martes, 16 de junio de 2009

Psicoanálisis: Como meter a Lacan y a Foucault en la cárcel

Este material fué publicado por primera vez, el año pasado en blog "elpsicoanalistalector" por gentileza de Pablo Peusner. Se trata de los contenidos del trabajo con un grupo de psicoanalistas que desempeñan su tarea con pacientes dentro del Servicio Penitenciario Bonaerense, específicamente dentro de los penales. Están trabajadas a continuación algunas cuestiones teóricas y dos casos clínicos.



Como meter a Lacan y a Foucault en la cárcel


Introducción

Les voy a proponer abordar el trabajo que realizan como psicólogos en unidades carcelarias, desde la perspectiva del psicoanálisis. No todo psicólogo, ni todo profesional vinculado a la salud mental dentro de esa institución está interesado en el psicoanálisis. Es mas frecuente escuchar una práctica vinculada a la readaptación, a la culpabilización, y a una modalidad de reeducación. En este sentido preguntarse por el sujeto del deseo es únicamente un asunto del psicoanalista. En otras palabras la posición de un psicoanalista en la institución penal, supone ir mas allá de la confesión del delito, es decir pensar al sujeto del inconciente.
Entonces ¿podemos llevar el psicoanálisis a la cárcel? Si pero con la condición de hacer trabajar al sujeto del inconciente. El fundamento de esta propuesta se sostiene en que el psicoanálisis es una práctica que requiere de quien la ejerce, que realice una lectura, una puesta en relación de aquellos términos que escucha atentamente, este es un punto clave. La propuesta tiene la ambición de allanar el camino frente a estas cuestiones (asistencia de los internos, o realización de informes) eminentemente clínicas. Para ello sugiero que retomemos algo que resulta cotidiano en el abordaje de pacientes en la condición de encierro. Lo habitual dentro de las cárceles al momento de la clínica, no se vincula con una demanda espontánea de un interno, o con el sufrimiento que genera un síntoma, sino con el pedido expreso de la institución. Cabe agregar, que existen casos donde la presentación es más ligada a un síntoma o una pregunta, solo que esta forma es menos frecuente. Para decirlo todo la institución nunca deja estar entre el paciente y el psicoanalista: formulado en términos de que hay que atender o hacer el informe de una determinada persona porque desde la institución así se exige.
Muchas veces la tarea de asistencia o de informes psicológicos deriva en interpretaciones que no parten de leer e interpretar lo que se dice. En este sentido parece que la dirección en el trabajo está dada por hacer coincidir determinados rasgos observables, con manifestaciones de la conducta o la personalidad. Esta tarea es más cercana a un perito que a un psicoanalista. Entonces, leer en la entrelinea, implica mas que reconocer elementos, enfatizar en el modo de relación de los mismos. Un argumento solo, un rasgo solo, o varios rasgos acumulados dan cuenta más de un relevamiento que de un análisis. Un argumento solo, un rasgo solo, o sea no considerado en articulación con otros, genera una absolutización, una desarticulación de las relaciones de lo dicho por el paciente, fijando una causa carente de poder explicativo. Recordemos que Lacan “Subversión del Sujeto…” señala con énfasis el valor de las razones del sujeto, cuestión que exige la marcha de una argumentación. Retomando, vamos a intentar trabajar cuales son las condiciones para establecer de que manera es posible la tarea de un analista en la institución carcelaria.




Parte I

Para esta tarea consideraremos dos ejes teóricos: A) el texto de Jacques Lacan “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”; B) El libro de Michelle Foucault “Los anormales”.
¿Por qué estos dos autores, y con un recorte de la obra de cada uno? En ambos se encuentra un planteo respecto del sujeto que se supone a un discurso. Por caminos diferentes y con tratamiento diferente se interesan por el modo de articulación del sujeto con el saber y la verdad. En ambos el discurso es el punto de engendramiento de la verdad. Lacan en su definición del inconciente freudiano, y Foucault en el tratamiento de la anormalidad como asunto del saber jurídico. Los dos autores están atentos a la ciencia moderna, por lo tanto trabajan con interés notable el concepto de sujeto.
Entonces como ven, se trata de pasar de la sola escucha del sufrimiento –esto no es exclusivo del psicoanalista, podría ser campo del médico, del sacerdote,etc.- a una escucha inseparable de la lectura de eso mismo que escuchamos. Pasar de un solo elemento a varios articulados. Si sólo escuchamos, se hace difícil pasar de la psicopatología a una trama argumentativa, y en consecuencia queda por fuera establecer cuales fueron las relaciones que configuraron una respuesta subjetiva singular.

La primera consecuencia de no realizar este análisis es caer en el sentido manifiesto, olvidándonos de la enseñanza de Freud. El no se quedó en que la histérica era como es, no planteó que era una insatisfecha insoportable y que además no sabe lo que quiere, tampoco formalizó un pronóstico o estadística de la recuperación. Su jugada fue por otro camino, la puso a hablar no obstante lo estridente de su presentación. Es cierto que la interrogó en su consultorio y no en una institución. Pero no retrocedió la puso a hablar y fue en busca de la causa, caso por caso. Entonces los invito a leer los rasgos -¿ psicopatológicos?- de los internos que tratan, no solamente por lo llamativo o la gravedad , sino como el fenómeno que debemos interrogar, suponer allí un significante, y para ello la clave es el INCONSCIENTE. Traten de dejar caer una cuestión de pronóstico, casi lineal. Por ejemplo si X es así, y siempre lo fue es poco probable que cambie. Adviertan que la presentación de cada paciente pone en juego una elección realizada por el sujeto, es parte de la tarea del analista estudiar las condiciones, o la escena que determinó cierta desición.
Desde el psicoanálisis guiándonos por la teoría de Lacan , tomaremos el inconciente como una cadena de significantes a la cual se le atribuye un sujeto, vamos a partir desde allí.
A la vez con el citado libro de Foucault, tenemos una entrada desde lo jurídico vinculado un discurso que pretende un efecto de verdad. El acento cae sobre las faltas al pacto social, y un sujeto responsable. Desde este autor lo punible es un acto, articulado al sujeto responsable. La perspectiva es la anormalidad capturada por la trama jurídica como explicación de una falla de lo natural.
El pensamiento científico de los años sesenta otorga un lugar clave a la función discursiva, siendo los cortes el punto de emergencia del sujeto. Es por medio del discurso que se captan ciertas discontinuidades, tanto para la idea de sujeto del psicoanálisis como del sujeto jurídico. Recuerden que para Foucault, lo punible es un acto, y no la persona.
En ambos autores, hay una teoría del sujeto ligada al discurso con la diferencia que en la teoría de Lacan se necesitan cuatro términos para pensarlo, y la de Foucault es binaria. Esto es el sujeto del significante es representado por un ste dentro de un acedena de stes, para otro ste también en una cadena de stes, lo cual articula dos cadenas dos escenas, para Foucault se trata de un desdoblamiento del sujeto en un discurso, aparecen en un mismo plano el acto punible y el refuerzo de la anormalidad que impulsa.
Ninguno de los autores elegidos, aceptó la historia en términos de destino, aunque no rechazaran la organización cronológica. En Foucault, es al decir de Milner arqueología y no historia el nombre adecuado a su método. Esto porque desentraña los mecanismos de poder inmersos en cada tiempo y su especificidad. Podría pensarse que en el psicoanálisis la historia fija los stes que circularán entre el sujeto y el Otro, pero el sujeto pese a la determinación, puede elegir.
Retomando nuestro tema la tarea a la cual ustedes como psicoanalistas son convocados desde la institución, es decir dar cuenta de la condición subjetiva de alguien que cometió un delito una falta en lojurídico-penal, implica poner en conexión lo íntimo y los procesos públicos. Vean la proximidad del trabajo que realizan con cuestiones teorizadas por Foucault y por Lacan. En los dos lo discursivo tiene el poder de desnaturalizar al hombre, de poner en cuestión la naturaleza del hombre, estableciendo la determinación del discurso como marco para pensar al hombre como sujeto. Espero quede entonces, justificado porque el punto de inicio son estos autores.

