viernes, 18 de octubre de 2013

Cine: Blue Jasmine, por Silvia Russo psicoanalista y colaboradora de este blog

DESTRUIR.
DESTRUCCIÓN.
DESTRUÍDO.
Woody, qué genio retratando miserias. Se movilizan las fibras de nuestra intimidad con este film.
Me sucedió, anteriormente, con Match Point, por ejemplo.
El costo rasante, pesado, contundente de la acción y el momento de elección del sujeto, o lo que se pueda subjetivar de alguien llevado hacia un fuera de sí.
Qué cosa. Se pueden hacer muchas cosas con una misma situación.
De lo que no se vuelve es de la destrucción, y la vemos cuasi muerta, repitiendo a pesar de querer una nueva vida. Cuánto más lo afirma, más niega. Cuánto más niega, más explota ese campo minado de la vida que sembró.
Ella es tan nerviosa. Tan caótica en su elegancia terca y en decline. Tiene ofertas para ser, pero qué difícil cuando el capricho sigue siendo el alimento y se es objeto alienado, convidado de piedra al propio escenario.
Rota. Rompe. Desintegrada. Loca. Esconde.
Un precio, por todo pagamos. Ella no quiere pagar?
Las señoras a mi lado dicen que Allen se confundió, hizo algo poco entendible, mientras toman el café entre anillos y una tarde sin maridos. Qué bodrio, dicen.
Qué rabieta parece darles esta peli... "Uno cree que porque es él, te asegura una buena película para ver". Claro, enoja un poco, no quedar satisfechas.
La protagonista, de pronto, se me antoja muy cercana, lástima que no me guiñe un ojo por hablarse sola, que no pueda hablar.
En el consultorio, en la vida, la destrucción estragosa deja marca, y no siempre a través de un rato cinéfilo de feriado de lunes.
Vuelvo a casa a escuchar Blue Moon.