año siguiente, la licencia en psicología.

1950 Adhiere al partido comunista, pero en agosto de 1951 confiesa de no sentirse más comunista desde hace tres meses. Abandonará formalmente el partido en octubre de 1952.
“Hay una etiqueta política sobre la que todo el mundo está de acuerdo: Foucault era violentamente anticomunista. Desde que abandonó el partido y sobre todo después de lo que vivió en Polonia, Foucault desarrolló un odio feroz hacia todo lo que podía evocar el comunismo, de cerca o de lejos.”

1951 Comienza a enseñar la psicología en la Escuela normal y, también, a estudiar minuciosamente Husserl y Heidegger.

1952 Obtiene un diploma de psicopatología en el Instituto de psicología de París.

1954 Aparecen Enfermedad mental y personalidad y la larga introducción a la traducción francesa de la obra de L. Binswanger, El sueño y la existencia.
Durante los años en la Escuela normal, Foucault se interioriza con las dos grandes corrientes de pensamiento que dominan el panorama intelectual de la post-guerra: la fenomenología y el marxismo. Son las tradiciones de pensamientos que se reflejan en estas dos publicaciones de Foucault.
En Enfermedad mental y personalidad, habiendo puesto de relieve los obstáculos con que se encuentra tanto la psiquiatría positiva como la existencial cuando se trata de explicar, no simplemente de describir, las enfermedades mentales; Foucault encuentra en las historia las condiciones de posibilidad de las estructuras psicológicas. Las condiciones históricas concebidas en términos marxistas y la teoría de los reflejos de Pavlov son los referentes teóricos de Foucault para explicar la constitución de las enfermedades mentales.
Si Enfermedad mental y personalidad está más cerca del marxismo que de la fenomenología, en la introducción a Binswanger nos encontramos con la situación inversa. Aquí se trata sobre todo del modo en que una antropología contemporánea puede surgir a partir de la conjunción del análisis existencial (Heidegger) y el psicoanálisis de Freud. El punto II de la introducción concede un amplio espacio a la distinción husserliana entre índice y significación (de las Investigaciones lógicas) en relación con la noción psicoanalítica de síntoma.
“En la antropología contemporánea, nos parece que el recorrido de Binswanger sigue el mejor camino. Toma de rodeo el problema de la ontología y de la antropología yendo directamente a la existencia concreta, a su desarrollo y a sus contenidos históricos. Desde aquí, y por un análisis de las estructuras de la existencia –de esta existencia que toma un nombre determinado y atraviesa una historia determinada– recorre un camino que va y viene de las formas antropológicas a las condiciones ontológicas de la existencia.”


1955 Se traslada a Uppsala, Suecia, como “lector de francés”. Aquí dará varios cursos sobre la literatura francesa y recibirá a Hyppolite y Camus.

1958 Abandona Suecia y se traslada a Varsovia para ocuparse en la universidad de esta ciudad del Centro de civilización francesa.
Consigna el manuscrito de su tesis de doctorado a G. Canguilhem, Folie et déraison, que se convertirá posteriormente en la Historia de la locura en la época clásica.

1959 Nuevo traslado, esta vez a Alemania, para dirigir el Instituto francés de Hamburgo.
Comienza a redactar su tesis secundaria para el doctorado, Génesis y estructura de la Antropología de Kant y traduce la Antropología desde el punto de vista pragmático.

1960 Es elegido profesor en la universidad de Clermont-Ferrand. Se traslada a París. En Clermont-Ferrand conoce a Jules Vuillemin y Michel Serres.

1961 Aparece la Historia de la locura, editada por Plon. Obtiene su doctorado en la Sorbonne. Hacia fines de este año termina la redacción de El nacimiento de la clínica.
La Historia de la locura es el primer gran libro de Foucault. La historia comienza a finales de la Edad Media, cuando desaparece la lepra, pasa luego al Renacimiento, época de su libre circulación, de la que la Nave de los locos, tema literario y pictórico, será el emblema. Con la Época Clásica, con el advenimiento del racionalismo comienza, en cambio, su encierro. Dos hechos casi contemporáneos marcan esta ruptura, las Meditaciones de Descartes y la creación del Hospital General (1656). La tercera parte de la obra, narra las situación de la locura en el siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX; pasaje de la experiencia clásica de la locura como déraison y no-ser, una experiencia ontológica, a una experiencia antropológica de la locura, como alineación de una verdad humana. Comienza la época de la medicalización.
“El estudio que se va a leer no es sino la primera, y la más fácil sin duda, de una larga investigación que, bajo el sol de la gran búsqueda nietzscheana, quisiera confrontar las dialécticas de la historia con las estructuras inmóviles de lo trágico.”
“En la reconstrucción de esta experiencia de la locura, una historia de las condiciones de posibilidad de la psicología se ha impuesto por sí misma.”