Cuando los psicoanalistas que trabajan en la cárcel, comienzan tratando de maniobrar con la demanda institucional. Entonces si hablamos de demanda resulta extraño no referirnos al deseo. Es posible localizar la demanda institucional, pero no sucede igual con el deseo. Les propongo a modo de hipótesis, pensar la institución operando como una otredad de la pura demanda, comparable al Otro que sitúa en el piso inferior del Grafo del deseo. Quedarse en el registro de la demanda como si no no existieran otros niveles del grafo. De ahí lo insoportable de dicha institución, nunca la falta es del Otro siempre la barra afecta al sujeto En otras palabras Otro leído sin barra, con un sujeto excluido de la batería de significantes, por lo tanto no representado. Hagamos una aclaración, no representado si el analista no se ubica como un experto de su ciencia. Vale decir que si asume un rol de especialista, por ejemplo en personalidades delictivas, si está representado. Si todo aquello que refiera a la falta- en el sentido estructural- , es tratado como un defecto o un déficit de la persona a tratar y corregir.
En términos de Foulcault, el experto detenta un saber cada vez mas especifico, producido por un dispositivo de poder, en el cual surgen enunciados con valor de verdad. Si bien este autor no trabaja con la conceptualización de cadena significante, da cuenta de la determinación de los enunciados por medio del discurso. El dispositivo de poder engendra la figura del experto y del anormal, el discurso jurídico establece ambos términos. Lo patológico es una significación y no una realidad material, y a partir del lugar del experto, la anormalidad pasa a sustancializarse.
En este libro de Foucault, no hay una definición detallada de que entiende por discurso, pero si da algunas características que vamos a considerar. Habla de enunciados y les atribuye un sujeto, donde enunciado y sujeto quedan mutuamente determinados por la verdad que engendran. Entonces los discursos se componen de enunciados y se enlazan con una posición un sitio desde el cual se los enuncia. Notemos que no hay sujeto por fuera de la verdad del discurso. A los discursos les atribuye tres propiedades a la vez:1) Determinan de manera directa o indirecta, la libertad o detención de un hombre; tienen poder.2) Funcionan como una verdad, gozan de status científico mas allá de su estructura interna; 3) Presentan un carácter grotesco, que tiene el poder de decir cualquier cosa. Entonces quedan íntimamente ligados discurso saber y efectos de poder.
En el primer capítulo, lee algunas pericias psiquiátricas de los años 50, que pese al paso del tiempo son actuales, esto es porque su coherencia interna parece no haber evolucionado. Describe algunos delitos respecto de los cuales para la aplicación de la pena se apela a la pericia. En mi opinión comparable a los informes que se solicitan a los psicólogos en penales. Se realizan descripciones de los rasgos de personalidad del imputado, se lo define con términos como “inmadurez afectiva”, “dificultad para contener impulsos”, “labilidad emocional”, “sin conciencia de enfermedad”, etc. Veamos a donde apuntan estas descripciones, básicamente a una falla de la personalidad, a un psiquismo mal constituido, que dan luz verde a asociar al autor de un delito con su personalidad. Una suerte de racionalización de los rasgos de alguien que lo acerca más al delito. La llave maestra para esta maniobra es una falta jurídica, lo que al decir de Foucault es lo punible, pero sin embargo, se desplaza la falta a una falla localizada sobre la sustancia de la persona. Entonces, la trama jurídica favorece el pasaje de los sujetos a las personas, así se objetiva el delito. Hay que estudiar a quienes tienen esas conductas, generar un nuevo saber para entender el delito. Como ven, se va produciendo un desplazamiento desde el acto que podría ser reprimido, hacia el defecto personal y la necesidad de corregirlo. La perspectiva histórica de los delitos, planteada en el libro “Los Anormales” muestra que inicialmente, se castigaba exageradamente a modo de ejemplo y advertencia, y esto fue cambiando, en hacer del delito una cuestión de psicopatología. No basta con sancionar en exceso, dado que hay cierta anormalidad en juego. Se amplia el motivo de encierro.
Entonces retomemos nuestro asunto, cual es lugar del analista. Lo que se le pide, desde la institución, es que materialice la figura de un experto. Alguien que tiene un saber bajo la forma del conocimiento “científico” y que además trabaja en una institución que califica para establecer una verdad. Siguiendo a Foucault, el saber se vuelca sobre el autor del delito, más que sobre el delito.
Otro modo de señalar lo anterior, es tomar todos los datos de delito y personalidad en un mismo plano. El defecto constitutivo o adquirido funcionando como explicación de la falta en lo jurídico, crear una personalidad delictiva. Para quienes piensan que a los presos hay que dejarlos encerrados o eliminarlos, y para quienes los leen como víctimas de la desigualdad social- que por supuesto es innegable-, siempre la lectura es de déficit. Lo que confirma el encierro es la adición de un acto que atente contra la ley, y la patología hallada. Es una forma de discurso que captura individuos y los examina para establecer si son corregibles tanto de modo coercitivo como reparatorio. O sea que esta lógica de poder-saber, arroja un saldo doble, un individuo a corregir y un especialista en el tema.
Todo este despliegue supone a una persona con una patología que la impulsa al crimen. No obstante Foucault plantea un sujeto que es distinto de la persona. No lo define en el libro pero algo podemos calcular en la entrelínea. Refiere la condición de sujeto a lo jurídico. Supone sujeto en tanto el derecho lo pudo prever, esto es antes de que alguien efectivamente nazca. La identidad entre sujeto y persona es a posteriori. Dado que antes del nacimiento no se sabe - valga la redundancia- que va a nacer. Foucault introduce la categoría del monstruo, cuando nace un ser con o en diferente condiciones de lo previsto jurídicamente. Se arma un problema al intentar establecer si el monstruo es o no un sujeto para el derecho- como aquel ser que desde su sola existencia desafía las leyes jurídicas y naturales. Va a decir tomando una de sus expresiones “la naturaleza contra natura”. El monstruo se va a acercar al delito, por lo tanto se podrá calcular una monstruosidad subyacente al delito, ahora el delincuente tiene una naturaleza, habrá que conocerla para tratarla. Entonces el delito tiene un lado de desafío al pacto social y a la naturaleza. Por lo tanto en la demanda de lo jurídico y la institución penal, se necesitan psicoanalistas expertos en conducta criminal, que dispongan de un saber específico. Aquí el registro del deseo se vincula, solamente con la transgresión, alguien que prefiere sus propias leyes a las del pacto social. Una especie de deseo de transgredir. Observemos que siempre la critica de Foucault, se dirige a cuestionar la naturaleza del hombre a partir del dsicurso. El monstruo barre al sujeto, porque implica criminalidad y buscar la monstruosidad de todo delincuente. El saber sigue siendo el conocimiento científico del experto –psicólogo, psiquiatra, perito- el criminal posee una falla natural.
