martes, 1 de junio de 2010

Cultura: Sobre el libro de Enrique Marí

El Banquete de Platón. El eros, el vino, los discursos

(Biblos, Buenos Aires, 2001)


por Claudio Martyniuk

¿Seremos aún capaces de tener una experiencia del amor o debemos considerar la destrucción de esa experiencia como un hecho ya consumado por los discursos sobre el amor? El empobrecimiento de nuestras experiencias se oculta en los floridos frascos de esencias exquisitas que empalagan todos nuestros sentidos. ¿Empobrecimiento de nuestras experiencias o adquisición de nuevos aparatos perceptivos que enfrascan, tiñen, maquillan y perfuman lo que se siente? Una experiencia propia, quizás inasible, enterrada por los códigos culturales, quizás una idea, una cultivada ilusión. Acceder a una experiencia pura como acceder a la pureza de un texto, como escribir desde un grado cero, como dejar que lo sentido exprese el sentido de una experiencia. ¡Qué lejos todo! ¡Qué lejos el inicio de la historia sobre el amor destinada a hacer hablar las historias de amor sentidas! Así también se hace difícil leer un texto tan leído, asimilado y comentado como El Banquete. No se puede saltar la tradición, el mundo de símbolos crecidos desde la escritura platónica hasta el presente; tampoco se puede dar cuenta plenamente de ese universo simbólico.



Enrique Marí no va tras la experiencia originaria perdida, ni tampoco pretende construir un relato para exponer erudición. Se detiene y se impulsa en Platón para recorrer al amor no como un sentimiento, no como categoría antropológica, ni como dimensión constitutiva del hombre. Recorre un camino filosófico, y se topa con los restos de fiestas y de banquetes, con voces que vuelven al habla luego de ingerir y de gemir. Marí narra los comentarios, diversos y encontrados, sobre el consumo de vino o sobre la belleza de los jóvenes. No es esta, como la ya clásica de Niklas Luhmann, una investigación sobre la semántica del amor, ya que más que de la codificación de la intimidad se trata de explorar la historia del eros contenida en El Banquete, concebida como historia de control de todas las historias de amor.



Así como la capacidad de hablar sobre sí mismo es condición para el inicio de una relación íntima, Marí va tras las vidas que han quedado escondidas en los discursos filosóficos, para analizar el lugar de lo íntimo y subjetivo en el discurso filosófico. Y si bien intentar penetrar en el interior del otro conduce al abismo, penetrar en el contexto de producción de El Banquete puede contribuir a iluminar más sus discursos.

El diálogo de Platón es como una ciudad que a lo largo del tiempo ha ido creciendo: se agregaron comentarios más o menos independientes entre sí y que difieren en carácter. Tal polifonía, sin embargo, ha persistido unida por seguir la dirección de las historias del amor prevista por la historia sobre el amor: la historia de la marcha ascendente del placer, las evacuaciones de las dimensiones sensoriales y el arribo al espacio celeste donde se hallaría la belleza en sí, la forma, verdad de las formas.



El Banquete de Marí llega hasta esos días en que Hans Kelsen y Michel Foucault, sin cruzarse, se dispusieron a hablar del amor y de la sexualidad (“una panne en la continuidad de sus ritmos más cómodos”, dice nuestro autor). Así se suman más dimensiones acerca del diálogo de Platón: matriz de filosofía; matriz de sexualidad; matriz de ética.



Se trata, entonces, de la cópula y del vino entrelazados en una red de controles, de delimitaciones. Combinar eros y vino podía –puede- deslizar hacia la bajeza, el envilecimiento, la enajenación de los cuerpos y las almas; de ahí saldría la necesidad, la legitimidad del control del comer y el beber (dietética), del sexo y de la vigilancia del cuerpo. De allí saldría una persuasión, una cierta “anorexia del cuerpo para el resplandor del alma” que haría del discurso de Platón un acto propio de la esfera pública (acto que va a proclamar a la existencia del filósofo como la mejor que puede llevar el ser humano).



Enseña Hanna Arendt –y lo recuerda bien Marí- que en la antigüedad lo privado no era lo íntimo, aún no descubierto, sino lo oscuro y oculto de la esfera pública, lo animal de los hombres. Privado era privación (los esclavos estaban privados de la política). En ese mundo Platón predicaba disciplina y control para la virtud, haciendo del placer físico un peldaño menor en la escalera que llevaría al placer espiritual, y de la pasión por los objetos abstractos una fuerza de elevación. Por eso la belleza de la sabiduría superaría al encanto personal de cualquier amado. Pero, claro, es difícil no rendirle culto a los cuerpos (y el libro de Marí describe las notas que caracterizan a la pederastia y a la homosexualidad); pero rendirse al cuerpo sería un inaceptable modo de vivir (y la filosofía de Platón ayudaría a evitarlo).