1962 Reelabora el texto de Enfermedad mental y personalidad que aparecerá, ahora, como Enfermedad mental y psicología.
“En la reedición de esta obra, el capítulo consagrado a Pavlov desaparecerá y, a la luz de los resultados de Histoire de la folie à l’âge classique, el carácter histórico de la patología mental adquirirá otro sentido. En efecto, ya no se tratará de explicar cómo se originan las enfermedades mentales a partir de las condiciones históricas y materiales de la existencia, sino de definir las relaciones históricas entre el discurso de la sicopatología y las prácticas sociales. La cuestión planteada se desplaza de la objetividad a la objetivación, de la realidad patológica a la patología, de la historicidad de la enfermedad a la historicidad de la ciencia. Y, paralelamente a esta desesencialización de la enfermedad mental, puesto que ésta es primariamente un producto de la objetivación y no una realidad objetiva, Marx y la psicología marxista ceden el lugar a Nietzsche y a Heidegger.”

1963 Aparecen El nacimiento de la clínica y su Raymond Roussel.
El nacimiento de la clínica es una arqueología de la mirada médica, ¿cómo comprender la emergencia de la clínica?:
“La investigación aquí emprendida implica pues el proyecto deliberado de ser a la vez histórica y crítica, en la medida en que se trata, más allá de toda intención prescriptiva, de determinar las condiciones de posibilidad de la experiencia médica como la conoció la época moderna.
De una vez por todas, este libro no ha sido escrito por una medicina en contra otra o contra la medicina por la ausencia de medicina. Aquí, como en otros lados, se trata de un estudio que quiere despejar en el espesor del discurso las condiciones de su historia.
Lo que cuenta en las cosas dichas por los hombres no es tanto lo que habrían pensado más acá o más allá de ellas, sino lo que desde un primer momento las sistematiza, las vuelve indefinidamente accesibles, por el resto del tiempo, a los nuevos discursos y abiertas a la tarea de transformarlas.”

1966 Gallimard publica Las palabras y las cosas. El libro que pondrá a Foucault en el centro del debate intelectual. Foucault se instala en Tunes.

“En todo caso, una cosa es cierta: el hombre no es el problema más viejo ni el más constante que se haya planteado al pensamiento humano. Tomando una cronología relativamente corta y un corte geográfico restringido –la cultura europea después del siglo XVI– podemos estar seguros de que el hombre es una invención reciente. No es en torno a él y sus secretos que, durante mucho tiempo y oscuramente, ha merodeado el saber. De hecho, entre todas las mutaciones que han afectado el saber de las cosas y su orden, el saber de las identidades, de las diferencias, de los caracteres, de las equivalencias, de las palabras –brevemente, en medio de todos los episodios de esta profunda historia de lo Mismo– uno sólo, el que comenzó hace un siglo y medio y que quizás está por cerrarse, ha dejado aparecer la figura del hombre. Y no es para nada la liberación de una preocupación milenaria, acceso a la objetividad de lo que durante mucho tiempo había permanecido atrapado por las creencias o las filosofías; es el efecto de un cambio en las disposiciones fundamentales del saber. El hombre es una invención reciente, de ella la arqueología de nuestro pensamiento muestra fácilmente la fecha reciente. Y, quizás, el fin próximo.”
A partir de la publicación de Las palabras y las cosas se ha identificado el pensamiento de Foucault con dos conceptos: la muerte del hombre y la episteme; ambos estrechamente solidarios. El subtítulo de la obra es Una arqueología de las ciencias humanas. El tema de la muerte del hombre del hombre tiene que ver precisamente con la disolución de las condiciones histórica de posibilidad de las ciencias humanas (la psicología, la sociología, las teorías de los mitos y de la literatura), con la aparición de las contra-ciencias humanas (el psicoanálisis, la etnología, el estructuralismo). El término episteme hace referencia a las condiciones de posibilidad históricas de los saberes, a una región intermedia entre los códigos fundamentales de una cultura que rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus valores, y las teorías filosóficas o científicas que dan cuenta de ellos; una región intermedia que instaura el orden de las cosas.
La arqueología muestra cómo desde el siglo XVI los saberes han respondido a tres epistemes, en una sucesión discontinua, la renacentista, la clásica y la moderna. En el contexto de Las palabras y las cosas, la modernidad equivale a la edad del hombre, a la episteme que domina nuestro pensamiento a partir de fines del siglo XVIII.
A pesar de las observaciones en retrospectiva del propio Foucault, por el contexto intelectual, por los conceptos (especialmente el de episteme) y por el vocabulario, esta obra marca el momento de contacto más estrecho entre Foucault y el estructuralismo, y, al mismo tiempo, su distanciamiento de la fenomenología.

