jueves, 2 de julio de 2009

Literarias: La foto

La foto

Julia es pequeña, los rizos colorados rodean su rostro como guirnaldas desprejuiciadas, y sus enormes ojos azules eclipsan cualquier puesta de sol. Julia mira con asombro, casi sonriendo, casi hablando, se detiene en cada foto prolijamente colgada. Asoma, desde sus pocos años, sobre el escritorio de su papá.
Él ha estado muy ocupado, trabajando duramente para ella, como le dice siempre que la deja con la vecina, tan amable, hasta que él llegue. Rosa es una mujer muy buena, está sola, sus hijos están lejos, y la frágil humanidad de esa niña la conmueve. La alimenta con cuidado, la abriga, la baña, hasta le canta para dormir cuando el papá avisa que no irá esa noche. A veces, él llega muy tarde, entra despacio, torpemente, le da un beso en la frente a la niña dormida y se aleja con un melancólico tufo a alcohol. La tristeza le ha puesto un velo suave pero frío en la mirada.
El arte de su fotografía le ha salvado la vida.
Mientras tanto, Julia crece sin apuro, se detiene una y mil veces ante la foto de esa mujer que casi sonríe, casi le habla.
La mujer tiene un bebé en brazos y parece bastante feliz. El papá nunca habla de ella, nunca habla de nada. A Julia le gusta hurgar entre las fotos que desparrama el papá sobre el escritorio, en las sillas, en casi toda la casa. Las cuenta, las apila, las elige.
Cada tanto, rompe alguna y sale corriendo a la casa de Rosa, que seguro la espera con la merienda.
Un día Rosa no estuvo más, quién sabe por qué.
Y un día el papá llegó, venía más triste que de costumbre, era un aniversario difícil, oscuro y con perfume a jazmines marchitos.
Entró chocándose los muebles, oliendo a alcohol y desesperación contenida. Y caminó lento por la casa. Y llamó a Julia, pero no contestó nadie. Y buscó, y volvió a llamar. Y lloró.
Hasta que el flash de lo inesperado lo cegó con unos enormes ojos azules que lo miraban, casi sonriendo, casi hablándole, desde una foto nunca tomada.

Carolina Bugnone Octubre 2003.

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