Ahora bien tanto desde el psicoanálisis como desde la perspectiva foucaultina, pensar un sujeto del discurso implicaría una verdad y un saber del sujeto. En este sentido calcular un saber dado un sujeto del discurso, es diferente de arrancarle la confesión. La confesión en sí, no es argumentativa, solo confirma que alguien se asuma culpable.
Precisemos la demanda institucional al psicoanalista, por ejemplo que genere informes y tratamientos psicoterapéuticos, con los cuales predecir y advertir sobre el comportamiento de los detenidos. Elementos elevados a un valor comparable con las pruebas facticas del delito -supralegalidad-, dado que influyen en la libertad, detención, acceso a beneficios, etc. El analista es llamado a una participación clave en el establecimiento de la verdad jurídica. Foucault denomina a estos efectos poder del discurso sobre la realidad. El informe demandado permite asegurar lo delictivo con elementos que no son el delito como los rasgos de personalidad. Es una forma de ajustar lo motivacional al punto de partida del delito. Desde el informe se justifica la corrección, que reúne en un elemento curación y castigo. Se deja afuera la historización del sujeto como sujeto del deseo, quedando solamente el retorno a lo judicial, como fallado, se sabe de la falta a la ley, pero no que significa para quien la cometió.
Entonces si bien Foucault no suscribe al psicoanálisis, y su punto de apoyo es lo jurídico, critica la sustancialización del sujeto y de las tecnologías del poder que van en esa dirección. Pone en relación dos términos sujeto y poder, desde una perspectiva en la cual se transforman mutuamente, a partir del saber. Para nosotros el problema, está en la materialización no solo del sujeto sino también del saber en una tecnología y en conocimiento científico. Vale decir la objetivación de saberes y sujetos. Por último la maniobra de este autor lleva a vincular el poder con el saber, a medida que el saber es más específico, los mecanismos de control también lo son.
Ahora desde Lacan el saber es la clave del sujeto. Tiene un saber que desconoce, básicamente se ubica no sabiendo. En este sentido existe un mensaje a descifrar.
En otras palabras si no entra en juego la formulación de las razones por las cuales alguien decidió lo que decidió, se ausenta la especificidad de psicoanalista.
Entonces la hipótesis del inconsciente, exige ir a las razones que determinaron una elección en una constelación dada. Hablar de constelación supone considerar las coordenadas que estaban en juego al momento de una decisión. Cito a Lacan en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”, página 775: “ Nos topamos con algunas dificultades en un medio infatuado del mas increíble ilogismo lo que supone el hecho de interrogar al inconsciente como lo hacemos, es decir hasta que dé una respuesta que no sea del orden del arrebato, o del derribamiento, sino mas bien que diga porque.” Propongo estas palabras de Lacan, para acentuar que la clave está en descifrar en orientarnos por una argumentación. Para que exista un argumento hay que poner en relación los datos que se obtienen.
Piensen la pregunta a cerca de que condición de sujeto hay allí, que ya no es lo mismo que la persona. Es por la vía de suponer un sujeto inconciente que podemos ir en busca de la causa del porque, que es distinto de centrarnos en lo sustantivado de una persona. Se trata de que al hablar alguien de cuenta de su situación respecto de lo que le fue dicho por sus otros, cual es el lugar que tiene en esa constelación. Si consideramos el “Hombre de las Ratas”, Freud da un lugar central a lo que el paciente dice sobre su historia y a que lugar le fue adjudicado en la familia, Vayamos al texto en la página 156 de la edición de Amorrurtu, dice “Ahora debo entrar en los detalles del ocasionamiento de la enfermedad de nuestro paciente. Su madre,..., había sido criada en el seno de una familia rica...Y su padre simultáneamente con el casamiento entró al servicio de la empresa, y así por su elección matrimonial obtuvo un pasar bastante bueno. Por recíprocas burlas entre sus padres, el hijo supo que algún tiempo antes de conocer a la madre, su padre había hecho la corte a una muchacha pobre y linda... Tras la muerte de su padre, su madre le comunicó que entre elle a y sus parientes ricos se había hablado de él......”. Fíjense que para dar cuenta de lo que le pasa a su paciente, Freud recurre a lo que llama la “prehistoria”, y de allí lee cual es la posición que tiene dentro de su familia. Acentúa, esto que el paciente sabe de su historia.
Lacan le atribuye un sujeto a lo inconsciente y no al organismo viviente, y lo pone en relación a un saber. Rechaza la unidad del sujeto y la idea del sujeto de conocimiento en tanto implica que lo psíquico dependiera del organismo. Hay cierta semjanza con el planteo de Foucault. La subversión respecto de la sustancialidad está dada por suponer una lógica al inconsciente, habilitando una argumentación. Se apoya fuertemente en los argumentos, excluyendo en consecuencia que lo inconsciente sea explicable de otro modo. La pregunta es por una causa que lejos de estar en las profundidades del ser, está en la entrelínea de los discursos que atraviesan a cada paciente, entre lo que se sabe y lo que no se sabe. Es notable que como Foucault, saca lo profundo de la personalidad, para señalar que el problema está en el discurso, y los efectos de este sobre la realidad.
Para ir cerrando esta primer parte, se trata de escuchar y de leer lo que alguien dice. Nos guiamos por la existencia de una causa inconsciente y de una elección jugada en ese plano. Para ello hay que establecer relaciones entre los argumentos, construir la constelación desde la cual opera un pensamiento no pensado conscientemente. Si nos reducimos a la sola descripción de los fenómenos, dejamos por fuera la enseñanza de Freud.