1967 Termina la redacción de La arqueología del saber.

1968 Es nombrado profesor de filosofía en el Centro universitario experimental de Vincennes, cerca de París.

1969 Aparece La arqueología del saber.

“Esté trabajo no es la repetición y la descripción exacta de lo que se puede leer en la Historia de la locura, El nacimiento de la clínica, o Las palabras y las cosas. En un buen número de puntos es diferente. Comporta también no pocas correcciones y críticas internas. De una manera general, la Historia de la locura concedía una parte bastante considerable, y por lo demás bastante enigmática, a lo que en ella se designaba como una "experiencia", mostrando con eso hasta qué punto se estaba cerca de admitir un tema anónimo y general de la historia; en El nacimiento de la clínica, el recurso, intentado varias veces, al análisis estructural amenazaba esquivar lo específico del problema planteado y el nivel propio de la arqueología; finalmente, en Las palabras y las cosas, la ausencia de abalizamiento metodológico pudo hacer pensar en análisis en términos de totalidad cultural. No haber sido capaz de evitar esos peligros, me apesadumbra; me consuelo diciéndome que estaban inscritos en la empresa misma, ya que, para tomar sus medidas propias, tenía que desprenderse ella misma de esos métodos diversos y de esas diversas formas de historia [...].”
Un texto, en definitiva, que trata dar cuenta de la metodología utilizada en las obras precedentes, pero que, al mismo tiempo, marca ciertas distancias, que se harán cada vez más claras en las obras posteriores. Esta observación vale particularmente en lo que respecta a la relación de Foucault con el vocabulario y los conceptos estructuralistas.

1970 Lección inaugural en el Colegio de Francia: El orden del discurso.
En cierto sentido, un texto de transición. La problemática del discurso ocupa todavía una posición central entre los intereses de Foucault, pero la idea de un análisis discursivo más o menos sistemático que haga referencia a ese orden anónimo que era la episteme es desplazada por la problemática de las prácticas sociales, de las instancias de poder, en las que se inscribe lo discursivo.
“[...] pienso que, en toda sociedad, la producción del discurso es a la vez controlada, seleccionada, organizada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen como función conjurar los poderes y los peligros del discurso, de dominar el hecho aleatorio, de esquivar la pesada y temible materialidad.”
La influencia de Nietzsche sin duda –aunque no sólo– lo llevan a alejarse de esa visión autónoma del saber que había sido la causa de las dificultades teóricas de la noción de episteme. Refiriéndose a La gaya ciencia, Foucault comenta: “el conocimiento es una «invención» detrás de él hay otra cosa que conocimiento: un juego de instintos, de impulsos, de deseos, de miedos, de voluntad de apropiación. Es sobre la escena donde ellos luchan que se produce el conocimiento.”
A partir de este año y si exceptuamos sus viajes al extranjero –especialmente a la Universidad de Berkeley, en California–, Foucault concentrará su tarea docente en las obligaciones del Collège de France, el seminario de los lunes y las trece sesiones anuales –de diciembre a marzo– en que expondrá ante un público heterogéneo los resultados de sus investigaciones y el material de sus obras futuras. La problemática que desarrollará Foucault en estos cursos pasa por la voluntad de saber –tema del primer volumen de la Historia de la sexualidad–, la sociedad punitiva –tema de Vigilar y castigar–, los anormales, el nacimiento de la biopolítica –material utilizado también en el primer volumen de la Historia de la sexualidad–, subjetividad y verdad, gobierno de sí y de los otros –temas de los dos últimos tomos publicados de la Historia de la sexualidad.
De estos cursos han sido publicados, además de los resúmenes del anuario del Collège de France: el de los años 1975-1976, Es necesario defender la sociedad (Gallimard-Seuil, Paris, 1997) y el de los años 1974-1975, Los anormales (Gallimard-Seuil, Paris, 1999).


