jueves, 13 de diciembre de 2012

Psicoanálisis: El Banquete de Lacan. Tercer encuentro


Tercer encuentro


Vamos a tomar la entrada de Alcibíades, como la piedra de toque para completar el recorrido que habíamos comenzado. Hay un  cambio en el encuadre de El Banquete; en lugar del elogio del amor, ahora se elogia el otro al de al lado de la derecha. La clave es el  cambio las reglas anteriormente establecidas, hay un giro en tanto nadie quiere compartir el eromenon y se pasa entonces del elogio del amor al elogio del otro; en la traducción de Rodriguez Ponte dice “amor en acto”.

Podríamos pensar que se subvierte el orden de las cosas, dado que para entender que sucede en el amor cuenta el otro. Entonces entra el otro como objeto –y no como sujeto- en el amor. Lacan destina una clase al objeto, en la cual desarrolla la cuestión refiriéndose al agalma. Retengamos algunos datos de dicha clase, la declaración de amor de Alcibíades a Sócrates está dirigida a Agatón, lo que implica que en la escena hay tres. En la naturaleza del amor la llave es el agalma.
 Agalma significa adorno pero también que está en el interior, lo supone cierta ruptura con la idea de belleza. El objeto en términos de agalma  es el pivote entre amor y deseo, no permutable, no intercambiable. Se trata siempre del objeto parcial, ninguna idea totalizadora. El sujeto en el amor es también nuestro objeto de deseo.  Ni en los elogios ni en Diótima surge la cuestión del agalma como centro del deseo humano, podemos situar aquí una ruptura necesaria para continuar con el hilo de lo que sucede en el amor.
Si bien cuando Sócrates hace entrar a Diótima, opera un giro respecto de la dinámica de los elogios, no se aborda la cuestión del objeto como con la entrada de Alcibíades. En Diótima, se identifica el amor con lo bello, que tiende al Soberano Bien. Propone un camino por la vía del erastés, que pasando por distintos erómenon, se vuelve más deseable.  Se trata no tanto de tener –cuyo caso paradigmático es Pausanías-  sino de ser.
Es ese objeto, percibido por medio de la voz y la palabra es el que pone a Alcibíades a los pies de Sócrates.
 Aclarado este punto vayamos a la intervención de Sócrates: Este sabiéndose el erómenos de Alcibíades no responde a su demanda de dar un signo de su deseo por él, pese a la insistencia y la manifestación pública que Alcibíades le hace.
 Es notable que Sócrates lo deje quejarse, no calme la queja ni el reclamo, que recibe. Si le hubiese dado un signo de su interés las cosas hubiesen tenido otro rumbo, lográndose la metáfora del amor, pero como vemos no sucede.
El hombre del deseo -como lo llama Lacan-, se pone demandante, termino más afín en este caso. Lo que ha sucedido entonces  es un cambio en la posición de Alcibíades, se evidencia algo por él desconocido. Esto es que a él le falta… en el amor. El efecto de la negativa a responder asumida por Sócrates, coloca a Alcibídaes  como erastés –aquel que no sabe que le falta-. Consideremos que era figura que siempre tuvo lo que quería, ahora  queda descompletado, quejándose. En ese punto es que se produce la interpretación de Sócrtes indicándole que en realidad desea a Agatón.
En resumen, si el análisis, tiene que permitir que alguien ame, dice Lacan que es como amante que aprenderá aquello que le falta. Creo que esto es lo que nos hace ver el recorrido de El Banquete.

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