Parte II

Si consideramos al sujeto humano hablante atravesado por el discurso jurídico es inevitable la referencia al concepto de normalidad. Entendida como el ajuste que el discurso jurídico prevee para los individuos de una sociedad, en esa dirección nos encontramos con un término frecuente en nuestro ámbito: salud mental. Es portador de la salud mental aquel que logra comprender las normas y aquel capaz de asumir la responsabilidad de su conducta en relación a dichas normas.
En el sistema penitenciario, la salud mental es un factor que hace variar las condiciones del encierro, desde el tipo de cárcel, hasta la duración de la pena. Entonces el primer problema es establecer como analistas, situar como abordamos esta cuestión. Para ser más exacto, no hay forma de desentenderse del problema que implica el concepto de salud mental, trabajando en una institución destinada a personas que faltaron al pacto social.
Es frecuente en instituciones y dispositivos asociados al saber médico, vincular la salud con las capacidades de una persona. En este sentido se trata de un concepto de persona o individuo pensado como una unidad –valga la reiteración capaz de responder por si mismo. Lacan en “Subversión del sujeto…”, nos da una pista, dice que el sujeto para el psicoanálisis no se corresponde con el sujeto de la psicología. Es bien claro al señalar como la diferencia fundamental es para el psicoanálisis, la inexistencia de unidad o recubrimiento entre lo psíquico y lo orgánico, no hay posibilidad de autoconocimiento dado que el sujeto se constituye a partir de los significantes que provienen del campo del Otro. Entonces se nos amplia el problema porque si tenemos un sujeto efecto de una combinatorias de significantes es mas difícil imputarle la autonomía que exige la aplicación del concepto de salud mental. Pensarlo como capaz o incapaz, no resuelve nada, salvo un problema administrativo o de clasificación. Lacan indica que si el psicoanálisis lleva al sujeto hacia algún lado, es hacia a un desciframiento de aquello que padece, cifrado en relación al campo del Otro. En este sentido nos alejamos de la psicopatología, recordemos la metáfora utilizada en “Subversión…”, es un sujeto que lleva un tatuaje con un mensaje en el cuero cabelludo, y por lo tanto no puede leerlo, aunque si sufre las consecuencias de ese texto. Entonces es un sujeto que es efecto y no causa, que se desconoce a sí mismo, por lo tanto no se puede interrogar sin dirigirse a eso que le viene del Otro.
Para Foucault, la cosa es bien distinta, se trata de un desdoblamiento del acto, que da como referencia a la persona o mas precisamente la personalidad –este tema es mencionado en párrafos anteriores-. Esto significa que no supone la existencia de dos cadenas de significantes, que tensan otra escena, sino una sola escena en la cual la personalidad del imputado se torna como la explicación del acto criminal. Por supuesto dicho autor, va a criticar esta maniobra realizada desde el lugar de quien puede castigar. Para él, el desplazamiento del acto hacia la persona, pone de relieve un problema del discurso jurídico y no una solución. Surge un elemento que el discurso jurídico no pudo anticipar, y por lo tanto no logra explicar. Entonces la respuesta es clasificar y controlar.
Les propongo una palabra clave, muy fuertemente utilizada en el mundo psicoanalítico pero que en realidad no le pertenece, al menos con exclusividad. La palabra es responsabilidad, consideren que establecer la responsabilidad de un acto es un problema del juez, sin embargo es muy común como maniobra en un análisis señalar a alguien su responsabilidad. Esto es algo que se puede hacer con una persona un individuo pero no con el sujeto del inconciente. Tratar al sujeto del inconciente como a un yo no es la vía del análisis. Piensen en la descripción de “Subversión del Sujeto…”, Lacan dice que al sujeto de lo caza en el intervalo, es un efecto, entonces como hacen para responsabilizarlo, no se lo caza diciendo “es usted, hágase cargo”. No obstante, esta es la función del juez, fijar al responsable de un acto o de un hecho, aunque dentro del psicoanálisis lo tendemos a confundir. Si en cambio, podemos pensar que la noción de responsabilidad es el elemento que articula sujeto e individuo, si genera una pregunta y el deseo de avanzar en ella. La responsabilidad solamente implica la capacidad de responder jurídicamente, para llevarla a un análisis hay que hacer algunas maniobras que habiliten una otredad, otra referencia que no sea solamente la persona que habla. Digámoslo con todas las palabras, se trata de pensar un deseo en abrazo con otro deseo – esto está trabajado por Lacan mediante el recurso de la topología, por ejemplo con los dos toros abrazados- y no como un aspecto en el interior del individuo.
Entonces una alternativa para recortar mejor la posición del analista, es vincular la salud mental con la responsabilidad con el derecho y poner sobre la mesa que eso no es el deseo. Tenemos la dificultad que la práctica de la clínica psicoanalítica en la institución penal, implica vérselas con esta demanda, es decir fijar los límites de la responsabilidad y la normalidad. Esto significa que en la institución, al menos en tanto fenómeno la demanda es tratada como desenlazada del deseo, por medio de una serie de exigencias concretas que afectan a quienes se desempeñan allí. En el discurso del orden social, el deseo no cuenta como estructurante del sujeto humano hablante. Como dice Foucault, el deseo para los dispositivos de control queda ligado a un deseo de transgredir únicamente. Siguiendo esta dirección en “Psicoanálisis y Medicina “, Jacques Lacan señala que el médico ejerce su saber en el campo de la demanda, sin considerar el deseo. Aclara que no es necesario ser un entendido para detectar que existe una diferencia clara, entre lo que alguien pide y lo que quiere. Hace de esta diferencia no solo un elemento clínico sino también un observable en la vida cotidiana. Ejemplifica en relación al médico, que el enfermo lo desafía a que lo cure, le pide que le restituya la salud pero que esto no sugiere que sea lo que enfermo quiere, y habilita la leer allí que el paciente podría no querer ser curado. En principio tenemos que la demanda se articula con un poder de resolución otorgado al médico, también vale para el analista. Siguiendo con Lacan, el médico responde recetándose a si mismo. Dicha figura es compatible con la de un experto un especialista, versión antagónica con la posición del analista. Considero comparable la situación del médico respecto de la demanda del enfermo, con la situación de un analista respecto de la demanda institucional. Es decir queda cegado respecto de lo inconciente, considerando solamente que debe responder. Para aclararlo, se vuelve de mas importancia en la demanda institucional la clasificación, la psicopatología, la personalidad, que lo que alguien quiere para su vida y de que modo se arregla con eso.
Ahora bien recordemos que la institución, la cárcel en este caso presenta enunciados con valor de verdad, al referirse al dar su versión sobre alguien. Son enunciados más del lado de una doctrina que de la ciencia, pero que invocan el amparo de la ciencia en su justificación. Expresan una necesidad originada en lo jurídico. Foucault en el libro “Los Anormales”, nos recuerda que el juez moderno para cumplir con el principio de íntima convicción, necesita una serie de elementos que valgan en su poder demostrativo, que van más allá de las pruebas del delito. Por lo tanto demanda a alguien elevado a la condición de experto que formule un enunciado. Se trata del desdoblamiento nombrado anteriormente, del acto en la persona. Muchos informes y estrategias de tratamiento dentro de la institución penal tienen esta modalidad, y son altamente funcionales.
Observen que desde la institución, surgen enunciados que circulan sin pertenecer a una posición enunciativa, es decir nadie o todos los dicen. Entonces podemos comparar al enfermo y a la institución en tanto, exigen respuesta pero ignorando que es lo que quieren para cada interno, y generando un partenaire del que se espera el saber.
Cual es la maniobra que introduce el psicoanalista, hacer entrar el deseo, tanto su deseo de analizar como el de aquel que pide análisis. Digo maniobra del analista y no del psicoanálisis porque si bien el deseo es la llave maestra para acceder al psicoanálisis, es el analista quien hace de esto una cuestión singular.
Parto de leer al tratamiento psicoanalítico, como aquello que va a modificar la posición del sujeto en dirección al lazo social, más que de considerar la salud mental del paciente. Se va a modificar la relación del sujeto con el Otro, mas precisamente con Otro que existe en tanto barrado. Recordemos que el motivo del encierro, se inicia en una falta al orden social, al pacto social. Normalmente se pide que la cárcel encierre y en el mejor de los casos readapte o “cure” al criminal, una suerte de encamisado que lo rectifique, que lo ponga a punto para la inserción social. Lo usual es que esto falle, y quien está encerrado halle en esa condición la más plena identificación, no por culpa de sus pares sino por un efecto de discurso. Un ejemplo es asumirse como enfermo o fallado.
Entonces en tanto analistas tratemos a la demanda como el sitio –simbólico- donde circula el deseo, donde ningún significante representa al sujeto del deseo pero está presente en el entredicho. Esto implica que a quien atienden algo desea y que si existe alguna posibilidad de cambio subjetivo y objetivo es vía el deseo. En la medida que den cuenta que un interno, es un sujeto humano hablante, que desea se podrán pensar otros modos de lazo social, pero en función del deseo. Si en nuestra brújula el norte lo fija la condición deseante, desde allí alguien podrá modificar su relación al pacto social a la ley. Porque se pondrán en conexión, deseo ley y un modo de goce. El pacto social será el operador que haga posible que el deseo circule, entre el sujeto y sus otros, dando lugar a una nueva forma de relación y de goce. El hecho de un cambio de conducta para nosotros como analistas, es por añadidura de seguir por la vía del deseo. Vale decir que alguien deje de robar podría suceder porque descubrió algo que quiere para su vida, y que por ejemplo robando y estando preso no puede hacerlo. Si avanza con eso que descubrió seguramente, su modo de vínculo social, con la ley con el deseo y con el goce estarán modificados. Esto es mas allá de la salud mental y la psicopatología Usualmente el estigma de criminal, chorro, delincuente, conllevan una percepción del modo de goce vinculado a lo enfermo o la perversión en sentido corriente, es una lectura desanudada del deseo.
Para finalizar, nos vemos convocados por una demanda que proviene desde lo jurídico, podríamos pensar como sujeto del derecho a aquel capaz de responder por sus actos, de asumir las consecuencias de los mismos. Ahora bien ¿alcanza esto para pensar en un análisis? entiendo que no. Poder responder no implica querer hacerlo, cuando se da el pasaje de poder responder a querer saber a cerca aquello que causa sufrimiento, allí están las condiciones para el análisis. Esta es la jugada que perfora la demanda, que permite responderla sin quedar tomado por sus términos, pasar del hombre institucionalizado al sujeto de deseo.
Para finalizar, la salud mental asociada a la posibilidad de responder, es un problema jurídico, para nosotros la cuestión está del lado querer saber. Es distinto que alguien descubra que desea algo y se proponga ver como avanza en ese camino, que fijar si puede hacerse responsable o no.