1971 Creación del G.I.P. (Grupo de información sobre las prisiones).

1972 Reedición de El nacimiento de la clínica. En que se modifica el vocabulario estructuralista de la primer edición.

1975 Se publica Vigilar y castigar.
Vigilar y castigar se puede definir, en términos generales como una genealogía de la razón punitiva. Foucault distingue tres configuraciones históricas: la del poder real (el castigo como tortura corporal), la reforma humanista de la Época Clásica (penas moderadas y proporcionales, abolición del espectáculo, trabajos públicos, individualización del criminal, corrección del alma del delincuente) y la época de la tecnología disciplinaria y de la prisión (una ortopedia correctiva que mediante técnicas precisas –de individualización de las partes del cuerpo y tabicación del espacio– tiende a modificar los comportamientos, a volverlos dóciles).


1976 Aparece La voluntad de saber, primer tomo de la Historia de la sexualidad.
La idea de sexualidad, también una invención moderna, constituye el tema de esta obra. Se trata, como en Vigilar y castigar, de llevar a cabo una genealogía; su espacio de trabajo será la crítica de la hipótesis represiva. El saber no es lo que se opone al poder, entendido como una realidad substancial y negativa, para liberarnos de él. El poder es una realidad reticular que produce el saber como una de sus formas de ejercicio –aún la propia hipótesis represiva forma parte de esta estrategia–. La sexualidad, por su parte, tampoco es una substancia o una fuerza contenida y negada por las estructuras dominantes de la sociedad burguesa. Ella ha surgido, más bien, como una consecuencia del poder normalizador. Foucault individualiza dos formas fundamentales: la disciplina y el examen. El análisis del desarrollo de las formas de la disciplina lo lleva a identificar lo que denominará bio-política, una normalización política de los cuerpos, de conductas reproductivas y de su salud. El análisis del desarrollo de las prácticas del examen va a situar el psicoanálisis en la línea de las prácticas que se originan en las pastoral cristiana de la confesión a partir de la Reforma y de la Contrarreforma.
“Hubo, es cierto, toda una economía restrictiva. Ella se integra en esta política de la lengua y de la palabra –por un lado, espontánea, por otro, concertada– que ha acompañado las redistribuciones sociales en la época clásica [...]
Pero lo esencial, es la multiplicación de los discursos sobre el sexo, en el campo de ejercicio del mismo poder: incitación institucional a hablar de él, y a hablar cada vez más [...].”

1984 Aparecen el segundo y el tercer volumen de la Historia de la sexualidad, El uso de los placeres y El cuidado de sí mismo.
Por muchas razones, estas dos obras marcan un cambio en el pensamiento de Foucault: por la modificación del plan original de la Historia de la sexualidad, por el período estudiado (no ya la época clásica –según la historiografía francesa la época clásica de su literatura– ni el siglo XIX, sino los griegos –la época clásica de occidente–), y, particularmente, por el lugar que ocupa la noción de sujeto (no ya un pliegue surgido de la reestructuración epistémica con que comienza la modernidad, sino el producto de las técnicas de existencia, de vida).
Una interrogación, surgida de las investigaciones contenidas en La voluntad de saber, condujo Foucault hacia los griegos: ¿cómo la sexualidad llegó a convertirse en un tema de preocupación ética?, ¿cómo se constituyó el hombre de deseo?
“Era un ejercicio filosófico [los estudios de estos dos tomos de la Historia de la sexualidad]. Su apuesta era la de saber en qué medida el trabajo de pensar su propia historia puede liberar el pensamiento de lo que piensa silenciosamente y le permite pensar de otra manera.”

Muere en París el 25 de junio.