Con un tono elegante, con granos de humor porteño, Marí descompone la “máquina platónica homogeneizadora” y hace emerger a Freud de la teoría que Platón le hace desarrollar a Aristófanes: allí, en el corte en dos del andrógino, estaría narrado el origen mítico de la pulsión sexual y del objeto, y el anhelo de la fusión en un solo ser. En este punto, el libro recupera a Hans Kelsen, el jurista austríaco que escribió sobre El Banquete en un sentido opuesto a la concepción aceptada: “mientras la [metodología] de Platón era montar el edificio racional del amor, desmontando paso a paso los referentes empírico-sensoriales manifiestos, la de Kelsen será desmontar el edificio racional, yendo de las expresiones directas de vivencias a las únicas comunicaciones posibles: las afectivas.” Tras una presunta esencia del amor (es amor como amor a la filosofía, como apartamiento de los objetos sensibles habituales, como tender solamente hacia la ciencia y la virtud), Kelsen, ese otro Kelsen, percibe que el eros platónico es el amor entre seres del mismo sexo y, en particular, la compulsión que conduce al hombre hacia otros hombres, en especial hacia los jóvenes. (Aquí Marí recuerda las disputas acerca de la vinculación entre la biografía y la teoría, acerca de la importancia de la homosexualidad para la comprensión de las obras de Ludwig Wittgenstein y de Michel Foucault.)



Platón, elaborando una teoría para la naturaleza de todo amor, impulsada por la inmortalidad, la belleza y el bien, haría del amor hacia una persona un enigma: amamos la imagen de la idea que se halla en ella. Pero en esta teoría se halla la fuente de la noción de sublimación. Las palabras de Diotima describen lo que Freud llama sublimación (“La devoción por objetos concretos e ideas abstractas son casos de sublimación, en los que la meta de la unión sexual se ha desviado y la energía sexual ha sido redireccionada hacia metas ‘más sublimes’ o más valiosas socialmente, como la creación de obras de arte o productos científicos.”)



Michel Foucault, al decir que hablar del sexo es rodearlo, circunscribirlo, dominarlo, y que la voluntad de saber acerca del sexo anida en occidente, emparenta, señala Marí, verdad y sexo como Platón enlazó verdad y eros. El eros está más ligado al impulso de saber, mezcla de voluntad y conocimiento, que al impulso sensorial y físico; e igual que ocurre en El Banquete según se asciende por la “escalera del amor”, el sexo no sólo sería una cuestión de sensación y de hacer, de ley o de interdicción, sino también de verdad y de falsedad. El sexo constituido como una apuesta en el juego de la verdad sería así el mismo juego de la verdad que se expone en el El Banquete. “Con Sytmposium nosotros –afirma Marí- aprendimos que el sexo no sólo es la razón de todo –belleza, virtud, sabiduría- sino que todo el sexo es razón.” Así, Platón y Foucault harían del saber la esencia del eros occidental, aunque para uno sería amor al saber, mientras que para el otro el saber del amor. Sigue Marí a Foucault para narrar los intentos de arrancarle al sexo su verdad, de construir una dietética como arte estratégico y una ética del autocontrol. Lo sigue hasta la crítica a una idea de libertad inconcebible porque sería autoconstituida. “Kelsen, dice Marí, hubiese sentido un fuerte impulso de extender sus categorías freudianas a lo sublimado de lo sublime de la ética individual de Foucault.”



El amor mueve cuerpos e interviene en la reproducción de la especie. La política del amor, entonces, se liga al poder de transformar, de aumentar. También con el poder de esclavizar, de hacer seguir, obsesionar. Amar es más que la ilusión de intensificación de los sentidos. Es más que un asunto propio. Es un asunto filosófico. Es un asunto político. Aunque nos pese. Y el amor como emoción que nutre nuestras creencias también está presente en el pensar, aún cuando esta presencia no siempre pueda advertirse e interrogarse.



¿Cómo me puedo aproximar más al placer que siento? La filosofía es motivo de fiesta en Marí, y no lo oculta en este libro que, como el amor, gira entre el respeto al orden –y Marí demuestra conocer la acumulación de saber producida por los helenistas más destacados- y el desborde –es Marí escribiendo sobre las fiestas, el vino y la homosexualidad; es Marí rescatando a Kelsen como lector de El Banquete-. Estas dos perspectivas son como mitades extraviadas que se reúnen en el libro.



Enrique Marí, filósofo y abogado, profesor de Epistemología de las Ciencias Sociales y de Filosofía del Derecho (Universidad Nacional de Buenos Aires), es autor de Neopositivismo e ideología (Eudeba, Buenos Aires, 1974), un análisis de temas propios de filosofía analítica junto a la historia semántica de la noción de ideología, con un capítulo final que revisa las tesis de la epistemología popperiana a partir de las categorías desarrolladas por Gastón Bachelard y Louis Althusser. Continuación de esta temática es Elementos para una epistemología comparada (Punto Sur, Buenos Aires, 1990). En La problemática del castigo. El discurso de Jeremy Bentham y Michel Foucault (Hachette, Buenos Aires, 1983) y en una gran sucesión de trabajos, muchos de ellos incluidos en Papeles de filosofía I (Biblos, Buenos Aires, 1993) y Papeles de filosofía II (Biblos, Buenos Aires, 1997) su reflexión gira en torno al estudio crítico de los costados más sombríos de la sociedad contemporánea y a la exploración de la función cognitiva que cumple la ficción literaria, tema que trata con detenimiento en su tesis doctoral, aún inédita.


Fuente:http://www.catedras.fsoc.uba.ar/mari/Archivos/HTML/Claudio_sobre_banquete.htm