Parte III

Vamos a tratar de redondear algunas cuestiones planteadas en las clases previas. En esta oportunidad, los ejes serán el informe psicológico y la figura del experto, tratando de aproximarnos a los fundamentos que los avalan.
La primer cuestión es la siguiente, el informe psicológico para los analistas que trabajan en instituciones, es un paso obligado. Concentra una exigencia burcrático-administrativa, y la versión que se tiene institucionalmente de un interno. Además es un elemento que cuenta con el poder de influir en el destino de alguien en condición de encierro. Entiendo que su poder es alimentado desde dos fuentes a la vez, como las dos caras de una moneda, una el saber que inviste a quien lo realiza, y otra la el status científico que se le adjudica.
Muchos de aquellos con experiencia en los penales habrán notado la preocupación que genera el informe a los internos. Esto se debe al valor que inviste al informe, por ejemplo puede otorgar o limitar el acceso a algún tipo de beneficio durante el tiempo de la condena. Sin exagerar hay veces que el juez como explicación de alguna determinación, confronta al interno con lo escrito por el psicólogo. Se imaginarán el efecto de esta maniobra, en un tratamiento iniciado intramuros. En suma todo este rodeo, es para hacer palpable el poder de lo que se escribe, y señalar porque es de nuestro interés.
Ahora bien, retomando el primer capítulo de “Los Anormales” de Michel Foucault, posiblemente les llame la atención como comienza el libro. Recuerden que es una compilación de la desgrabación de un curso que dictó por el año 1971. Se dirigió al auditorio, leyendo algunas pericias psiquiátricas realizadas en Francia en los años 50, por prestigiosos psiquiatras. Foucault entonces para trabajar sobre la anormalidad, partió de los informes psiquiátricos de personas acusadas de algún crimen, y del valor otorgado a aquello que estaba escrito. Veamos las cosas de este modo, el anormal-primeramente nombrado como monstruo- lo es a partir de lo que se escribe en términos jurídicos, acerca de él. Voy mas fuerte en esta apreciación, el anormal es un invento del informe, capaz de trascender a quien lo escribió. Retomando la explicación foucaultiana, se trata de hacer coincidir un delito con la personalidad de aquel que lo cometió. Es materializar el delito en las personas adjudicándoles algún tipo de falla, y desde esta perspectiva, dos medidas encerrar y curar. Siguiendo el trabajo arqueológico de este autor, el acto o el delito cobra su significación a partir de la personalidad de quien lo comete. Hoy en día, continua la tendencia en los informes es a describir comportamientos y conductas provocadas por algún déficit, endilgado a la personalidad. Cabe agregar que el origen del mismo puede ser orgánico, social, o psicológico, pero siempre es individual.
Esto es una exigencia de lo jurídico, que lleva a poner en escena elementos que no se vinculan con el delito. Por ejemplo los rasgos de la personalidad, que no solo ofertan efectividad en la explicación sino que además pasan a tener valor predictivo. Les sugiero no perder de vista, que el discurso jurídico genera su propio objeto, a las vez que amplia su dominio sobre el mismo. Tomo unas palabras de Lacan del Seminario XVII, “…Probablemente será, de las tres, la época más importante, puesto que este año se trata de tomar el psicoanálisis del revés y, tal vez, precisamente darle su estatuto, en el sentido del término que suele llamarse jurídico. Esto, en todo caso, siempre ha tenido relación, y en el mayor grado, con la estructura del discurso. Si no es así, sino es en el derecho donde se palpa de que modo el discurso estructura el mundo real, ¿dónde va a ser? Por eso no estamos menos en nuestro lugar aquí que en cualquier otra parte.”(Producción de los cuatro discursos, página 16, ed. Paidós). Si bien Lacan esta refiriéndose a un cambio de lugar que tuvo que hacer para dictar su seminario, me parece adecuada a nuestro tema su forma de pensar el derecho, diría lo jurídico. Privilegia al discurso de derecho para ordenar la realidad. En general la demanda de la institución penal invierte esto, es decir hay una realidad y el discurso –el informe por ejemplo- da cuenta de ella. La anormalidad implica un tratamiento sustantivado del sujeto y más aun del delito. El discurso pasa a funcionar no como el punto de engendramiento de aquello a lo que se refiere, sino como una descripción de un observable.
En términos de la ciencia moderna el discurso jurídico, es el movimiento inverso al que introdujo Descartes. Aclaremos esto, para el idealismo de Descartes, solo se tiene conciencia del yo, fundado en que piensa. Pone en cuestión las cualidades sensibles. Para lo jurídico, es como si existiera una individualidad empírica, capaz de determinar al yo. Esta es la posición de la trama o la trampa del discurso jurídico. En esta versión no solo hay un yo que se gobierna a si mismo, sino que además hace uno con la sustancia. En cambio la ciencia moderna formaliza, despoja de cualidades sensibles. El psicoanálisis que tiene como condición a la ciencia moderna, opera sobre el sujeto, que esta produce, y no sobre un yo. La ciencia para el psicoanálisis no es un ideal -como si podría serlo para el juez que pide un informe-, Lacan señala que para avanzar solo se autoriza en la práctica. Entonces maximizando algunas diferencias tenemos que el sujeto del inconciente a no tiene si mismo, ni reflexividad, ni conciencia. Se lo caza, por estar vinculado al deseo y no a un déficit.
En otras palabras, los enunciados del discurso jurídico, hacen de la realidad que generan una realidad sustancial e invocan el ideal de la ciencia como soporte. Pese a que se materializan en la institución, no suponen posición enunciativa, por lo tanto son inapelables. Van del sujeto al individuo, por lo tanto, solo es posible aislar, y curar. La anormalidad encarnada en el delincuente no es subjetiva, sino que reside en un individuo con déficit demostrable científicamente y por lo tanto supone poder anticipar consecuencias. Si volvemos sobre algunas ideas de Jean Claude Milner, se trata de leer un problema y hallar una solución, cerrando el asunto que constituye el punto de partida. Para él la solución se caracteriza por ser efectiva y borrar el problema mas allá de que sea total o parcial. Los informes psicológicos muchas veces se alinean a esta perspectiva, mas allá de que pudieran estar escritos con vocabulario psicoanalítico. De momento suspendo aquí con el informe para retomarlo luego.
Situémonos ahora en quien escribe los informes. Podríamos nombrar a los analistas, los psiquiatras, los miembros de las juntas de seguimiento, el médico, y algunas autoridades tanto del sistema penal como de las unidades carcelarias. Se impone la pregunta a cerca de que tienen en común al momento de hacer un informe, más allá de las diferencias específicas de cada profesión. Digamos que comparten la posición respecto del saber. No porque sepan efectivamente, -esa no es una preocupación dentro del sistema- sino porque lo que señalen y escriban funcionará con valor de verdad. La prueba mas clara es cuando se solicita por razones de índole institucional que un informe apto para calificar a un interno, sea positivo o negativo, lo escrito se convierte en una verdad, “verificada”. La figura que me mejor define este papel de decir como son las cosas, es la del experto. Alguien que a diferencia de la posición del analista, no interroga, no es preguntón, porque fundamentalmente sabe. No se las ve con una cuestión o con un asunto y respuestas posibles, o formas de leer eso que se le presenta. Va en otra dirección, no desea saber las razones ni, la argumentación que pudieran comandar una escena, porque sabe de antemano. Este lugar de experto, es al cual los analistas en las instituciones somos convocados, y muchas veces intimados a responder.
Tal como lo dijimos antes, al analista lo autoriza su praxis, de acuerdo con el planteo de Lacan en “Subversión del sujeto…”. En eso es bien distinto al experto, porque a este, lo autoriza la institución. Recuerden que además para el experto lo psíquico reviste lo orgánico al modo de una totalidad; y en consecuencia hay conocimiento de esa totalidad. Para nosotros en tanto analistas, el sujeto del inconciente no tiene nada de natural, partimos de un no saber. El punto crucial es que el sujeto de la ciencia, ignora el alcance de su saber y es en esa ignorancia donde se hace sujeto. Para la institución y el discurso jurídico esa ignorancia no es funcional, y la sutura con el experto. No hay deseo del experto como deseo de saber, dado que el deseo de saber implica asumir la ignorancia.
Tenemos hasta aquí algunas ideas de lo que pide la institución, en este caso penal, a los analistas, esto es que hagan informes y que sean expertos en su ciencia. De esta manera se aborda la realidad. Entonces que hacemos con esta dicotomía imposible de reducir, en la institución el analista es un experto o un analista. Les propongo un camino, si nos ocupamos del sujeto del inconciente, de un saber no sabido y del deseo, no es posible perder posición como analistas. En este sentido podrá ser una jugada, responder a la demanda de lo jurídico con el deseo. Con que deseo, el de ustedes de analizar y el de aquellos que les demandan atención. En lugar de señalar los rasgos de personalidad que explicarían la conducta, se trata de alojar sostener lo que alguien quiere para su vida. Informar sobre estas cuestiones implica dar una respuesta legible a la instancia jurídica, sin hacer un anormal de aquellos a quienes atienden. Es contestar a un pedido que fija al interno como deficitario, con un deseo y con una cuestión ética. Es decir poner de relieve la decisión que alguien toma respecto de lo que dice querer. No se trata de hacer del deseo un problema judicial, sino de articular la condición deseante con la vida social. Quizás sea el deseo la herramienta con que se cuenta para tomar posición frente a la demanda jurico-institucional.