Frecuentemente, con la finalidad de periodizar la obra de Foucault, se habla de un período arqueológico y otro genealógico. El primero dominado por Las palabras y las cosas y La arqueología del saber. Nos encontramos con un Foucault, a pesar de sus observaciones, cercano primero al estructuralismo y luego tomando distancia de él. El segundo marcado por Vigilar y castigar y por la presencia de Nietzsche.
Otra periodización, que en parte se superpone con ésta pero que ofrece un mejor panorama de su desarrollo intelectual, consiste en tomar como referencia las pausas –más o menos largas– en la publicación de sus libros. Desde este punto de vista, podemos distinguir cuatro fases:
1) Un Foucault que se mueve en el contexto de su formación fenómenológico-existencialista y marxista (Enfermedad mental y personalidad, la introducción a Binswanger).
2) Un Foucault influenciado por el estructuralismo (El nacimiento de la clínica, Las palabras y las cosas). Crítico de la fenomenología y de la antropología; crítico de la subjetividad.
3) Un Foucault crítico de sí mismo, de las ambigüedades de algunas nociones claves de la arqueología –episteme, por ejemplo–, y atento al entrelazamiento entre saber y poder. Cercano de Nietzsche.
4) Un Foucault que movido a pensar de otra manera redescubre el sujeto a partir de la problemática ética.

“En cuanto a aquellos para quienes el esfuerzo, comenzar y recomenzar, ensayar, equivocarse, retomar todo desde el principio, y encontrar todavía el modo de dudar paso a paso; en cuanto a aquellos para quienes, en suma, trabajar manteniéndose en reserva y en la inquietud es lo mismo que renunciar, y bien, claramente, no somos del mismo planeta.”

jueves, 2 de julio de 2009

Cine: Los Olvidados. Por Jose Pablo Feinmann.

