martes, 13 de abril de 2010

Psicoanálsis: Comentario de la Introducción del Seminario 8, de Jacques Lacan

Entre Eros y el Bien

Primera parte

Voy a tomar como piedra de toque la introducción del Seminario Libro 8 La Transferencia, de Jacques Lacan, para establecer las diferencias entre Eros y el Bien. En dicho texto este autor realiza un recorrido, en el cual ubica al psicoanálisis vinculado al Eros como determinante, y lo compara con el concepto de Bien y la Buena Acción.
Inicia la introducción con un título que merece toda nuestra atención a saber “AL PRINCIPIO ERA EL AMOR”. Es imposible no tomar nota del problema del tiempo señalado por “al principio” y por la conjugación del verbo ser, “era”. El amor funda, presentado en esta articulación temporal, es condición del inconciente. Cabe preguntarse porque esta forma de presentar el problema. Como tantas veces con Lacan, encontrar la respuesta queda del lado del lector. Entonces intentare ensayar alguna respuesta a dicha cuestión.

Sigamos el camino que propone el psicoanalista francés. La transferencia implica una disparidad subjetiva, esto es una falta de simetría, una imparidad, elige Lacan para darse a entender. No se trata de dos subjetividades en juego, ni de una inter subjetividad. Según vemos, aquí “transferencia” no es algo que “hace” el paciente o le sucede a él –Lacan coloca allí un mojón-. La idea de imparidad es un modo de relación diferente.
Luego siguiendo, tenemos que la transferencia no es una situación el habla específicamente de “presunta situación”, quizás es mas claro cuando se refiere a la “técnica”, al referir la transferencia a una “experiencia”. Así la transferencia implica una nueva topología al menos distinta del tipo de espacialidad que normalmente se piensa, es un nuevo modo de tratar las relaciones de los elementos en juego y a los elementos mismos – tenemos un mojón para guiarnos-, la idea de imparidad sugiere la pista.
Recordemos entonces que hay un problema temporal en juego, “al principio era o fue el amor”. Este asunto ligado al tiempo nos da el marco para la transferencia, hace del amor un elemento existente desde el principio, lo suponemos pero es una suposición paradójica dado que tiene que haber sido, y a la vez es el determinante de lo que continúa. Es un existente a partir de un supuesto. Entonces, tenemos que no podríamos disociar la transferencia de la palabra, por su intermedio podemos suponer algo que habría sido. Si hubo palabra -piensa Lacan- habrá transferencia; se produce por el hecho de que había palabra, palabra dirigida a otro. Sin esto la enunciación de la experiencia freudiana no se pone en juego. Se trata de una estructura, al quedar disueltos los personajes junto a sus rasgos psicológicos, y encontramos las relaciones entre lugares.
Lacan introduce además otro elemento clave “la estructura creacionista del ethos humano”, la creación como efecto de la palabra. Un ethos –ligado a la palabra- que permite crear a partir de la nada, que envuelve un vacío. Aquí se aloja la primera diferencia con la Schwärmerei de Platón, que se trata de proyectar sobre ese vacío la idea del Soberano Bien. Esta es una diferencia crucial, para el psicoanálisis plantear una ética, supone que esta se envuelve sobre un vacío y da lugar a la creación, en lugar de llenar el corazón del ser con la idea del Bien. Recordemos que el sujeto con el cual opera el psicoanálisis es un sujeto vaciado, ubicado en los bordes del cuerpo y en los quiebres del discurso -como señalamos antes una nueva topología-. Una de las problemáticas centrales es que hay diferencias entre la orilla a la que llegamos siguiendo al amor ligado a Eros, o si se sigue la idea amor ligada al Bien. En El Banquete, los elogios al amor previos a Sócrates, que apuntan a esclarecer la naturaleza del amor están comandados por la idea del Bien y la Belleza. En este punto, para los griegos, se trata de un no saber en tanto, no todos los hombres llegan a percibir como norte para su existencia la idea del Bien.