Parte IV

Caso clínico de atención intramuros: ¿un anormal, un monstruo?


En esta última clase voy a retomar material clínico, en principio el caso cedido gentilmente por la Licenciada Maria Laura Valente.
A riesgo de resultar un poco detallista, les recuerdo que este caso refleja las coordenadas que comandan la atención intramuros. Paso a describir la escena intramuros, para lograr ocuparse de la tarea de atención clínica, el analista cruza unas cuantas rejas, se ocupa de buscar un espacio de atención, esto es cualquier ambiente que permita tener una entrevista sin ser escuchados por otros. Cada entrevista exige pasar por dicho ritual, y a veces por falta de un lugar apto la entrevista se pospone. Es cierto que las unidades carcelarias cuentan con oficinas y algunos consultorios, pero lo usual dada la cantidad de trabajo es que resulten insuficientes. Para llevarlos al ojo de la tormenta, les cuento que además si algún requerimiento institucional se superpone o como decía no hay sitio disponible, las explicaciones al paciente las da el analista. Hago mención de estas circunstancias para exponer las condiciones institucionales que sujetan a todos los individuos, tanto quienes trabajan allí como los internos. Un último detalle, en muchas oportunidades si el interno a entrevistar no es acompañado por un guardia hasta el consultorio, esta función de custodia, la cubre el analista.
El material está divido en tres momentos que la Lic.Valente fijó para la transmisión. A continuación expongo el caso tal como me fue enviado:


Primer momento:

Comienzo a atender a P, de 26 años, cuando ingresa a la admisión del tratamiento.
Como una actividad profesional “habitual” en la institución, se indaga sobre el inicio de su adicción y de su conducta delictiva. En algunas ocasiones, el hecho de priorizar preguntar sobre estas cuestiones termina orientando los tratamientos hacia una solidificación de procesos identificatorios al significante adicto o “chorro”, sin tener en cuenta la importancia de leer las coordenadas subjetivas en las cuales se produce cierta sintomatología. Otra situación devastadora a nivel subjetivo, sucede cuando se toma la adicción como el síntoma, como la pregunta del sujeto, pero con la lógica del “para todos”, perdiéndose de vista la particularidad del sujeto y del lazo que se genere con ese otro en posición de analista.
Al empezar a preguntar por su familia, P aportó, lo que luego pude leer como una pieza importante para comenzar a formalizar su posición subjetiva. En la primera entrevista me dice “mi mamá me trata como un bebé”. Durante esos primeros encuentros manifiesta “Yo tenía todo en mi casa. Yo me acostaba con mi mamá. Yo la amo a mi mamita. Soy muy pegado a mi mamá”.
En algún momento comienzo a preguntarle por su padre, ya que era notorio la ausencia de referencia del mismo en el discurso del paciente. Encuentra grandes dificultades para decir algo de su padre, hasta que en un momento P brinda un elemento: se llama igual que su papá. Ambos comparten nombre, apellido y otras cosas…
Constantemente retorna el tema de su madre y los dichos de ella. En una visita ella le manifiesta: “Conformate conmigo. Conmigo te vasta y te sobra”.


Segundo momento:

Una situación se convierte en acontecimiento para el paciente: “descubre” que su madre está embarazada. Lo descubre en tanto que su familia no quiere decírselo. Como era de esperar, P se enoja muchísimo con su madre y con su padre. Al abordar esta cuestión en las entrevistas surgen las justificaciones desde la instancia yoica, como ser que la madre era bastante grande y que este embarazo podía ser riesgoso. En mis hipótesis era otro el argumento que comandaba esta escena.
Fue un momento difícil del tratamiento, pero esto habilitó la relación transferencial. Fue necesario poder escuchar y comenzar a poner en relación todos los datos que P iba aportando, así como también ser muy cauta en las intervenciones. Podría decirse que en los primeros momentos ocupé el lugar del testigo, permitiéndome no quedar en serie con esa madre.


Tercer momento:

Es el momento en el que a partir de una intervención, se comienza a hablar sobre la dificultad para relacionarse con otras mujeres que no sean su madre. Se da el lugar a hablar sobre aquellas otras mujeres, sobre lo nuevo. Cada vez que alguna mujer venía a visitar a P a la cárcel, él sentía que debía pedir disculpas a su madre, ya que era una falta de respeto y la prioridad siempre la tenía ella. Y era la madre quien se encargaba de dar cuenta de los defectos que estas mujeres portaban.
Paulatinamente se fue formalizando una pregunta que era particular para él. Más allá de tener en cuenta las coordenadas vinculadas a la eclosión de su adicción a sustancias tóxicas, éste tema se relativizó y se puso en relación a la dificultad que encuentra para poder vincularse con otras mujeres que no sean su madre. El paciente ha comenzado a preguntarse si esta dificultad tiene alguna relación con el vínculo “tan especial” que mantiene con su madre. Lo que hasta el momento era “su realidad”, comienza a ponerse en cuestión. El supuesto “paraíso” encontrado en la relación con su madre comienza a molestarle y a retornarle con cierta extrañeza (¿la de lo siniestro?).
¿Alguna pieza de su posición habrá comenzado a moverse? Y de ser así, lo habilitará a dejar de acostarse con su madre en cuanto a su posición en el discurso?