Por José Pablo Feinmann
Un film de Luis Buñuel. Buñuel es uno de los más grandes directores de cine del siglo XX. Durante cierta etapa de su vida (por razones que no vienen al caso tratar aquí) residió en México. Buñuel era Buñuel en todas partes, pero en México tenía presupuestos limitados, actores bastante endebles, un país que, simultáneamente, se le entregaba y se le resistía. Pero (además) Buñuel, en México, tuvo algo que no habría tenido en otra parte. A uno de los más exquisitos directores de fotografía, a uno de los más impecables, obsesivos artistas de la luz que este oscuro mundo haya producido: Gabriel Figueroa.
Corre el año 1950 y Buñuel lo llama a Figueroa y le dice que está por filmar la historia de un niño de la calle, de un olvidado. Figueroa sabe lo que Buñuel quiere y no “embellece” el film. Al contrario: su luz es aquí la luz de la miseria. Es la luz triste, la luz desesperanzada de la marginalidad sin retorno, de la marginalidad-destino. Acaso, aquí, empecemos a sospechar por qué estoy escribiendo esto.
El protagonista de Los olvidados es un niño y ese niño se llama Pedro. Entre los pobres la mayor crueldad se da entre ellos mismos. O si no la mayor, la más frecuente. La pobreza envilece. Somete. Así, Jabo, un delincuente que andará cerca de los veinte años, sale de la cárcel y mata a un pibe del vecindario, por nada o por casi nada. Pedro, casualmente (y esta “casualidad” marcará su vida ya marcada), ve el asesinato y Jabo ve que Pedro lo ha visto. Lo amenaza, le dice que si habla habrá de matarlo como a un perro. No tengo demasiado material sobre el film y cuento de memoria su línea argumental. Lo vi por primera vez (y con alguna indiferencia) hace muchos años y lo vi de nuevo hace dos una tarde de lluvia, en Nueva York, en el departamento de Nicolás Sarudiansky, que me dijo: “Ya que tenés un par de horas libres, ¿no querés ver una gran película?”. Era una propuesta escasamente resistible; por él, por Nicolás, vi (para “llenar dos horas”) otra vez el film de Buñuel y esta vez fue devastador. El niño Pedro (un pobrecito del México más marginal) pasa de una desdicha a otra hasta que cae por fin en una “granja de rehabilitación”. Aquí le dan diversos trabajos. Uno de ellos radica en poner huevos en una canasta, llenándola. Pedro empieza a hacer el trabajo. Pone un huevo tras otro, con esmero, prolijamente. Uno lo mira y no sabe qué va a pasar. Y lo que pasa es uno de los momentos más estremecedores del cine o, sin más, del arte contemporáneo. Pedro, con una imprevisión para nosotros absoluta, mira a la cámara, clava en ella (y en nosotros) su mirada harta, rabiosa, y tira uno de esos malditos huevos que debe acomodar con prolija laboriosidad en la maldita canasta contra la cámara, contra la lente, el huevo estalla y todo se oscurece, o se opaca, se nubla con esa baba pringosa, con ese enorme escupitajo que Pedro arroja sobre esa civilización que lo mira en una película, para llenar “dos horas” y olvidarlo o para salir del cine y hablar de la luz de Figueroa, del genio de Buñuel, pero no de Pedro. Porque a Pedro (y Pedro lo sabe) lo vamos a olvidar. Muchos (¿alguien duda de esto?) se sentirán más que “hechos” con haberse bancado esa “insoportable” película de Buñuel. A mí (y a otros también; a Nicolás, por ejemplo, que por algo me dio la peli con esa pregunta tan peculiar: “Ya que tenés dos horas, ¿no querés ver una gran película?”) el huevo de Pedro me dio en plena jeta. Pocas veces el cine me golpeó tanto. Un huevazo en la jeta, cretinos, hipócritas. Y hasta es posible pensar si Buñuel o Figueroa (que saben que su película no va a cambiar la vida de Pedro ni de ningún Pedro de este mundo) no se asumieron como los primeros destinarios del escupitajo de Pedro que, al fin y al cabo, injuria la cámara, aniquila el foco y oscurece la luz de Figueroa, que alguna vez creímos era la de Dios. No para Pedro.
El resto es previsible (la vida de Pedro, y ya veremos qué queremos decir exactamente con esto, es una vida-destino) y ni siquiera su horror sin límites nos parece extra-ordinario. Es así y así tiene que ser. Jabomata a Pedro. La policía mata a Jabo. La novia de Jabo y el abuelo de Pedro agarran el cadáver del niño y lo arrastran hacia un basural. El basural está en un foso, en una hondonada maloliente y macabra. Ahí tiran el cadáver de Pedro. Y ahí queda Pedro, entre la mierda.
Una vida-destino. La escena final (el abuelo y la chica tirando al basural el cadáver de Pedro) recrea el horror de los films sobre los campos de concentración. El cadáver-basura. El hombre cadáver y el cadáver-basura. Y también remite al título (preciso, riguroso) de la película: ese cadáver va a quedar ahí, entre la mierda, olvidado. Nadie va a clamar por la muerte de Pedro. Porque Pedro nació para morir así: entre la basura (en la que vivió y de la que nunca pudo salir) y entregado al olvido que rubrica la insignificancia de su vida. Su vida era una vida-destino. Uno de los valores de la cultura de Occidente es el de la libertad. Sigo con el cine. Un momento esencial de Lawrence de Arabia (David Lean) se da en el enfrentamiento entre Lawrence y un jeque que hace Anthony Quinn, que podía hacer de jeque, de indio, torero, mexicano o lo que fuere. Un chico queda rezagado en el desierto y Lawrence decide regresar a rescatarlo. El jeque Quinn le dice que es absurdo, si quedó atrás, si se perdió, es porque así debía ser, porque “estaba escrito”. Esta aceptación oriental que reside en una concepción de un plan ya trazado, de una ineluctable destinación de todas las vidas de este mundo, irrita al occidental Lawrence, que decide regresar en busca del chico. Lo rescata, alcanza al jeque Quinn y, orgulloso, arrojándole la libertad esencial de Occidente sobre su fanatismo, su determinismo fatalista, le dice: “Nada está escrito”. Luego, en medio de otros avatares, el mismo Lawrence tiene que matar al chico que rescató. Y Quinn, con sencillez, apenas verificando algo indubitable, comenta: “Ya ve, estaba escrito”. Pero no es así la filosofía de Occidente. Es la que expresa Lawrence. El hombre nace para la libertad. Para ser libre y hacerse libre. Esto posibilita su responsabilidad moral. Hay que ser libre para ser responsable por elegir (digamos) el Bien o el Mal. Todo esto es muy arduo y no quiero simplificar, pero la “libertad” del hombre de