Dice Lacan “si hemos de tomarnos en serio la denuncia freudiana de las satisfacciones llamadas morales, por quedar disimulada en ellas una agresividad que lleva a cabo la proeza de sustraerle su goce a quien la ejerce, repercutiendo sin cesar en sus partenaires sociales su prejuicio- lo que indican aquellas extensas condicionales, circunstanciales, es exactamente el equivalente del Malestar en la Cultura en la obra de Freud. Hay que preguntarse porque medios operar honradamente con los deseos.” Esta cita pone en jaque nuevamente la idea del Bien, especialmente en lo adaptativo que parece ser necesario para la vida en sociedad. Ubica al deseo con estatus singular, y lo respeta, quiere “operar honradamente con los deseos”. Queda claro que para el psicoanálisis, el intervalo donde se aloja el sujeto del deseo no puede coagularse con ninguna idea del Bien, por más que desde una perspectiva sociológica se lo pudiera pensar de ese modo.
Para profundizar en el ejemplo: se puede apelar al libro “Los Anormales” de Michel Foucault. Allí el filósofo hace un estudio detallado de las pericias psiquiátricas de Francia de los años cincuenta, señala al psiquiatra en un papel protagónico como representante de la idea del bien en el sentido social. Dichas pericias explican las desviaciones de la conducta humana; y el deseo es tratado como atentando contra el bien de la sociedad, y por lo tanto indican el castigo. Uno de los puntos que desarrolla Foucault en su arqueología de la anormalidad, es el de proponer que la figura del perito, tiene por función sostener la función del juez y hasta de reemplazarlo. Esto se ve en la lectura de ciertas conductas como patológicas, en función de que de la normalidad que porta el psiquiatra- decíamos representante del bien –Bien- y guardián de la salud de la sociedad y el individuo-. Vale decir, que en esa lógica jurídica hay un bien, en juego, el bien social, que además es custodiado por quienes saben a cerca del mismo. La idea del Bien estrecha su vínculo con el saber, y colocando al deseo solamente como deseo de algo bueno –este un plano totalmente distinto al del psicoanálisis-, lo que garantizaría las posibilidades de socialización del hombre.
Sin embargo Lacan al preguntarse a cerca del modo de tratar al deseo, es tajante en dos párrafos de la introducción en cuestión, lo cito nuevamente: “Digamos crudamente lo que quiere decir salubre en el sentido de la experiencia freudiana. Quiere decir desembarazado, lo más desembarazado posible, de la infección que es a nuestros ojos-peor no solo a nuestros ojos, los ojos, desde siempre , que desde que se abren a la reflexión ética- el fondo pululante de todo establecimiento social en cuanto tal”. Aquí podemos poner el acento en la idea de salubre como desembarazado de la infección de todo establecimiento social, en tanto el dicho establecimiento social está comandado por alguna idea del bien. Tal como dice Miller en la conferencia “Patología de la ética”, perteneciente a su libro “Lógicas de la vida amorosa” “también se puede definir la ética a partir de la norma: es posible definir la ética como el discurso en el cual se proponen las normas de conducta. Normas de buen comportamiento”, cuestión que cabalga en sentido contrario del análisis. Es decir que, para la experiencia freudiana es necesario situar al deseo libre de la infección del bien común. Lacan destaca, que es en el camino trazado por Sade donde se encuentra la llave maestra de la investigación de Freud.
Dibujemos un pequeño cuadro:


Bien / Amor
Intersubjetividad / Sujeto
Situación / Experiencia
Enunciados / Enunciación

En la introducción del seminario “La Transferencia”, pueden encontrarse todos estos términos, que decidí presentar en como un cuadro de elementos opuestos. Es la columna de la derecha la que establece que debe suceder en un psicoanálisis. La columna de la izquierda, se liga más a ciertos modelos de la psicología, y cierta perspectiva sociológica. En la columna derecha podemos alojar el deseo, implica una ética y un vacío, que habilitan que el deseo se despliegue, a diferencia de la columna izquierda que lo sutura al poner en el centro del ser al Bien. Leer al sujeto desde la escala sociológica lleva la idea del Bien, leerlo desde el Eros es la vía del psicoanálisis y el modo de hacer entrar al deseo freudiano.