María Laura Valente



Para señalar algunas ideas vinculadas a este material, voy a respetar los tres momentos propuestos por Maria Laura.
Vayamos sobre el premier momento, la entrevista se origina en un pedido institucional. Como se trata de una unidad carcelaria que pretende ofertar asistencia psicológica a internos con problemas de adicción a las drogas, se los entrevista a todos (inicialmente se pretendió crear una unidad carcelaria que opere como una comunidad terapéutica). Esto significa que cualquier interno que sea derivado a dicha cárcel, sabe que va recibir atención psicológica. Obviamente no todos los que llegan a esa unidad, quieren analizarse, más bien es un destino institucional que les otorga algunos beneficios. Pueden alojarse allí para ser mejor vistos por el juzgado, o para vivir en condiciones mas reguladas que en otros penales. Entonces observen que la analista al inicio pone la “cosa institucional” como parte del material. Este dato es muy valioso, porque como decíamos la cárcel en tanto dispositivo, tiende a un control de todos sus miembros. Podríamos compararlo con la peste, esto es: existe la peste –un mal- que afecta a todos, de manera directa o en potencia. Por lo tanto lo que sigue es controlar a “todos”, de forma permanente, e informar sobre los apestados y los que aún no lo están. Estas palabras que se refieren a lo que exige la institución, revelan que esto es parte del material, y en todo caso hay una advertencia de la analista.
Entonces avanzando, Maria Laura escucha y lee, lo que P dice. Primero no lo lleva a asumir un estado de enfermedad o déficit, de hecho atrapa algo en el texto de P , algo que para él es habitual la relación con su madre. Vean la maniobra, en lugar de realizar un interrogatorio sobre su adicción o el delito, que es lo que interesa a la institución y al discurso jurídico, lo pone a hablar de la familia. En términos de Lacan diría que le esta preguntando por el Otro, cuestión fundamental para calcular el sujeto del inconciente. En esa relación sujeto Otro, ella recorta algo: lo que él dice de la madre y lo que la madre le demanda. Además señala la posición del padre en tanto Otro. Fíjense el despegue de lo institucional: en una entrevista comandada al inicio por un dispositivo de poder, la analista lee toda la escena pone en la cuenta lo institucional y continua, ¿cómo? pidiéndole que hable. No tomó el camino de negarse a entrevistar, o pelearse con el sistema, hizo de los discursos en juego un texto para leer, estando muy atenta a lo que P dice.

Pasemos al segundo momento: este segundo momento es posible por la maniobra de inicio en el caso. Como decíamos lo puso a hablar y sucedió algo. Ya hay un asunto familiar en juego, la madre se nombra como suficiente para él, el padre está pero no interviene, al menos regulando a la madre. Del padre solo cuenta con el nombre. A esto se suma el embarazo de la madre, que pareciera uno de los modos de hacer entrar al padre, y la reacción de enojo de P. Aquí Maria Laura señala un acontecimiento. Ampliemos la cuestión, ella lo pone a hablar, y en esa charla aparecen cuestiones familiares, podríamos pensar el lugar que tiene él en relación a sus padres. A partir de que algo de esto se recorta en el texto de P, se pone en forma una singularidad de su familia, y necesariamente la transferencia. De aquí en adelante paciente y analista tienen un asunto del cual hablar.

Tercer momento: El caso esta en marcha. Atentos a los momentos propuestos, el punto de partida es de una entrevista obligada, vinculada a lo jurídico, de la cual se podría esperar una solución y un diagnóstico, en cambio, se le pide que hable y de lo cuenta surge que P tiene problemas para relacionarse con las mujeres. P, está más interesado en hablar de aquello que en la relación con las mujeres se le dificulta, que en las drogas o el delito. Si algo hace a la posición del analista es el deseo, retomo esto porque las coordenadas de inicio estaban dadas para que Maria Laura se ubique como experto en conductas adictivas y delictivas orientando y clasificando. Ella eligió otra vía, en principio ponerlo a hablar, de allí surgió una cuestión que para P evidentemente es un problema, y se lo dirigió a la analista. El caso como decía va muy bien, y observen como el problema es otro distinto a un déficit de la personalidad. Habrá que establecer como el consumo de drogas o el encierro se relacionan con este “problema” descubierto en transferencia.
Es diferente plantear el delito como un problema individual a solucionar para decirlo en lacaniano ortodoxo, que hay goce del cual se tiene hacer responsable y seguir por una rectificación; que pensar al delito determinado por la elección hecha respecto de los significantes su Otro y que además esto, está cifrado. Si leemos al delito en la relación sujeto Otro, podemos entonces dar lugar a, lo que alguien desea, que problemas tiene, como quiere arreglarse con lo que aquello que lo afecta etc. Sino consideramos la immixión entre sujeto y Otro, no hay modo de revisar que sucede con el lazo social. Tomar al individuo aislado, es como cercar deseo y goce sobre la persona, y no pasar al modo de relación.
Bueno volviendo sobre el planteo de Foucault, como hacen para ubicar en el caso P a un anormal, un monstruo, o alguien a corregir. Cual es la anormalidad en el asunto del análisis de P. Vayamos a las pericias que relata Foucault, imaginen una pericia de P, jurídicamente es un delincuente y un drogadicto, a partir de sus actos (donde el informe tiende a confirmar la personalidad monstruosa). Seguramente si propongo las categorías de labilidad yoica, déficit en la simbolización, actuador o impulsivo, fallas en la constitución familiar, etc. seguro que acierto y nunca lo atendí. En otras palabras responder a lo que pide el discurso jurídico bajo la forma de las instituciones, no admite interrogar el deseo. Escuchar atentamente, lo que un hablante ser dirige a otro hablante ser, es la condición para que algo de lo inconciente advenga, creo que esto es lo ha comenzado a suceder en el material que Maria Laura decidió compartir.




Parte IV, clase final.

Como en la presentación anterior, voy a contarles algunos detalles del tipo de institución donde se generó al caso clínico que hoy trabajaremos. Es la misma unidad carcelaria, que anteriormente describí. Es una unidad destinada a trabajar en la recuperación de presos que tienen problemas con las drogas, y que solicitan o el juzgado les indica tratamiento de rehabilitación.
En este tipo de dispositivos es mas clara la hipótesis del déficit. Esto significa que existe una falla en la personalidad, originada en las condiciones de crianza, lo biológico, las malas influencias, etc. Se trata entonces, de lograr reparar o corregir la conducta de quienes consultan, con el fin de la readaptación social. Para ello, existen en este tipo de tratamientos, fases o etapas que tienen una lógica evolutiva. Estas fases o etapas se deben cumplir, una por una, acreditando mejoras en la conducta. El tiempo de permanencia en cada fase muestra la voluntad y la capacidad de recuperación de cada paciente. No se olviden, que siempre está de por medio la causa de cada interno, y solicitar rehabilitación está bien visto por el juez.
Entonces tenemos un sistema de tratamiento, que se ampara en el conocimiento científico y en estadísticas para fijar un mecanismo de control. No solo encierra al “anormal”, clasifica su anormalidad y fija de que modo lo va a tratar. Es en todo caso un desdoblamiento, en una misma escena de los mecanismos de represión y control. Recuerden que todo aquello que el discurso jurídico no prevee, o sea que es disruptivo, paradójicamente es incluido bajo la forma de la exclusión. Esta cárcel de rehabilitación creo que es un buen representante de esta cuestión. En particular en este de dispositivo,- a mi me recuerda al protagonista de la película “La naranja mecánica” de Stanley Kubrik, que se ofrece para un experimento de rehabilitación- implica que alguien tenga “conciencia de enfermedad”, es decir que asuma su déficit.
Observen nuevamente la escena y traten de imaginar a un analista allí. En principio es difícil, como ya señalamos en otras clases, la convocatoria a convertirse en un especialista, un experto en el tema, resulta una demanda. Y justamente se le demanda porque se le adjudica conocimiento , se espera su palabra, su informe, sus indicaciones de que es lo más adecuado para estos pacientes. Como decíamos en la presentación clínica anterior, que explique científicamente el delito a partir de la personalidad del delincuente. Bueno nuevamente son estas las condiciones de inicio.
Pasemos al material, en esta oportunidad el caso corresponde a la analista Victoria Saggese quien ha decidido compartir parte de su experiencia clínica con nosotros.
El material:



Un caso para “no encerrar” en la presentación.