Occidente lo constituye. Aun en aquellos filósofos que llegan a plantear que la “libertad es la conciencia de la necesidad”. Pero no. Y por ser Sartre el último gran filósofo de la libertad habremos de recurrir a él. En la Crítica de la razón dialéctica, Sartre llega a analizar los abismos de la alienación, los espacios de la no-libertad, lo práctico-inerte, la contra-finalidad. Todos los estratos de la praxis enajenada en los cuales la libertad se pierde, se extravía. Pero una y otra vez habrá de insistir: si los hombres pierden su libertad es porque la enajenación surge de la praxis libre del agente práctico que se le vuelve en su contra. En suma, la libertad es el fundamento de la alienación. Si hay “alienación” es porque antes (y como fundamento) hubo libertad. ¿Cómo podría existir la enajenación si no hubiera algo que se enajene? Lo cual lleva a la fórmula fundante de la filosofía sartreana: “La libertad es el fundamento del ser” (en La libertad cartesiana). No sé si Sartre vio la película de Buñuel. Pero cuesta creer que Pedro enajene algo. Pedro nace enajenado, vive enajenado y muere como basura. Incluso (y voy hacia los extremos) esa gran frase de Sartre (“Uno es lo que hace con lo que hicieron de él”), frase que amo y ha guiado mi vida (la vida de un niño burgués que nació en Belgrano R y fue adecuadamente educado), la siento, hoy, ahora, ajena a Pedro. Pedro tiene una existencia-destino. Pedro, para decirlo a la oriental, está escrito. Nació marcado. Nació con el destino escrito. Lo escribió la sociedad asfixiante, insuperable en que nació. Una vida-destino es una vida-condena. Pedro nace en medio de una “materialidad” insuperable. Nace en medio de lo que no hay y en ese medio nunca llega a “ser”. O sí: llega a ser lo que siempre fue. Una nihilización social. Un marginado. Un excluido. No creo que sea necesario abundar aquí con cifras sobre la marginalidad y la exclusión en Américalatina. Nuestro país y los restantes países de nuestro continente están arrasados por esa desdicha. Se debilitan –así– nuestras democracias. Ser un marginado es ser un marginado de la educación. Cuando defino al niño que fui (y que tantos de nosotros fuimos) como un “niño burgués que nació en Belgrano R y fue adecuadamente educado” digo que en esa educación venía la libertad, la posibilidad de elegir esto, aquello, eso no, eso sí. No hay libertad sin educación. Lo que hay es embrutecimiento. Ningún “progre” está con los pobres porque son pobres. (¿Podríamos ya abandonar ese concepto de “progre”? Al haber reemplazado el concepto “progresismo” al de “izquierda”, ¿no está ocupando, peligrosamente, la palabreja “progre” el lugar de la palabreja “zurdo”?) No queremos a los pobres por pobres. No hay “pureza” en la carencia social. En la marginación. Hay, cada vez más, cosificación, embrutecimiento, delito, crimen. Los pobres empiezan matándose entre ellos. La exclusión, hoy, es tan brutal que es definitiva, no tiene retorno. El que nació en la basura no sale de ella. Y sólo una sociedad sensible, que decida integrarlos y no matarlos. Educarlos y no llenarlos de plomo. Incluirlos y no picanearlos hará algo por cambiar las cosas.
Axel, Pedro, Diego. Uno ha escuchado todo tipo de cosas sobre la muerte de Axel Blumberg. Algunos señalan una dolorosa e irritante obviedad: murieron muchos, demasiados chicos antes de Axel y nada pasó. Unos canas miserables tiraron uno al río y ahí quedó todo, hundido en el barro del río de la muerte al que la gran ciudad de Buenos Aires (como a tantas otras cosas) le da la espalda. Pero no quiero decir obviedades. Esto lo saben todos. El chico Axel era educado, de buena familia, integrado y, desde luego, blanco. No debía morir. Pero lo más riguroso que escuché, lo más preciso, lo dijo una señora que, casualmente, pasó a mi lado: “¡Con el futuro que tenía ese muchacho!”. Este es el punto. A Axel le “quitaron” la vida. Porque Axel tenía una vida. Una vida “por delante”. Había sido educado para ser libre. Para elegir. Pedro no. A Pedro no le quitan la vida. Lo matan y no le quitan nada porque no tenía nada. No tenía futuro y –si lo tenía– ese futuro era el de su existencia-destino. Un futuro que no haría sino repetir, reproducir una y otra vez, incesantemente, su pasado. Un futuro-destino no es un futuro. Un futuro que sólo puede repetir el pasado no es un futuro. Es la agobiante repetición de lo mismo. Acaso su exasperación y su fin: la basura. Es cierto: a Axel “le quitaron la vida”. Porque “tenía” una vida. Esto es lo que torna intolerable su muerte para las clases educadas. Pedro, en cambio, no indigna a nadie. A nadie indigna que un condenado, un excluido, un escupitajo social acabe en la basura como un cadáver concentracionario. La vida de Pedro (al no tener salida) es un espacio concentracionario, su vida transcurre en un campo de concentración. Una vida condenada, una vida aprisionada por un destino inexorable es una vida entre alambres de púas, puede suceder en Dachau o en cualquier villa de la exclusión social, de la marginación-destino en que millones de argentinos esperan la hora de la basura. De aquí mi enorme sorpresa (y la de muchos) cuando el padre de Axel fue a visitar a Maradona. Eludo todo comentario sobre el aspecto “mediático” de esta cuestión. Blumberg no es mi tema. Supongo que está manejando como puede un duelo seguramente intolerable. Pero insisto: no es mi tema. Mi tema es Pedro, el olvidado. La existencia-destino. La existencia-condena. El futuro como insuperable repetición del pasado originario, del pasadodestino, del pasado-condena. El futuro como no-futuro. Blumberg se equivoca en algo central: Diego no es Axel. Si Diego está muriendo (o en peligro de morir) es porque Diego (pese a todos los destellantes momentos de su vida triunfal como héroe deportivo) nunca salió de Villa Fiorito. Nunca tuvo el futuro que tenía Axel. Nunca pudo educarse. Nunca se sacó la marca de la pobreza y de la ignorancia. Nunca salió de la basura y la basura nunca salió de él. Tan fuerte es la marca del origen, la condena del marginado, el hambre y el desprecio que el hambriento, el escupido mete en su alma que ni Maradona, que llegó a las más altas cimas de este mundo, pudo escapar, pudo alterar su existencia-destino. Y ahí está durante estos días. A un paso del previsible regreso. De Pedro. Del corazón de la basura.