Segunda Parte

Para continuar con el amor como condición para la experiencia dialéctica volvamos la atención sobre el pequeño dios tal como Lacan llama.
La referencia ineludible es Breuer, ¿por qué?, Lacan señala que Breuer amó a su paciente y explica que seguramente podría pensarse como una contratransferencia marcada. El “pequeño Eros”, hizo lo suyo, dio lugar al análisis y la vez lo obstaculizó. Lacan va a situar, en el modo de vérselas con Eros, la diferencia entre Breuer y Freud. Bruer decidió retroceder, es decir no saber de aquello con lo que se había encontrado.
Pone a Freud y a Sócrates en igualdad en tanto lograron valerse de Eros. El texto nos recuerda que Eros no está interesado en el Bien. Sobre este punto al hablar de la transferencia insiste, que no se trata del bien del paciente sino de su Eros, cuestión que vincula al psicoanalista con Sócrates. En Eros convergen la dialéctica y la pulsión de muerte; es el motor y el obstáculo en el análisis. Es notable como a lo largo de toda la Introducción, insiste con la necesidad de seguir la vía de Eros, y no la del Bien. Evidentemente querer el bien de los pacientes es mas frecuente de lo que consideramos.
Quizá el modo de pensar la transferencia sea considerando un indicador que Lacan nos hace ver, la desaparición de la intersubjetividad. Cito una vez más: “La intersubjetividad, ¿no es lo mas ajeno al encuentro analítico? Con solo que asome, la eludimos, seguros de que es preciso evitarla. La experiencia freudiana se paraliza en cuanto aparece. Solo florece en su ausencia”. No se trata de dos subjetividades, -como señalamos anteriormente- la transferencia implica al analista. Lacan insiste en no incluir la intersubjetividad, al punto que establece que el mismo paciente espera ser sorprendido en otro sitio -recordemos que se para esto se hace necesaria una nueva topología-, algo que no está determinado por lo que es mejor en términos del bien. Tanto para Freud como en Sócrates, esta es la novedad, el deseo no se limita al tener o al ser. Sócrates deja caer al deseo como posesión, lo que hace la diferencia con sus pares en El Banquete. A partir de Freud el deseo implica una relación con la falta en el Otro.
Continuemos con el texto, si algo introduce Sócrates es una versión de aquello que causa deseo enamoramiento, en un marco social donde la belleza estaba en la cima, él atrae dejando caer el encanto del cuerpo. Se habla de la fealdad y de la posición de ignorancia que definían a Sócrates. En la experiencia del análisis tampoco se trata de lo encantador del analista, este debe asumir una posición de sujeto vaciado en cuanto a sus deseos. Es un vacío entre-dos que haga entrar el deseo del Otro, el entre dos significantes del deseo entre S1 y S2. El Eros, en tanto pensado como ligado al cuerpo, evidencia su determinación por el significante. El amor funciona como vía, para poder situar el deseo. Lacan llama paradójica a esta situación del amor en el vínculo analítico. Es en el marco del amor de transferencia que los estados del cuerpo son tratados en tanto significantes, lo que permite la paradoja de una distancia o lejanía muy próxima. Lacan dice que el dispositivo de análisis no es un lecho de rosas, se trata de construir el texto en cual se despliegue la relación entre el sujeto y su Otro. Recordemos la cuestión del tiempo, es un texto que al ser dicho ya cuenta con la inclusión del analista en él -Eros como motor y obstáculo-.
Hacia el final de la Introducción, Lacan va a ubicar, que el análisis implica que el paciente asuma la condición de amante y ame, siendo ese el camino que el analista deberá enseñar al paciente, para que se despliegue su historia y el ethos creacionista. El analizante aprenderá como amante. Desde allí surgirá el texto que lo vincula con el deseo de su Otro. Una última cuestión, se trata de enseñar bajo las coordenadas de la imparidad y no de la intersubjetividad.


Alejandro Ercoli