El paciente, “residente” como se nomina en los dispositivos llamados de Comunidad Terapéutica, es tomado en tratamiento en noviembre de 2006. El mismo había solicitado ser atendido por una extensa historia de consumo de drogas.
En la derivación por el Equipo de Admisión, aparece una mención puntual por la complejidad del caso. Episodios de sobredosis, autolesiones, dependencia marcada a sustancias varias, etc. y con una “presentación desbordada”.
Es lo que suena en el primer tiempo del tratamiento, con rasgos propios de extensas institucionalizaciones. Con escasez en los recursos ideativos e interpretativos. Pensamiento concreto desordenado y metonimizado, querellante y con ideas autorreferenciales. Intentos impulsivos de descarga y abreacción. Responsabilización al otro. Indisciplinado y sin marco normalizante.
En principio con algunas dudas diagnósticas, se precisa a nivel teórico la holofrase, no pensada desde la psicosis pero si en la analogía que Lacan sugiere entre ésta, la psicosomática y la debilidad mental.
Esto de pensar al significante holofraseado de la debilidad mental, reorganiza el caso. El campo inicial de fenómenos- hábito del consumo, compulsión, compromiso del cuerpo órgano,- en términos de Lacan S1, es pensado y trabajado vinculado a una dialéctica, para conmover este significante petrificado y aislado.
El logro se sostuvo en el transcurso de la puesta en forma del dispositivo tratamental, sobrevalorando el sesgo del discurso religioso y el arte, en particular la música. Por intermedio del culto religioso, se interesó en la música. Haciendo de esto el aspecto regulador de su conducta manifiesta.
Se estabilizó en sus pensamientos discordantes, y frena notoriamente su exitación psicomotriz. Va decantando esto en el desenvolvimiento cotidiano en procesos de estabilización y alivio. Encapsula la temática conflictiva evitando desbordes anímicos.
Lleva a cabo sus responsabilidades y se esfuerza en superar y obtener metas a corto y largo plazo, revalorizándose en su accionar.
Durante éste último período, donde se le solicitó un pase a fase II, con reinserción social, el residente ha fortalecido lo que lo estabiliza, con tolerancia y mesura frente a lo que proyecta evaluando condiciones para dar curso a lo que pretende. Ha logrado interrogarse sobre su conflictiva delictivo adictiva, cercando con prudencia los motivos causales, poniendo límites a sus rasgos de impulsividad y excesos.
El sistema religioso operó en primer instancia como regulador, vía el tratamiento se propició el aprendizaje de un instrumento de música que lo des encerró de su subjetividad abarrotada y enrejada.

Hoy enseña a otros….
Hoy se presenta en teatros fuera de la unidad carcelaria.
Hoy lo considera una salida laboral.
Hoy este instrumento suplencia real, logró anudarlo y enlazarlo a otro diferente del inicio.
Y, por otro lado, desde la dirección de la cura, intentar “no encerrar” a los significantes “encerrados” de la presentación del caso…



Lic. Saggese Victoria



Para comenzar, el paciente tiene sus entrevistas con Victoria, luego de una admisión institucional que rápidamente lo clasificó como un caso difícil. Resulta evidente cierta cuestión transferencial del equipo que realizó la admisión, con el modo de trabajo de la analista.
Entonces tenemos que el paciente demanda asistencia y que en virtud de la historia institucional, deciden incorporarlo al tratamiento advirtiendo a Victoria del caso. En la descripción, se pueden leer una serie de rasgos de personalidad que hacen a la complejidad del paciente. Es interesante como desde la institución, desde lo jurídico no se cuestiona cierta dificultad para asistir a un paciente, que haya estado institucionalizado largos períodos de su vida, solo hace suponer que el paciente es difícil. El equipo de admisión, sigue por esa vía, no presenta pregunta solo confirma la historia individual, como si las instituciones donde se alojó no tuvieran nada que ver con el caso. Dicho equipo de admisión opera como el experto, sabe que es un paciente complicado da aviso, pero no interroga, no supone inconciente, al menos como nosotros lo pensamos. El saber bajo la forma del conocimiento, fija el ser de este interno, siendo el punto de apoyo la pretensión científica. En mi opinión, se les escapa la institución como una otredad en la vida del paciente. La derivación pudo haber articulado las manifestaciones de la conducta con una pregunta, o haber situado que desconoce que tipo de atención tuvo previamente, o que no puede establecer que significa el encierro para este hombre que reacciona de ese modo. Pero ese camino no es explorado. Es decir en lugar de habilitar una pregunta, solo confirman la complejidad del individuo.
Victoria realiza una maniobra diferente, lo acepta, observa las manifestaciones de la personalidad del interno, y genera una pregunta. Aquí ya estamos en otro campo. Todo este conjunto de datos, verificables en la conducta, le plantean dudas en el diagnóstico. No pierdan de vista que decir que es un caso difícil, no supone ninguna duda, solo engorda el conocimiento del experto. La posición de Victoria es la de un analista, porque se interroga acerca del sentido frente a la demanda. Ni responde a esa demanda informando que el tipo verdaderamente es un “anormal”, ni se desentiende del caso. De hecho pensó una hipótesis de trabajo, en función de su lectura de los significantes en juego, y estableció un rumbo.
Esto sugiere, que con un caso que normalmente en las instituciones nadie quiere atender, ella decidió avanzar. No se quedó en la descripción de fenómenos conductuales. Lo escuchó con atención, y recortó algo del mensaje de este paciente. En transferencia surgió el deseo, al paciente le apasiona la música, a tal punto que está dispuesto a mucho, a asumir de que modo quiere que la música esté en su vida. Vean el salto, de un caso de los complicados, esos que circulan por todo tratamiento posible, que resultan un dolor de cabeza, allí la analista escuchó a un ser hablante, y en immixión se pone en forma un deseo. Para decirlo de un modo provocador, hizo de un caso difícil, un paciente que quiere ser músico y vivir de eso. Ya el asunto es otro, como ven este paciente está decidido a reorganizar su vida a partir de este hallazgo.
Considero clave señalar la vía del deseo, es notable como el paciente cambia, lean la descripción de la conducta, a partir de una nueva significación este ser hablante tiene un nuevo horizonte. Pasó de estar desbordado a no ceder esto que descubrió en su análisis, simplemente porque se encontró con una analista decida a escucharlo. Creo que la posición de firmeza del paciente con su deseo está en estrecha vinculación con el deseo de Victoria de analizar. Ella es la primera en esta serie de instituciones y tratamientos que se pregunto que es lo que le pasa, y alojó la demanda del paciente. No pierdan de vista que en el material, el relato comienza hablando de conductas, y luego las trató como significantes. Todas esas manifestaciones de “desborde”, son leídas en busca de despejar un sentido, la analista habla de dialéctica, de hacer de los fenómenos observables de la presentación un S1. Retomando, tenemos entonces que de un caso difícil, de un interno problemático, se opera un pasaje al campo del significante, es allí en ese sitio donde se podrá leer el deseo. Sin el deseo de esta analista, este giro no hubiera sido posible.
Piensen nuevamente, como leer el criterio del déficit, de la responsabilización individual, y lo que ha sucedido en este material clínico. No parece que el caso difícil se halla rectificado o encamisado en las pautas y normas sociales. Si en cambio que ha modificado radicalmente su posición, ahora identificó algo que quiere para su vida. Este movimiento implica una relación diferente con el Otro. Para hacerlo mas claro, si quiere vivir de la música, presentarse en teatros, dar clases, etc. se tiene que replantear la permanencia en la cárcel, y el modo de circular en sociedad. Seguramente ir por mas en la música, le va dar una significación diferente a su vida. Su mensaje, a partir de pasar por el campo del Otro, se resignificó. Las mejoras en su vida son efecto de una nueva relación con el deseo.
Entiendo que el caso va viento en popa, ahora bien retomemos algunos planteos. Si este paciente mejoró, es a partir del análisis y de la puesta en forma de su mensaje. Habilitar su deseo implica a la vez, una modificación en su relación con la ley, la sociedad y el modo de goce. Es una separación efectiva de los mecanismos de control, dado que estos no se interesan en la subjetividad.
Mi apuesta es que esto que sucede en un análisis sea la respuesta a la demanda del discurso jurídico o institucional. Que los informes señalen la existencia y el valor del deseo en lugar de dar cuenta de la evolución del paciente.
Bueno mi agradecimiento a las analistas que brindaron el material clínico, finalizamos acá.


Alejandro Ercoli, 2008

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