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Literarias: La foto

La foto

Julia es pequeña, los rizos colorados rodean su rostro como guirnaldas desprejuiciadas, y sus enormes ojos azules eclipsan cualquier puesta de sol. Julia mira con asombro, casi sonriendo, casi hablando, se detiene en cada foto prolijamente colgada. Asoma, desde sus pocos años, sobre el escritorio de su papá.
Él ha estado muy ocupado, trabajando duramente para ella, como le dice siempre que la deja con la vecina, tan amable, hasta que él llegue. Rosa es una mujer muy buena, está sola, sus hijos están lejos, y la frágil humanidad de esa niña la conmueve. La alimenta con cuidado, la abriga, la baña, hasta le canta para dormir cuando el papá avisa que no irá esa noche. A veces, él llega muy tarde, entra despacio, torpemente, le da un beso en la frente a la niña dormida y se aleja con un melancólico tufo a alcohol. La tristeza le ha puesto un velo suave pero frío en la mirada.
El arte de su fotografía le ha salvado la vida.
Mientras tanto, Julia crece sin apuro, se detiene una y mil veces ante la foto de esa mujer que casi sonríe, casi le habla.
La mujer tiene un bebé en brazos y parece bastante feliz. El papá nunca habla de ella, nunca habla de nada. A Julia le gusta hurgar entre las fotos que desparrama el papá sobre el escritorio, en las sillas, en casi toda la casa. Las cuenta, las apila, las elige.
Cada tanto, rompe alguna y sale corriendo a la casa de Rosa, que seguro la espera con la merienda.
Un día Rosa no estuvo más, quién sabe por qué.
Y un día el papá llegó, venía más triste que de costumbre, era un aniversario difícil, oscuro y con perfume a jazmines marchitos.
Entró chocándose los muebles, oliendo a alcohol y desesperación contenida. Y caminó lento por la casa. Y llamó a Julia, pero no contestó nadie. Y buscó, y volvió a llamar. Y lloró.
Hasta que el flash de lo inesperado lo cegó con unos enormes ojos azules que lo miraban, casi sonriendo, casi hablándole, desde una foto nunca tomada.

Carolina Bugnone Octubre 2003.